Universidad Nacional de San Juan - Argentina - Julio 2007 - Año IV - Nº 29

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Argentina como tema filosÓfico

¿Qué somos y qué queremos ser?

EL ECONOMISTA PAUL SAMUELSON, PREMIO NOBEL DE ECONOMÍA EN 1970, DIJO ALGUNA VEZ QUE EN EL MUNDO SÓLO EXISTEN CUATRO TIPOS DE PAÍSES: LOS DESARROLLADOS, AQUELLOS EN VÍAS DE DESARROLLO, JAPÓN Y LA ARGENTINA.  EN EFECTO, NUESTRO PAÍS REPRESENTA UNA PARADOJA DIFÍCIL DE COMPRENDER, Y NO SÓLO POR SU HISTORIA ECONÓMICA. PARA EL DR. FEDERICO SCHUSTER, DESPUÉS DE LA CRISIS DE 2001, HA LLEGADO EL MOMENTO DE PREGUNTARSE QUIÉNES SOMOS  Y QUÉ QUEREMOS SER COMO PAÍS; Y PARA ADENTRARSE EN EL DESAFÍO DE ENCONTRAR RESPUESTAS A ESOS INTERROGANTES, LA PRIMERA TAREA ES RECUPERAR LA POLÍTICA COMO ESPACIO PRÁCTICO Y ACEPTAR QUE TODO ORDEN SOCIAL INCLUYE EN SÍ MISMO LOS CONFLICTOS.

conferencia realizada durante las actividades previas al SCIEF, en junio de 2007

Federico Schuster (Argentina)

Decano de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires (UBA).
Doctor en Ideología y Análisis del discurso (University of Essex, Reino Unido). 
Profesor regular asociado de Filosofía y Métodos de las Ciencias Sociales de la Carrera de Ciencia Política, Facultad de Ciencias Sociales (UBA).
Profesor de posgrado en la UBA y profesor visitante de posgrado en diversas universidades nacionales.
Director del proyecto “Nuevas subjetividades políticas en la Argentina. Un estudio comparado de las organizaciones piqueteras a partir de la crisis de 2001”. Programa UBACyT para equipos de investigación científica.
Director del proyecto “La acción colectiva y la construcción de la ciudadanía. Las transformaciones de la protesta social en la Argentina democrática (1989-1998)”.
Entre sus publicaciones se destacan: “Tomar la palabra. Nuevas formas de protesta social en Argentina”, Buenos Aires, 2005.
“La trama de la crisis. La protesta social en la Argentina 2001”, Buenos Aires, 2005.
“Filosofía y Métodos de las Ciencias Sociales”, Buenos Aires, 2002.

Filosofía y política

Hacía mucho tiempo que en este país no se veía un interés legítimo y genuino por el pensamiento y el conocimiento como se ve hoy. Legítimo y genuino en la medida en que no ha aparecido como una moda intelectual, sino que aparece en términos de una auténtica y real necesidad de entender el mundo en que vivimos, de resituarnos a partir de una crisis tan fuerte que ha sido un verdadero terremoto que sacudió el piso de nuestras certezas sobre el que caminamos durante bastante tiempo. En tal sentido, la pregunta sobre la relación entre la filosofía y el poder político es una pregunta compleja, es una pregunta que tiene una larga historia.

La política no es una técnica ni un campo de especialización. La política es un espacio práctico, es la dimensión en la que todos los miembros de una comunidad podemos participar, porque vamos a discutir cómo queremos vivir en conjunto. Esa es la pregunta fundamental, ¿cómo vamos a vivir?, y a partir de esa pregunta, todos los que estamos involucrados en ello tenemos el derecho y en algún sentido el deber de participar y comprometernos. Elegiremos entre nosotros aquellos que juzguemos más capaces, más preparados o más cerca de lo que queremos lograr en términos de la representación del bien, que entre todos podamos construir. Siempre hay filosofía en la orientación del gobierno, siempre hay un sistema de supuestos que orienta un determinado ideal del orden social, de la constitución de las relaciones entre los seres humanos, de la vinculación entre quienes gobiernan y quienes son gobernados. Siempre hay una dimensión filosófica que puede ser explícita o implícita. Muchas veces es implícita, porque no está expresa para quienes vivimos en la sociedad, pero tampoco lo está para quienes les toca la responsabilidad de conducir una nación, una provincia, una ciudad o una organización social determinada. Es en este sentido, en el que la filosofía se hace urgente, se hace prioritaria en la medida en que podamos desnudar los supuestos sobre los que estamos trabajando, y entender qué modelo de sociedad, de autoridad y de gobierno estamos asumiendo, por voluntad propia o porque sin darnos cuenta nos hemos parado sobre un determinado carro que nos está conduciendo hacia determinada forma de ordenamiento de la vida colectiva.


Obra parte de la muestra colectiva “Pensar Mirando”, expuesta en las sedes del SCIEF, San Juan, 2007. Pertenece a Hugo Vinzio Rosselot (pintura en lienzo).

La filosofía, una herramienta para construir un proyecto de país

Quiero plantear algunos casos interesantes sobre lo que ha venido sucediendo en este país y que desafían al pensamiento filosófico, pero de un modo que muestra en qué medida el pensamiento filosófico no es una reflexión de segundo o tercer nivel, ajena a nuestras vidas, sino que tiene que ver con la capacidad de constituir un proyecto auténtico de país en esta Argentina en la que vivimos. En este sentido, se me ocurría pensar en lo que los retóricos llamarían un oxímoron. La Argentina es, en algún sentido, a partir de lo que ha venido sucediendo, un autentico laboratorio filosófico. ¿Por qué digo que es un oxímoron, una combinación imposible, como un circulo cuadrado? porque sabemos que la filosofía es una disciplina argumentativa, no es una disciplina empírica, y la idea de laboratorio es un espacio de producción de conocimiento empírico. Permítanme jugar con la idea de que hay laboratorios filosóficos, es decir que hay mundos concretos en lo que se experimentan las tensiones del debate y el pensamiento de las grandes cuestiones que aborda la filosofía. Yo tomaré tres puntos importantes: la representación, el conflicto y la Argentina como tema.

La representación

La Argentina, en el orden social, económico, cultural y especialmente político, vivió desde el 2001 para acá una situación de desestructuración. La crisis, anunciada y estudiada largamente por muchos autores desde todas las áreas mencionadas, nos llevó a una pérdida de ciertas certezas respecto de cómo se constituían las formas políticas en una democracia representativa como la que nosotros tenemos. Es por eso que en un mundo desestructurado, en el que se pierden las reglas básicas que ordenan esas certezas que nos guían, la filosofía y el pensamiento en general asumen una especie de necesidad y urgencia. Es impresionante ver como lo que muchas veces afecta a una sociedad, incluso más que la pobreza y el desempleo, es la pérdida del sentido que ordena nuestra vida, que da expectativas y que genera la posibilidad de establecer dónde estamos parados, hacia dónde vamos y cómo ordenamos el camino de nuestra propia persona; pero también de la gente que nos rodea y, sobre todo, la construcción del futuro de nuestros hijos. Esta pérdida de sentido que nos afectó de diversas maneras en la crisis de 2001 se ha visto manifestada en la dimensión de la representación. Todo el mundo se pregunta: ¿se ha recuperado la política?, ¿la gente vuelve a creer en la política?, ¿qué pasó de 2001 para acá?
En diciembre de 2001 y los primeros meses de 2002 un diputado no podía salir a la calle porque era objeto de situaciones de violencia. Había una enorme agresividad en muchos sectores sociales poniendo en la figura de cualquier funcionario político una gran cuota de frustración y de responsabilidad respecto de la crisis del país. En ese sentido, obviamente, hubo una fuerte ruptura de los mecanismos y de los lasos de representación que, de algún modo, parecen haberse ido reconstituyendo en este tiempo. Hay que tener en cuenta que la representación es una cuestión empírica, pero es, sobre todo, una cuestión filosófico política respecto de cómo se constituye el vínculo que permite atribuir autoridad.
Una base fundamental de la constitución del orden político es la relación que se da entre autoridad y obediencia; en general, esta segunda parte se menciona poco, pero es parte constitutiva de ese lazo. Si no reconozco a la autoridad y la autoridad emite una norma que yo debo seguir, la legitimidad de esa autoridad me lleva a asumir la obediencia a esa norma. Si no hay esa relación de autoridad y obediencia que requiere, fundamentalmente, dimensiones de legitimidad, en algún momento el lazo se resquebrajará y lo que habrá es una crisis de orden social, que llevará a que los sujetos no quieran asumir ningún tipo de respeto para con las formas del orden social dado.
No cabe duda de que aprendimos amargamente a lo largo del tiempo, y quizás con demasiada demora a partir de lo que fue la experiencia de la Argentina de 1983 para acá, que la representación no es una instancia asumida a través del voto ciudadano, que queda en el momento del voto instalada en el cuerpo del representante hasta la siguiente votación. Esto de la instancia de la representación parecía suponer que no existen los tiempos contemporáneos en la relación entre representante y representado.

Hoy, ya nadie o cada vez menos gente vota en términos de una sensación de plena representación. Cuando cada uno de nosotros vota, lo hace diciendo “voy a votar a tal, porque me gusta” o, hasta una de las formas más discutidas en este sentido, cuando dice “yo voy a votar al menos peor”. Pero pensemos en la forma de votar en la que hay una afirmación positiva de voto; aun así, esa afirmación positiva ya difícilmente se conjuga con lo que en algún momento se daba como una identidad política plena. La identidad política plena era anterior al voto, entonces, uno votaba en función de esa identidad, eso se ha ido diluyendo. Esto no quiere decir que nunca hubo conflictos de representación, pero antes el que era peronista votaba a los peronistas y el que era radical votaba a los radicales. Esto se daba porque había una identidad previa y esa identidad era parte constitutiva de la definición del propio sujeto que actuaba en política. Todo esto ha entrado profundamente en crisis. Se ha generalizado esta idea del ciudadano que toma decisiones en cada contexto y que puede votar a distintas fuerzas políticas en distintas elecciones, que elige, analiza y evalúa, lo cual tiene elementos muy positivos con respecto a la complejidad y la responsabilidad del ciudadano en el voto, pero también posee elementos negativos en torno de la capacidad de constitución sostenida de fuerzas políticas que trasciendan un determinado momento electoral.

Estamos viviendo una idea de representación que se ha trastocado y que en términos de las prácticas políticas que conocíamos ha desafiado lo que sabíamos hacer. Esto nos lleva a la necesidad de buscar nuevas formas que atiendan la voz del otro que permitan escuchar lo que los sujetos sociales demandan y requieren. Actualmente esto se da en los gobiernos municipales, a medida que uno va creciendo en complejidad y en tamaño en las instancias de administración se hace obviamente más difícil, pero eso también nos hace pensar en qué medida la importancia que tienen hoy las instancias locales, municipales, auto organizadas, cooperativas y organizaciones vecinales, que de algún modo son los modos en que los gobernantes y las autoridades pueden ir encontrando los mecanismos a través de los cuales generan instancias de participación.
Principalmente, lo que tenemos que pensar es que no vamos a encontrar una recomposición del concepto de representación sólo en la construcción de los experimentos que podamos ir haciendo día a día para generar estos mecanismos de puente respecto de los ciudadanos interesados y preocupados. Además, al mismo tiempo, tenemos que tener en claro en qué medida hemos cambiado el concepto de representación y en qué medida estamos redefiniendo una idea de representación que ya no es la idea clásica del reflejo del ciudadano.
Entonces me parece que lo que hemos vivido con dolor en la Argentina es la crisis de una idea, de un concepto profundamente filosófico, de una enorme profundidad filosófica y que sin embargo estaba encarnado en nuestras prácticas y nos costó muchísimo entender que debía ser cambiado y transformado para poder pensar y actuar de otra manera en relaciones que la propia sociedad se encargó de poner en cuestión. Esto también nos lleva a una segunda dimensión, el conflicto.

Textuales de Federico Schuster

“Es necesario que Argentina tenga una mirada estratégica, porque no podemos pensar que vamos a vivir de la soja eternamente. Es un riesgo pensar que las ventajas comparativas del presente se van a mantener para siempre. Hay que aprovechar el momento pero generar condiciones para que el futuro no nos encuentre otra vez con una crisis fenomenal. Lo interesante es analizar cómo el país va a debatir las grandes cuestiones con EE.UU. Si no tiene capacidad de discutir cómo lograr introducir su producción agropecuaria en un mundo donde las grandes potencias vienen subsidiando su producción interna. Sólo puede lograrlo en bloque”.

“En 2002 la posibilidad de reconstituir el orden institucional aparecía como algo remoto. En el 2003 Kirchner gana y comienza a desarrollar una política sumamente agresiva de gobierno, con decisiones profundas y capacidad de mando. Así logra ganar cierta legitimidad social, convirtiéndose en el presidente que recuperó lo imposible: la posibilidad de gobierno”.

“Hoy la política en la Argentina está vaciada de contenidos. Si bien hay expectativas de que se está mejor, esto es muy endeble. Si no hay una redefinición de la política, vamos a volver a vivir la crisis”.

“Los que tienen poder en la Argentina debieran tomar nota de que no se puede hacer cualquier cosa. No es que los duendes del 2001 se hayan vuelto sumisos, sino que reaccionan en situaciones extremas”.

El conflicto

El conflicto es uno de los grandes debates de la filosofía política con efectos en la teoría política empírica. ¿Es posible pensar una sociedad sin conflicto o el conflicto es constitutivo de cualquier orden social?. Esto que pareciera una cuestión absolutamente abstracta, hoy aparece como fundamental en cualquier dimensión de la práctica política. Si bien es cierto de que no hay una respuesta absoluta porque únicamente podemos hacerlo en términos empíricos sobre la base de la experiencia conocida, en términos filosóficos, hoy debemos asumir la necesidad de pensar cómo se vive, cómo se trabaja y se actúa políticamente en una sociedad donde el conflicto aparece encarnado y constitutivo. Lo que tenemos que pensar es que todo orden social de alguna manera incluye en sí mismo al conflicto. Me parece que también, con dolor y dificultad, estamos aprendiendo políticamente que tenemos que encontrar mecanismos, no de eliminar ni anular el conflicto, sino por el contrario de reconocer el conflicto y encontrar como se constituye una política posible, que produzca efectivamente sentido y constitución de un orden social legítimo dentro del cual se acepte que habrá producción de conflictos. Es decir, los conflictos son parte de las instituciones, son parte de las formas de cualquier relación de orden social y en este sentido, lo que en algún momento desde nuestra constitución democrática creímos que era la necesidad de pensar que la propia democracia generaba los mecanismos de resolución del conflicto, hoy entendemos que, por el contrario, la relación entre conflicto y autoridad, conflicto y gobierno, conflicto y orden político es una tensión permanente en la que hay que aprender a manejarse. Además, es necesario analizar cómo uno puede a partir de estos puentes y esta nueva idea de representación, partir de un primer paso, que es prestar atención al conflicto, y trabajar en un orden que no lo alimente, pero que entienda que podemos convivir debidamente en el reconocimiento de las demandas, intereses y necesidades.

Argentina como tema filosófico

¿Qué clase de tema filosófico es la Argentina? Diría que los grandes pensadores de la segunda mitad del siglo XIX no pensaban que lo fuera. La Argentina fue un tema filosófico en los libros de grandes intelectuales de este país; porque la filosofía durante mucho tiempo, es cierto, no era la filosofía académica que presentaba “paper” en congresos o que entraba en debates con los especialistas de todo el mundo, no era la que alguna vez llamó Francisco Romero la filosofía normal, era más bien lo que podríamos llamar un pensamiento filosófico. Pero digamos que ese pensamiento filosófico en el siglo XIX se ocupó de la Argentina, es decir, pensó el estado, la nación, la república, el pueblo, la sociedad, la patria…

Todos estos conceptos no son menores y hoy, a partir de esta dinámica de crisis que hemos planteado, de esta forma en que la sociedad se redefine y obliga a redefinir el modo en que se gobierna y desafía las prácticas como sociedad y las prácticas como orden político, nos obligan a repensar estas ideas. Esto es cómo vamos a vivir de aquí en más, cómo queremos vivir, en definitiva somos un país, vivimos juntos, cómo queremos vivir juntos, qué tipo de sociedad queremos. La vieja pregunta de la polis que da origen a la reflexión política es una pregunta de enorme vitalidad en el presente para nosotros. Cuando pensamos cómo se va a vincular cada una de nuestras regiones, de nuestras provincias entre sí. No hemos sabido encontrar un modelo que vincule, con el respeto debido, un modo integrado y al mismo tiempo productor, y que acepte la diferencia, incluyéndola en un modelo de diálogo común a lo que es este país federal y muchas veces tampoco federal. Cómo vamos a vivir con nuestros vecinos, en qué medida hay una reactualización bajo nuevas formas del proyecto Bolivariano y Sanmartiniano; en qué medida el desafío de Sudamérica, de América Latina y de un nuevo orden mundial nos desafía a pensar en qué somos y cómo queremos vivir, qué patria vamos a construir, esto es: qué territorio, qué mundo, qué forma de vida le vamos a dejar a nuestros hijos como herencia. Esta pregunta, que quizás sea una de las preguntas fundamentales que hoy nos tenemos que hacer, como pregunta práctica para construir nada más y nada menos que el futuro, es la gran pregunta filosófica del presente. ¿Qué somos y qué queremos ser, Argentina?

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