APORTES PARA EL DEBATE
Mi compromiso en la isla de la libertad

E S C R I B E
Víctor Hugo Castro
Profesor de la Facultad de Filosofía,
Humanidades y Artes - UNSJ

Relevar el ethos pedagógico hacia dentro y hacia fuera de la isla

La Universidad, como postula Jaim Etcheverry1, tiene su razón de ser cuando se constituye como el poder de la idea, del saber, alternativo a los poderes económico y religioso que dominan la sociedad2. La construcción de una noosfera o noología distinta y opuesta a la doxa común. En esa función esencial adquiere un relieve peculiar la relación con el resto del sistema educativo (la Educación Inicial, la EGB, la Polimodal y el Nivel Superior de Enseñanza), que justamente comparte esa función esencial. La relación es bidireccional y retroalimentaria: de la Universidad surgen, se generan, los saberes más eminentes que se distribuirán básicamente en esos otros niveles de enseñanza del sistema; y de esos otros niveles surge no sólo el material humano que la Universidad eventualmente graduará sino, además y fundamentalmente, es en esos otros niveles de la Enseñanza que los saberes de la Universidad se confirmarán en su valía y relevancia, o no, porque, convengamos, que la adquisición y distribución de los saberes para la vida se realiza comúnmente en esos otros niveles del sistema educativo. Por lo que, como vemos, la cima de la montaña (la Universidad) está implicada con toda la montaña (el sistema educativo). Función que es como una misión: “la custodia del tesoro de la Humanidad”.
Se acepta que en la Universidad, sus docentes, investigadores y creadores tienen su razón de ser en esta función. La misma no se reduce a la preparación de profesionales idóneos, sino contribuir a que la ciudadanía forje una cosmovisión propia de toda la realidad (en esto último todavía queda un largo camino que recorrer). Ser luz (conocimiento y liberación) y fuente de luz para la sociedad en que está inserta; y esto último se realiza de modo eminente en la relación de la Universidad (sus productos y sus prácticas) con todo el sistema educativo.
La cuestión de la producción y distribución de los conocimientos (saberes científicos) sólo adquiere su relevancia, no sólo en la eminencia epistemológica, sino y fundamentalmente en la eminencia ético política (el ethos pedagógico). Esto último es un tema poco verbalizado y accionado en el ámbito universitario, y sí lo es más en los otros niveles del sistema educativo. Es más, la palabra “docente” (que despectivamente un ex Rector le llamaba “enseñadero”) se la suele denominar “lo académico” o “lo catedrático” como significando un cierto desprecio la función del maestro y del profesor. Se acepta, en general, que en la Universidad se busca la verdad por la verdad misma, aceptándose así la independencia respecto de los intereses de los otros poderes (aunque haya desvíos).
La UNSJ ya tiene relaciones y, en casos, muy estrechas, con Empresas, cuya finalidad es la obtención de ganancias. Falta esta otra relación bidireccional que estamos señalando. La Universidad (sus ingenieros -en todas las ramas de la ingeniería-, sus arquitectos, sus historiadores, sus químicos, sus biólogos, sus geógrafos, sus diseñadores, sus informáticos, etc.) debe ensanchar los caminos hacia el resto del sistema educativo, debe construir autopistas por las que circulen fluidamente las ciencias (productos y procedimientos), ofreciendo a las escuelas servicios que ninguna otra Institución puede ofrecer. Y recibiendo de las escuelas la confirmación o no del valor y la eminencia de esos saberes, que creo, que en síntesis buscan la liberación de todo el género humano. Porque en las escuelas, colegios e institutos donde se desempeña la función docente también se producen y distribuyen saberes (el conocimiento pedagógico producto de la transposición didáctica). Muchos miembros de la Universidad que pudieran estar leyendo esto, quizá no conozcan estas disquisiciones, porque por sus estudios y práctica no han recibido formación pedagógica. Hay un a priori que debo explicitar: sé que uno de los factores decisivos es la remuneración de los docentes; pero también estoy convencido de que los cambios en educación no son una cuestión meramente técnico económica.

Lo expresado anteriormente deviene en estas propuestas muy específicas:
1- La justipreciación del ethos pedagógico en el seno de la Universidad
2- La orientación de la investigación hacia la Investigación Educativa
3- La institucionalización de Cursos de Grado, de Postgrado, de Postítulos y de Especialización, como nodo de la Red Federal de Formación Docente Continua, en convenios con otras Instituciones de la Red (en especial los IFD y otras Universida-des). Por ejemplo, una acción universitaria trashumante.

1. La justipreciación del ethos pedagógico en el seno de la Universidad

Este punto se refiere ni más ni menos a valorizar la docencia como una función esencial no sólo socialmente considerada sino como profesión.
Los docentes, en el acto de enseñar, están comprometidos con la historia de la humanidad y con la sociedad en que se ejecuta ese acto. Esta afirmación se refiere no sólo al aspecto epistemológico de lo que se enseña, sino y fundamentalmente al aspecto ético político. ¿Qué significa esto?. Significa que en la conciencia y en la práctica de quienes enseñan hay un plano específicamente educativo que tiene que ver con el sentido de ese acto. Un docente enseña matemática o geografía o derecho civil, o cualquier materia del currículo; pues bien, se enseña tal o cual contenido (conceptual o procedimental o actitudinal) en un sentido que excede la aprehensión de ese contenido. La institucionalización de la enseñanza-aprendizaje supone que tal sociedad en tal época (por ejemplo: hoy) dispone la enseñanza de tal o cual diseño curricular, no sólo porque necesita que sus miembros conozcan y otros se especialicen en tal o cual contenido, sino porque esa sociedad (e incluso dentro de la humanidad) considera necesario tales aprendizajes por algún fin o sentido supra-escolar, que trasciende la escolarización (incluida la Universidad). La teorización sobre ese fin o sentido es materia de la Filosofía de la Educación entre otras disciplinas científicas. Se supone que dentro de la cultura occidental ese fin tiene que ver con dos temas-valores cardinales: el conocimiento y la liberación. No sé si hace falta argumentar esta última proposición, pero se puede pensar en la descomunal deserción escolar que hay (incluida la Universidad), en la escandalosa miseria material y humana que nos circunda, en la fabulosa ignorancia que se ve a diario, etc. Yo resumo los males de nuestra crisis en dos conceptos: la exclusión social y la impunidad. Estos fenómenos no son sólo por causa de los malos gobernantes (que abundan) sino y fundamentalmente porque el conjunto social no visualiza la posibilidad de cambiar de rumbo, como sí lo veía, en términos generales no hace más de 30 años. En esta incertidumbre e inercia la educación tiene alguna responsabilidad (incluida la Univer-sidad), ¿o no?.
El docente como educador (trabajador profesional de la educación) puede o, mejor, debe contribuir de alguna manera a generalizar el conocimiento que posibilite la liberación: No nos referimos tan sólo a la social, nos referimos también a la liberación de los autorreguladores congénitos (genoma, cerebro y convencionalismos culturales, en especial la noología o noosfera que nos cerca). Esto supone una carga erótica3 de parte del docente que, de no poseerla, se transformaría en un mero funcionario. Carga erótica que contiene la confianza en lo que enseña (el saber que ostenta) y la confianza en quienes aprenden (sus alumnos). Si fuera consciente de esta ausencia, el docente debería tener la grandeza de abandonar la enseñanza, opinan algunos pedagogos.
Si algún docente universitario cree que está exento de esta tarea, está equivocado. El papel de quienes estamos, mucho o poco, frente a alumnos, en este punto esencial, es ineludible. Este compromiso es escaso, según yo advierto.

2. La orientación de la investigación hacia la Investigación Educativa

En los últimos años, en el resto del sistema educativo argentino, la investigación ha sido explicitada, como una función específica del docente, en todos los niveles. Esto está acordado en las leyes vigentes junto a la de enseñar. Porque el que enseña, sólo lo hace bien cuando no sólo se ha apropiado bien de los conocimientos que construyen los científicos, sino cuando logra que sus alumnos también se apropien. En este proceso, que los pedagogos le denominan transposición didáctica, el docente, todo docente, pone su sello en esas respectivas apropiaciones. Es así que, si no tiene una actitud investigativa, de apropiación y generación del conocimiento desde su propia situación, no hay aprendizaje eximio. Sólo enseña un profesor cálido, auténtico y curioso, señalan también los teóricos de la Pedagogía4. Y la Investigación Educativa tiene como características propias no sólo el objeto de estudio (la educación y su problemática endógena y exógena) sino sus metodologías (porque su objeto no es físico ni químico ni matemático). Una Universidad que estimule e incentive la Investigación Educativa puede ser una Universidad que aliente no sólo a la mejora del proceso educativo sino a su transformación.

3. La institucionalización de Cursos de Grado, de Postgrado, de Postítulos y de Especialización, como nodo de la Red Federal de Formación Docente Continua, en convenios con otras Instituciones de la Red (en especial los IFD y otras Universidades)

En la FFHA, hace unos años, se pensó en la institucionalización de una Escuela de Cursos Superiores para los docentes de Inicial, de EGB (estos dos niveles en especial), Polimodal y Enseñanza Superior. Pero, como suele suceder, no se concretó. Estamos refiriéndonos a establecer en el seno de la UNSJ (Secretarías de Extensión coordinadas) un Plan estratégico de no menos de 5 años que contemple el estudio de la demanda y la elaboración de una oferta pertinente y atractiva. Aquí adquiere relevancia el rol de los ya egresados del Profesorado y Licenciatura en Ciencias de la Educación. Estamos hablando de establecer Postítulos (en coordinación con IFDs de la Provincia), de Leyes que favorezcan y premien los estudios de postgrado y postítulo de los maestros y profesores de la Provincia, de Cursos Especiales en áreas específicas del conocimiento (buscando su eminencia y pertinencia), en modalidades presenciales, semipresenciales, a distancia, en red, etc. Esta tarea requiere que se integren a esto los maestros y profesores en actividad, según modalidades, niveles y demandas localizadas. Sobre el tema hay una vasta experiencia y experimentación. Hay recursos humanos suficientes y, además, sería un proyecto autofinanciado, en el que el Estado (UNSJ y Gobierno) sólo apoyaría y supervisaría.

¿El fin?

De muchos modos puede y debe la Universidad influir en la comunidad. Pero la tarea de transformar la noología es intransferible. Lo puede hacer eminentemente. (Einstein decía: “es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio”, que está en la noología).
En esta tarea, la estrecha relación de la Universidad con todo el sistema educativo es clave


CITAS
1 Jaim Etcheverry, G. “¿Para qué la Universidad?”, La Gaceta de Económicas, Año 3 Nº 20, Página 12, domingo 21 de abril de 2002.
2 ¿Hace falta explicitar la necesidad que reviste este valor en la actual situación de pobreza y marginación social generalizada?.
3 González V., Juliana, El poder de eros. Paidós, México, 2000.
4 Neil Postman.

 

 

 

 

 

 

 

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