En la historia del arte argentino uno de nuestros primeros gestores fue Eduardo Schiaffino, quién en 1876 fundó la Sociedad de las Bellas Artes y 20 años más tarde logrará que se funde el Museo Nacional de Bellas Artes, del cual fue su director. Como dice María José Herrera, la gestión surge del "descontento con las instituciones (que es), uno de los motores de la movilización de los artistas para autogestionar su discurso". En el contexto de Schiaffino estaba todo por hacerse, ya que no había institución artística a la cual oponerse, sino puro construir.
Hoy, pasados 117 años, la situación es altamente diferente: a grandes rasgos se puede decir que el campo artístico está conformado tanto por instituciones de gestión estatal como por "instituciones" de gestión independiente. De hecho hace un mes se produjo en la ciudad de San Juan, en el Museo Franklin Rawson, el II Encuentro Nacional de Artistas Visuales y Curadores con Proyectos de Gestión cuyo objetivo general fue el "intercambio de relatos sobre el actual desarrollo de las diversas escenas en las artes visuales del país, la presentación, el debate y la reflexión sobre proyectos de gestión y curaduría llevados a cabo por artistas, y su relación con las instituciones." (1)
Dice el diccionario de la real academia española con respecto al término "encuentro" que este es el "Acto de coincidir en un punto dos o más cosas, por lo común chocando una contra otra." De este coincidir en espacio y tiempo surge un choque que puede no ser entendido en un sentido negativo sino por lo contrario como dos partículas que al chocar producen una tercera, que también podrían ser cuarta, quinta, sexta, etc. Posibilidades que se abren en el encuentro con el otro, en el ponernos en discurso y enfrentarnos a una narración diferente de la nuestra; encontrar en ese impasse un lenguaje que abra posibilidades no pensadas por ninguno de los involucrados y que nace allí, en el intersticio.
La gestión surge ante un contexto que no reúne la totalidad de lo que uno espera del ámbito, en este caso artístico. La misma, "(…) en tanto estrategia, consiste en poner en acción ideas, recursos, personas dentro de un marco de coherencia interna para satisfacer demandas externas. Si la coherencia interna no se mantiene, la organización se desmembra." (2). Puede ser tanto gestión estatal como independiente, pero ambas deben ser conscientes de su rol social, de cómo no sólo ponen en circulación y/o producen obras sino también generan definiciones de arte. Kosuth (3) decía que toda obra de arte es una definición de arte; de la misma forma esta circulación de obras-ideas también producen una definición de arte. De allí la pasión del debatir, y de allí la importancia de hacerlo, del choque, del darnos cuenta de que todos estamos equivocados y no, de que hay algo que se nos escapa y en el choque se hace un poco más asible.
Laddaga al referirse al arte contemporáneo habla de "autoría compleja" (4) pues se difuminan los límites entre el autor y el espectador (¿el que especta?); pero hay que reconocer que dicha autoría compleja también se da en la gestión, pues en estos encuentros precisamente surgen ideas nuevas, resultado de las colisiones, de lo que nos inspira el vínculo con el otro.
Más allá de las asperezas y diferencias entre gestores, autogestores y al interior de ellos mismos, lo fundamental es reconocerse como actores activos del campo cultural y construir responsabilizándose de los enunciados propios, y de cómo abrimos los espacios para que el otro ingrese y construya y nos construya.