APORTES PARA EL DEBATE
Misión de la Universidad
en la alfabetización científica de la comunidad

E S C R I B E
Daniel Horacio Marino
Docente e Investigador
Facultad de Ingeniería - UNSJ

En una inteligente decisión, el gobierno de San Juan, por Decreto 1895 del 21 de enero de 2005, convoca a la participación ciudadana, mediante edicto, para realizar las observaciones, objeciones y oposiciones debidamente fundadas relativas al estudio de impacto ambiental del emprendimiento aurífero binacional de Pascua Lama, realizado por una Comisión Interdisciplinaria de Evaluación Ambiental. Esa comisión se integró con representantes de reparticiones provinciales y nacionales, entre ellas las Universidades Nacional de San Juan y Católica de Cuyo (Edictos de Diario de Cuyo, 30/01/05). ¿Hasta qué punto la población está interesada o capacitada para emprender ese análisis y emitir un juicio al respecto?, ¿está informada suficientemente acerca del impacto ambiental de este emprendimiento, o bien considera que los estudios de la Comisión designada para tal fin son inobjetables y poco puede aportar a tales informes?

Así como en este tema minero, día tras día llegan noticias con respecto a situaciones que significan una oportunidad para mejorar nuestra calidad de vida, o bien la ponen en riesgo.
En el primer mes del 2005, se difundieron noticias esperanzadoras algunas, inquietantes otras: “Investigadores Argentinos detectan gen que inhibe el crecimiento del virus del HIV”; “Se realizó un multitrasplante de estómago, hígado y páncreas en niño chileno”; “Chocarán dos gigantescos bloques de hielo de la Antártida”; “Científicos advierten acerca de una probable catástrofe global dentro de los próximos diez años”; “Alimentos transgénicos pueden provocar malformaciones”; “Clausuran locales públicos por no cumplir normas de seguridad”; “Explosiones solares provocarán perturbaciones atmosféricas en la Tierra, con efectos en el clima y la conducta de las personas”; ...
¿Debe y merece conocer, el ciudadano común, asuntos de esta índole?
Los medios periodísticos del país informaron, el 20 de enero de este año, que en Argentina hay un 2,6% de analfabetos. Ese porcentaje puede considerarse bajo o alto según algún punto de referencia. Quizás demuestre que se redujo respecto a años anteriores, o bien, comparado con otros indicadores de desa-rrollo, señale algún desajuste. También cabrían comparaciones con otros sitios y en consecuencia, considerárselo bueno o malo.
El tema de mayor significación pasa por entender el alcance del término analfabetismo.
Los diccionarios lo definen como “falta de instrucción elemental en un país” (Enciclopedia Salvat). Esta definición nos lleva a indagar acerca de lo que significa instrucción elemental: ¿Basta con saber leer y escribir?
Creo imprescindible rever lo que denota el alfabetismo, a la luz de la realidad témporo-espacial actual. Comparto la idea que es necesaria la democratización de la cultura; es decir, que se alcance el nivel de cultura general “básica necesaria a toda persona en un momento histórico y en un medio social dados, independientemente de cualquier especialización técnica”(cfr. Ibid). Esto conduce a un concepto más exigente de alfabetismo: el alfabetismo cultural y en particular, el científico.
Encuestas aplicadas en ámbitos universitarios ponen en evidencia que la mayoría aún no alcanzó el estatus de alfabeto científico; por ejemplo, menos del 10% de una muestra de los graduados en 1987 de la Universidad de Harvard respondió satisfactoriamente preguntas tales como, ¿por qué hace más calor en verano que en invierno? (cfr. R. Hazen y J. Trefil.1991)
Aún tratándose de académicos que conocen profundamente un sector de la ciencia, probablemente sean analfabetos científicos, al desconocer temas significativos para su existencia, que desbordan su formación específica.
En un artículo crítico titulado “La ciencia, entre la Inquisición y Frankestein”, se comenta la evidente desconfianza con que parte de la opinión pública reacciona frente a temas científicos: “Son pocos los que dudan de la validez de los resultados de las ciencias, las miran con prudencia y justa desconfianza, como sucede cada vez con mayor frecuencia, se mezclan con los grandes poderes económicos, públicos o privados, cuyo apoyo necesitan para desarrollarse” (G. Vattimo, 29/01/05).
Comparto la opinión de aquellos que sostienen que el alfabetismo científico es una condición necesaria para ejercer plenamente nuestros derechos ciudadanos:
“Todos los ciudadanos se enfrentarán con temas públicos cuya discusión exige conocimiento científico de base y, por lo tanto, deben tener cierto nivel de alfabetismo científico. Las amenazas a nuestro sistema, provenientes de un electorado científicamente iletrado son muchas y van desde el peligro de la demagogia política hasta el decaimiento del proceso democrático entero, puesto que las decisiones vitales que afectan a cada uno tienen que se tomadas por una élite educada (pero probablemente no elegida)”(R. Hazen, 1991)
“Debido a que el ciudadano promedio vive su vida alejado de los centros políticos, económicos, culturales y técnicos que dirigen la sociedad, ha constituido siempre un desafío teórico y práctico asegurar que los derechos de participación otorgados por la democracia se ejercerán con significación. Cuando los centros que dirigen la sociedad no se encuentran dentro de la comprensión del ciudadano promedio, los asuntos públicos dejan de ser públicos y se deslizan fuera del control del lego”... “El público lego se enfrenta cada vez con más intensidad a temas que están en el ámbito político y que han sido modelados por procesos técnicos que solamente pueden entender los expertos” (K. Prewitt, 1983).
“La estructura misma de la sociedad democrática depende de la existencia de una ciudadanía ilustrada. El comportamiento político y social de esta ciudadanía al votar, al influir sobre los funcionarios electos y designados y al comprometerse en activismo político y social será más constructivo para la sociedad si ésta se halla informada y logra una comprensión científica sólida” (L. Trachtman, 1981).
La Universidad puede contribuir significativamente para combatir el analfabetismo científico:
En su propio ámbito, debe estimular a sus estudiantes a la apertura interdisciplinaria y a la adquisición de una información científica más amplia que la que se requiere para la formación consistente en un campo específico. Hago propia la opinión de Leitao y Albagli (E. Martínez y J. Flores. 1997), quienes sostienen que la cultura científica supone disponer de la suficiente información científica de tres tipos: práctica, para resolver problemas inmediatos; cívica, para ampliar y mejorar la participación pública en decisiones donde están comprometidos aspectos científicos tales como el debate acerca de la contaminación ambiental y un tercer tipo de información: cultural, que considera al conocimiento científico un atributo humano, que impone un sello característico cultural a un espacio-tiempo determinado.
¿Cómo abrir de tal forma el abanico de conocimientos, en momentos donde se impone el acortamiento de las carreras y se acrecientan los conceptos propios de cada disciplina? ¿Cómo motivar a nuestros jóvenes en tantos temas, si nos quejamos de que cada vez traen menos formación de base?
Creo que este objetivo está implícito en los Estatutos de nuestra Universidad, pero debemos hacerlo carne en los claustros, a través de alguna de las siguientes acciones:
- Desarrollar proyectos de investigación interdisciplinarios donde participen estudiantes.
- Generar programas de postgrado, también interdisciplinarios, que hagan posible el acercamiento de las ciencias, buscando abrir brechas entre sus compartimentos.
- Ofrecer menús de materias optativas, orientadas según tres propósitos prioritarios: aportar conocimientos básicos sobre temas científicos de actualidad, fomentar en el estudiante interés y espíritu crítico para abordar temas de actualidad y generar conciencia ciudadana. Entre otras, podrían incluirse epistemología, ética profesional, relaciones públicas y humanas, políticas públicas, contaminación ambiental, higiene y seguridad, recursos naturales, fundamentos de economía y metodología de la investigación.
- Convocar a ateneos generales para que se expongan los resultados más significativos de las investigaciones emprendidas dentro de la Universidad. Generales pues supone el encuentro de todas las disciplinas y también por la participación de la comunidad en su conjunto.
- Procurar, dentro de cada asignatura, la conexión de la temática específica con problemas cotidianos y estimular talleres de análisis y discusión entre los alumnos, apelando a técnicas motivadoras, como juego de roles, juicios grupales ponderados, foros o asambleas.
Más allá de sus recintos, la Universidad debe buscar el acercamiento de la población al objeto de conocimiento científico. No se trata de pretender convertir en científico a todo el mundo, sino que éste pueda valerse de la ciencia , es decir, aprovecharla para su beneficio.
Se insiste en que el investigador debe publicar, es decir comunicar los resultados de sus trabajos entre la comunidad científica, preferentemente en revistas con arbitraje e indexadas.
Este tipo de publicaciones, con formatos bien pautados por las editoriales, por ejemplo el IMRyD, exigen mostrar, además del nuevo conocimiento que se aporta, cómo se logró, de tal modo que cualquiera pueda replicar los estudios y verificar su validez. Esta imposición es razonable, pues no son pocos los casos donde se engaña sobre falsos logros, tal como lo demostró Alan Socal (1997).
Este afán de publicar, engorda revistas de impacto mundial y aporta material valiosísimo para que países más desarrollados que el nuestro, puedan materializar ideas. Sin de-salentar la necesidad de esta acción, quizás deberíamos analizarla críticamente y reflexionar acerca de las posibilidades de sustituir papers por patentes como prioridad.
Por otro lado, la humilde difusión de los resultados, destinada a la población en general y no a una élite científica, se la de-salienta, pues tiene escaso valor a la hora de un análisis de antecedentes. Sostengo con énfasis, el fundamental interés que tiene esta actividad.
Diversos estudios demuestran que en los países desarrollados existe un creciente interés del público en general por informarse sobre temas de ciencia básica (NSF. 2000). Mientras tanto, en países en vías de desarrollo, queda en evidencia, a la par de una marcada apatía por temas científicos, un consumo exacerbado de noticias banales, que invaden los medios. Algo similar ocurre en otras manifestaciones culturales, tales como la música, la literatura y el teatro. “Los medios de comunicación, impresos o electrónicos, de carácter comerciales, han saturado con materiales que provocan el asombro y la curiosidad del auditorio; que le despiertan el interés - así sea en falsedades-; que se digieren rápida y directamente – evitándole penosos esfuerzos en reflexiones neuronalmente agotadores y que le dejan un grato sabor de entretenimiento y amables recuerdos.” (V. Garza Almanza, 2004).

¿Cómo revertir esta situación?

Mientras que para la escritura dirigida a la comunidad científica se busca ser minimalista, es decir, austero (al borde de la aridez), con una máxima economía de palabras, siguiendo una estructura rígida que responde a pautas inamovibles; para elaborar un texto de divulgación científica se requiere un estilo ágil y ameno, como si se tratase de una narración destinada a un pequeño, no exenta de magia y encanto. Esto supone formar adecuadamente a quien se encargue de esta tarea.
Creo que en muchos casos, la capacidad de los científicos para aportar día a día nuevos conocimientos no está acompañada por la de divulgarlos. Quizás una formación de post-grado en periodismo científico generaría interesantes resultados pero, pretendiendo menos, sería de sumo interés preparar a quienes desean ejercer el rol de divulgador científico y cuanto más tempranamente, mejor.
Un paso más para lograr el interés ciudadano por el objeto científico consiste en convertir la lectura pasiva en interactividad lector-difusor. El hipertexto que ofrece Internet, nuevo paradigma que se enfrenta a la lectura lineal de un libro, invita a esa interactividad y los jóvenes la están cultivando quizás con más asiduidad que los mayores. Aunque se trate de un difícil desafío, quienes intentamos convertirnos en difusores científicos, deberíamos aprovechar esa herramienta.
En ese aporte por difundir y formar, resalto la importante tarea que realiza “El Quirquincho”, un viejo colectivo de la Universidad de San Luis que, ofreciendo cursos y talleres en los más recónditos lugares del país, lleva recorridos 17 mil kilómetros, de 10 provincias y 80 ciudades, como una Universidad Trashumante, (M.Picabea, 2005).
La Universidad está obligada a agotar todos los esfuerzos que correspondan para levantarse de su sitial y acercarse a comunidad, devolviendo a quienes la sostienen todo lo que ella produce. Sueño con que la fecundidad que ella demostró en la generación de conocimientos llegue a estar acompañada por una intensa acción de difusión, regando con ellos un terreno fértil, pleno de ciudadanos alfabetizados


BIBLIOGRAFÍA CITADA
ALMANZA Garza, Victoriano “La divulgación de la ciencia en México”. CULC y T, Abril-Mayo, 2004. Año 1, Nº 1.
HAZEN, Robert y James Trefil. “Alfabetismo Científico”. Carnegie Magazine, 1991, pp 15-16. Washington. Doubleday, 1996.
MARTINEZ, Eduardo y Jorge Flores. “La popularización de la Ciencia y la Tecnología”México. Fondo de Cultura Económica. 1997.
NATIONAL Science Foundation. “Science and engineering indicators 2000. US: NSF; 2000.
PICABEA, María Lujan. “Una Universidad que viaja en colectivo”. Ñ, sec. Educación. P. 16, Nº 69. Buenos Aires. Clarín. 22/01/05.
PREWITT, Kenneth. “Analfabetismo Científico y Teoría Democrática”. Daedalus, Journal of the American Academy of Arts and Sciences, vol. 112, nº2. 1983.
SOCAL, Alan. “Experimento Peligroso”. Ciencia Hoy. 36. 1996.
TRACHTMAN, Leon. “La comprensión pública de la tarea científica: una crítica”. Science. Thecnology and Human Values. Science. Vol 6, nº 36. 1981.
VATTIMO, Gianni. “A veces hay que temerle al cuco”.Ñ 70, 29/01/05.

 

 

 

 

 

 

 

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