Identidad cultural y medios
de comunicación
Dime
qué consumes
y te diré quien eres
ESCRIBE
Omar Cereso
Comunicador Social - UNSJ
Contacto:
omarcereso@unsj.edu.ar
Nadie puede dudar que la informática,
el avance en las comunicaciones y el desarrollo tecnológico
aplicado a tareas de la vida cotidiana terminaron por configurar
una nueva sociedad. La consecuencia de esto se refleja
en la liberación de las diferencias y en una enorme
fragmentación cultural, que ni siquiera el ambiguo
fenómeno de la globalización puede eclipsar.
Las prácticas sociales han ganado en complejidad y
ya nada es tan sencillo de definir, mucho menos de manera
determinante. En este contexto el mundo de la comunicación,
soporte y motor de los cambios sociales, construye un nuevo
paradigma cuya comprensión requiere necesariamente
un abordaje de carácter interdisciplinar.
El análisis de las prácticas culturales generadas
por la pos modernidad y el neo-liberalismo nos permiten sostener
que en los procesos de comunicación intervienen lógicas
políticas y económicas; y que es en esa interacción
donde se termina por entretejer y contener las condiciones
del consumo de bienes materiales y simbólicos. También
es en esa interacción donde se construyen y consolidan
las identidades individuales y colectivas.
En la sociedad actual el consumo está
más determinado por las grandes estructuras de poder,
ayudadas por la publicidad, que por el gusto o las necesidades
individuales. Como señala el sociólogo Andrea
Semprini ya no se consume sólo productos sino también
discursos, marcas; y los productos importan más por
lo que significan que por su utilidad.
Está claro que en la sociedad contemporánea
el consumo se ha transformado en un medio que posibilita la
diferenciación y por consecuencia el reconocimiento.
Jean Baudrillard lo señala claramente cuando afirma:
“hoy los sujetos luchan más por los medios de
distinción que de producción”. Así,
por ejemplo, el uso de determinadas marcas de ropa o autos
distinguen a sus usuarios, pero sólo en la medida que
quienes no pueden acceder a esos productos conocen su significado
sociocultural.
Un ejemplo de fácil reconocimiento podría ser
el fenómeno que se produjo al popularizarse el uso
de los teléfonos celulares, fundamentalmente en los
sectores de bajos ingresos, más que por una necesidad
de estar comunicados había quienes sólo llevaban
el aparato para significar algo que, en la mayoría
de los casos, no eran. A la luz del paradigma social vigente
esta conducta podría pensarse como irracional; sin
embargo, una lectura más profunda quizás nos
permitiría establecer que a través de esos teléfonos
se fortalecían significados socialmente pretendidos
(poder adquisitivo, estatus laboral, etc.) o que simplemente
eran una muestra de disconformidad de sus portadores por el
lugar ocupado en el orden social imperante. Como asegura el
antropólogo argentino Néstor García Canclini:
comprar objetos, colgárselos, distribuirlos por la
casa, asignarles un orden, atribuirles funciones en la relación
con los demás, etc. son recursos para pensarnos a nosotros
mismos y a nosotros en relación con la sociedad.
Es aquí donde radica la idea fuerza de la teoría
que sostiene que el consumir, además de ser útil
para expandir el mercado, reproducir las fuerzas de trabajo,
distinguirnos de los demás y comunicarnos, sirve para
pensar.
El mismo fenómeno ocurre con los espacios colectivos;
ya no pensamos en la identidad de los países por su
composición geográfica, etnográfica,
cultural, etc. sino, fundamentalmente, por su poder de consumo
y desarrollo económico. Así por ejemplo, si
decimos China, es probable que se piense en un atractivo mercado
conformado por más de mil millones de consumidores
que en un asombroso y enigmático país cargado
de costumbres ancestrales, mitologías y acontecimientos
políticos y sociales de relevancia mundial.
En términos aun mayores puede pensarse en la formación
de regiones o comunidades de países (Comunidad Europea
– MERCOSUR – ALCA), quienes eliminan sus barreras
arancelarias movilizados exclusivamente por el interés
de ampliar sus posibilidades comerciales y generar nuevos
y mejores patrones de consumos.
El rol de los medios
En la sociedad actual el resultante de
la producción mediática son productos. Esos
productos están dirigidos a audiencias; y estas audiencias
ya no sólo se organizan por las particularidades propias
de los contenidos de los mensajes, sino por las prácticas
sociales cotidianas, esencialmente el consumo. Y quizás
en esto radique la explicación del porqué los
medios son más proclives a propagar discursos frívolos
que asumir actitudes de mayor compromiso en la formación
de valores y principios de ciudadanía.
Si pudiéramos estudiar en profundidad las prácticas
cotidianas de consumo de los sanjuaninos y analizar los valores
semánticos que las determinan, seguramente encontraríamos
respuestas para explicar, en términos cualitativos,
y entre muchas otras cuestiones, fenómenos culturales
tales como la aceptación de determinados discursos
políticos en desmedro de otros y la evidente resistencia
social a los cambios.
En esta situación, los medios hacen las veces de vínculos
organizadores entre lo que el analista Roberto Grandi llama
el texto y el contexto, entre lo particular y lo general,
entre lo específico y lo amplio y diverso, dejando
insinuar en sus formas y contenidos las lógicas políticas
y económicas que gobiernan el tejido social de la provincia.
En otras palabras: los medios de comunicación son fieles
reflejos de las lógicas culturales imperantes, y desde
esa impronta, diariamente contribuyen con su producción
a la construcción individual y colectiva de nuestras
identidades.
BIBLIOGRAFÍA
SEMPRINI, Andrea. Dilución del Consumo en la Vida.
El Marketing de la Marca. Paidos, 1995.
GARCIA CANCLINI, Néstor. El consumo sirve para pensar.
Revista Diálogos. N° 30, 1991.
GRANDI, Roberto. Texto y contexto en los medios de comunicación.
Bosch, 1995
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