Universidad Nacional de San Juan - Argentina - Julio 2007 - Año IV - Nº 29

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Entrevista a NicolÁs Casullo

Argentina:
un gran laboratorio para la filosofía

PARA EL PENSADOR NICOLÁS CASULLO, EL ENCUENTRO FILOSÓFICO DE SAN JUAN SE DA EN UN MOMENTO MUY OPORTUNO PARA EL PAÍS; ASEGURA QUE HABIENDO SUPERADO LO PEOR DE UNA CRISIS HISTÓRICA, LOS ARGENTINOS ASISTIMOS HOY A UN DEBATE QUE ENFRENTA A DOS GRANDES PERSPECTIVAS DE DESARROLLO: “LA DE AQUELLOS QUE BUSCAN CEÑIR EL CURSO DEL PAÍS A UNA DOGMÁTICA EXCESIVAMENTE REPUBLICANA DE CORTE LIBERAL Y AQUELLOS QUE PLANTEAN UN DESARROLLO A LA VIEJA USANZA LATINOAMERICANA, DE FONDO NACIONAL Y POPULAR”. Y EN ESTA DISYUNTIVA LA FILOSOFÍA NO PUEDE ESTAR AUSENTE.

Por carlos ureta
fragmento de la entrevista realizada para el programa televisivo entreparÁntesis

Nicolás Casullo (Argentina)

Escritor, ensayista, novelista
Investigador y profesor titular de las cátedras Historia de las ideas modernas e Historia del arte en la Universidad de Buenos Aires (UBA) y en la Universidad Nacional de Quilmes (UNQ)
Director de la Maestría de Comunicación y Cultura de la UBA
Miembro de la Comisión de Doctorado de la Facultad de Ciencias Sociales
Premio Konex 2004 Ensayo Filosófico

Director de la revista de crítica cultural y filosófica “Pensamiento de los Confines”.
Autor de los libros: “Comunicación, la democracia difícil” (1985), “El debate modernidad-posmodernidad” (1989), “Viena del 900, la remoción de lo moderno” (1990), “Itinerarios de la modernidad” (1994), “Modernidad y cultura crítica” (1998), “Sobre la marcha: política y cultura en la Argentina” (2004), “Pensar entre épocas” (2004), y las novelas “Para hacer el amor en los parques” (1969), “El frutero de los ojos radiantes” (1984) y “La cátedra” (2000).
Cuando se produjo el Mayo Francés, se encontraba en París. Producto de esa vivencia es el libro “París 68. Las escrituras, el recuerdo y el olvido”. Como otros tantos intelectuales del país, Casullo debió exiliarse en noviembre de 1974. Su primer destino fue Cuba, por cuatro meses. Caracas, Venezuela, fue su segundo destino en 1975. En 1976 viajó a México, donde vivió hasta 1983, año en que regresó al país.

-¿Cuáles son los límites de la relación entre política y filosofía?
-La relación política-filosofía siempre fue una relación compleja. La filosofía trata frente a cualquier otro discurso, ya sea religioso, estético, fijar lo que podríamos llamar una preocupación por la verdad. En ese sentido la política trabaja en otras dimensiones. Más ahora, donde la crisis de la política moderna se evidencia desde distintas perspectivas. Crisis de representación, crisis de los mundos simbólicos (donde la política está situada), crisis de los partidos, crisis de las ideologías. Es decir, crisis de la propia forma de lo político. La filosofía forma parte de este proceso, en términos de critica negativa o afirmativa, tratando de dar cuenta de cómo se vuelve a constituir la subjetividad y el sujeto político. Tanto aquí como en Francia, Italia, México aparece permanentemente esta nueva subjetividad metropolitana, masiva, que algunos las llaman multitudes, otros las llaman crisis de los sujetos antiguos mesiánicos y redentores que iban a provocar la revolución, crisis de los sectores medios en cuanto a reconstituir su forma de representación política. Entonces la filosofía tiene ahí mucha posibilidad y necesidad de intervención, tratando de debatir con la política. La política es mucho más pragmática porque está buscando permanentemente cómo resolver los conflictos.

-Además con una demanda de “eficacia” por su propia competitividad en términos de consenso...
-Sí. Muchas veces desde la filosofía se le exige a la política formas éticas que no puede responder, porque la política lo que procura para llegar a constituirse como tal es espacios de poder y retención de poderes. Frente a estas dos necesidades, muchas veces la filosofía es dura en la critica con la política, como ésta también es dura con respecto a la filosofía marcándole su ineficacia para incidir en lo real.

-¿Los intelectuales argentinos siguen sospechados o hay una revalorización?
-Desde Mariano Moreno en adelante, el intelectual siempre aparece como aquella capacidad crítica sospechosa de erosionar el poder político o de cuestionar en los momentos inconvenientes o de no procurar realmente la constitución de una hegemonía. El intelectual aparece como un intruso. Desde esa perspectiva, creo que esa misma sospecha valida la posición del intelectual, porque es aquella conciencia autónoma -que no significa desligada de alguna política- pero que es capaz de criticar lo propio y lo ajeno y de criticar su propio discurso, cuando este discurso aparece cuestionado por la realidad, cosa que la política es reacia a cuestionarse a sí misma en sus fracasos.

-Y los intelectuales también...
-Cuando se entra en crisis histórica uno se acostumbra a recostarse en el estamento político, pero la crisis es también del estamento intelectual. La política no estuvo a la altura de las circunstancias que le exigía el país hace algunos años, pero tampoco el sector intelectual. Lo que sucede es que los intelectuales están menos expuestos, por eso aparecen más “salvados” que el mundo político. Pero si uno hace una suerte de biografía de los últimos 15 años del universo intelectual, podríamos decir que ha dado ciertas respuestas, y que también se ha quedado en silencio. La universidad ha intentado participar, pero se han desintegrado muchas de sus variables, no ha sabido modernizarse o ha asumido modernizaciones que son contraproducentes para su propia tarea intelectual.

Los límites del consenso

-A veces, da la impresión que los debates equivocan la visualización de los problemas....
-Creo que estamos viviendo un gran eje de contradicción. Por un lado están aquellos que se plantean ilusoriamente o equívocamente la idea de consenso pensado desde la exclusión, es decir, entrar en consenso luego de excluir a los que no están de acuerdo con un determinado mundo de la república liberal, y los que plantean un proyecto nacional, a la vieja usanza latinoamericana. Es un proyecto o el otro. En este contexto, la idea de consenso aparece como un mito liberal que no responde realmente al conflicto; conflicto que se da en el campo educativo donde hay políticas confrontadas, que se da en la universidad donde hay proyectos absolutamente distintos y así sucesivamente. Soy partidario y creo profundamente que lo político es el conflicto y su resolución. Desde esa perspectiva, lo mediatico aparece creando un sentido común absolutamente negativo y pérfido, es decir, creando un sentido común donde todo aquel que plantee un tipo de queja, critica o protesta esta como arruinando o violentando inadecuadamente lo que seria una Argentina ideal, donde se junta todo el mundo y en una especie de escena utópica arregla el asunto, y eso no es así. La Argentina tiene proyectos divergentes, los ha tenido y la filosofía tiene que interpretar esta confrontación.

-¿Cómo intervendría la filosofía para ayudar a la reconstitución de lo político?
-Una de las variables que esta reinvención de la política tiene que darse como tarea en auscultar debidamente la sociedad argentina, que está tildada de muchas maneras. Algunos la tildan de soliviantada con enorme capacidad de queja y rebeldía. Otros plantean, al revés, que es una sociedad básicamente conservadora, que busca tener una suerte de paz social cueste lo que cueste. Aquí está en juego algo que la filosofía política también está pensando: de qué se tratan las nuevas subjetividades, hacia dónde apuntan las nuevas subjetividades. Porque antes teníamos los obreros que tenían una misión y un destino para cumplir; teníamos los sectores medios que, según lecturas de una determinada época se irían empobreciendo y se sumarían a los sectores proletarios; y teníamos los sectores oligárquicos. Era una determinada lectura, equivocada o no, y se actuaba en función de esa lectura que muchas veces parecía responder a la teoría. Hoy podemos decir que estamos en una situación absolutamente nueva.
La gran pregunta es: ¿de qué se tratan las nuevas subjetividades? ¿Cuáles van a ser los nuevos sujetos de la protesta y de la conformidad? ¿Estos nuevos sujetos van hacia una cultura de la liberación?, ¿hacia un cultura de corte neoanárquico o van hacia un proceso tipo nuevo fascismo?. Entonces aparece la problemática de la seguridad, la problemática del delito, la problemática de la droga, de la criminalidad, la problemática del miedo. Estas variables permanentemente nos están exigiendo una pregunta de corte filosófico o sociológico: ¿de qué se trata la sociedad ahora?. Estas sociedades que de pronto pueden conectarse mediáticamente con cualquier noticiero del mundo, enterarse al segundo de cualquier circunstancia en cualquier parte del planeta… son sociedades muy difíciles de pensar.

Todo es mediático

-Lo mediático metaboliza lo simbólico de una manera banal, efímera, con lo cual hasta el propio contrato social entra en juego porque es una cosa que el liberalismo no alcanza a responder.
-Totalmente, diría que lo que todavía no se ha hecho carne en el pensamiento crítico de una época es que no estamos en una edad donde los medios de comunicación son importantes, eso fue antes. Ahora estamos en una edad donde todo es mediático, donde es muy difícil pensar algo que no esté mediatizado por ese enorme poder; por lo tanto, es una época de una culturización extrema, de un momento cultural mucho más fuerte, que es propio de un momento político y social. Toda la política es imagen, mundo simbólico, formas de representar. Si aparece diez veces una foto piquetera, uno está en un determinado mundo, si aparece diez veces Tinelli, uno está en otro mundo; por lo tanto, la gran batalla que los pueblos están perdiendo es la cultural. Hoy el sentido común está mucho más situado en lo que planteó la derecha liberal que lo que planteó la vieja historia de lo nacional y popular.
-Y en ese juego también el propio Estado tiene problemas para garantizar los pisos de convivencia para desarrollar la actividad de los actores políticos y sociales.
-Por supuesto, acá vamos a otro tema donde la filosofía política tiene que pensar de qué manera lo mediático constituye no solamente el sentido común, sino cómo transforma ese sentido común en la verdadera derecha de la Argentina a través del mensaje que entrega. A lo mejor, inconscientemente, el movilero, locutor, periodista es el verdadero mensaje de la derecha por encima de lo que pueda decir Macri, Lopez Murphy o algún actor político, que en realidad es inescuchado. Si el locutor inicia el noticiero alarmado porque este delito que aconteció es la pauta del día, evidentemente está haciendo una determinada y muy concreta política. En ese sentido, toda la filosofía política tiene que plantearse los pormenores y las nuevas realidades de una sociedad mediática.

-Además, cuando uno solamente instala la pantalla y el individuo no sabe decodificarla, estamos haciendo la mitad del proceso que cuando aprendimos a leer y escribir.
-Totalmente. La televisión es aquello que se inaugura todos los días y que borra el ayer. La marca más fuerte fue el 11 de septiembre en Nueva York. De golpe la televisión transmitió esa monstruosidad y al mismo tiempo transmitió que se iniciaba un nuevo mundo, dando por supuesto que lo de atrás ya no existía, es decir, cortando la historia, interrumpiendo el contexto, eliminado lo que sería el contorno de lo que sucede. La escuela tiene que ser al revés, tiene que ser aquello que entre palabra escrita, palabra leída y reflexión, nos traiga a cuento todo lo que sucede. En este sentido podríamos decir que la escuela se tensa frente a eso.

La Argentina como laboratorio

-Después de todo lo que pasó a la sociedad argentina, ¿dónde está?
-La sociedad argentina es un objeto de laboratorio. Le han sucedido cosas muy fuertes: el exterminio militar, derrota militar en Malvinas, derrotas nacionales, crisis profundas en lo económico, traiciones ideológicas y políticas... Lo que ha acontecido sobre la sociedad argentina es un manifiesto, podríamos decir un ametrallamiento de sus identidades. Es muy difícil pensar cómo está surgiendo, aparece en términos de desconfianza, en términos de intención de que las cosas cambien, aparecen en tránsito hacia nuevas formas ideológicas y políticas, de derecha y de izquierda. Es fuerte la idea de cambio y es fuerte el fenómeno que se da cuando Juan Carlos Blumberg aparece y arrastra a cien mil personas pidiendo solamente un policía en cada esquina. Es decir, que es una sociedad que amalgama distintas variables y es muy difícil de pensar hacia dónde intenta hoy proyectarse.

-¿Cómo se sale, cómo se supera esta situación?
-Después de una crisis tan profunda como pareció ser la del 2001, no se sale rápidamente. Se puede salir políticamente y socialmente, pero culturalmente no. Eso que resulta de responderse ¿qué soy? ¿quién soy? ¿dónde estoy? ¿qué es este país? ¿qué pretendo? ¿por qué me quedo acá? ¿qué fue el pasado? Es decir, esas preguntas filosóficas no están respondidas, porque esas preguntas necesitan décadas para volver a reconstituirse de una manera fuerte.

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