Universidad Nacional de San Juan - Argentina - Julio 2007 - Año IV - Nº 29

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entrevista

“Los partidos políticos
no siempre son la política”

EN DIÁLOGO EXCLUSIVO CON REVISTA LA U, EL SOCIÓLOGO Y ESCRITOR HORACIO GONZÁLEZ ANALIZÓ LA REALIDAD DE LA POLÍTICA ARGENTINA Y LOS DESAFÍOS QUE DEBEN ASUMIR SUS DIRIGENTES ANTE UN PRETENDIDO CAMBIO EN EL UMBRAL DEL BICENTENARIO DEL PAÍS.

Por fabiÁn rojas

entrevistado
Horacio GonzÁlez (Argentina)
SociÓlogo, docente, investigador, ensayista y disertante
Licenciado en SociologÍa
- Universidad de Buenos Aires (1970)
Doctorado en Ciencias Sociales
- Universidad de San Pablo, Brasil (1992)

Sus participaciones, como conferencista o panelista, incluyen ”Televisión, filosofía y crítica cultural”, ciclo en la Casa de las Américas (Madrid 2000); “Arte y Memoria”, Universidad de Sao Paulo e Instituto Goethe (Brasil, 2000); “Seminario Borges y el Norte”, Universidad de Bergen, Departamento de Estudios Latinoamericanos (Noruega, 1999); “El ámbito de las nuevas sensibilidades, curso de Postgrado en Derecho de la Facultad de Ciencias Humanas de Santa Catarina, Florianópolis (Brasil, 1997); Congreso sobre “Literaturas y filosofías de fin de siglo”, Universidad de Yale, New Haven (Estados Unidos, 1996).
Sus últimos libros publicados son Filosofía de la conspiración (2004); Retórica y Locura, para una teoría de la cultura argentina (2002); La crisálida, dialéctica y metamorfosis (2001); La nación subrepticia, en conjunto con Eduardo Rinesi y Facundo Martínez (1998). Sus últimas investigaciones: Multitudes en la Argentina (UBACYT, 1998); Cien años de sociología en la Argentina (UBACYT, 2000); Usos sociales de la memoria (UBACYT, en curso).


-¿En la actualidad se debería profundizar y divulgar más sobre la diferencia entre política y partidismo?
-Es un viejo dilema. Los partidos políticos son necesarios pero al mismo tiempo tienen que transformarse. Primero, como indagación de sus propias fuerzas, de sus posibilidades y de su capacidad de inspirarse en nuevos temas de carácter contemporáneo. No puede imaginarse un país en condiciones de actuar en el sentido de la justicia sin partidos políticos sensibles, capaces de escuchar a la sociedad, desburocratizados. Al mismo tiempo es un dilema clásico, la política es un sentimiento general de construcción y relación entre los hombres y las cosas y los hombres entre sí. Por lo tanto, los partidos políticos no siempre son la política.

-Que existan muchos partidos no es sinónimo de mucha política…
-Hay una paradoja interesente y es que puede haber muchos partidos políticos y estar ausente la política, en el sentido del reconocimiento de las fuerzas colectivas, y puede haber un mundo político muy agudo, muy sensible, muchas veces sin el servicio de los partidos políticos. Esto me parece que hay que pensarlo para resolver la cuestión argentina en lo que el próximo capítulo de la vida nacional requiere.

-Estableciendo mejor aquella diferencia, ¿la gente puede involucrarse más en la cosa pública?
-Siempre es preferible involucrarse en la cosa pública y al mismo tiempo ese involucramiento está directamente ligado a la capacidad de recrear la vida política. Un poco porque hay que lidiar con los medios de comunicación, que son un lenguaje nuevo, muy poderoso, y no siempre comprensibles. No es verdad que no se comprenda la filosofía, a veces no se comprende lo que dicen los fáciles medios de comunicación. Por eso la política carga con un gran desprestigio. Esto no es bueno para ninguna sociedad.

-Pero a veces los dirigentes hacen lo suyo para que exista ese desprestigio de la política…
-Cuando vemos el ejercicio real de la política percibimos que merece el juicio crítico que le dirigen las sociedades, de modo que es el momento crucial de reformar la vida política. Hay que mirar hacia los medios de comunicación y detentar el poder de crítica frente a ellos, porque si no el único enjuiciamiento proviene de los medios, y al mismo tiempo hay que escuchar con mucha más finura los reclamos de la sociedad.

-Hace unos días el filósofo José Pablo Feinmann escribió que ya no se puede hablar de la muerte de las ideologías, que lo que ha muerto en el siglo XXI son las ideas…
-Es un juego de palabras de Feinmann, a quien estimo y a quien no siempre sigo en sus juegos de palabras. El término ideología es del comienzo del siglo XIX, no fue una palabra que se usó siempre y probablemente hoy esté en decadencia en cuanto a sistema organizado de procedimientos, de esperanzas y de expectativas sobre el futuro. En ese sentido puedo coincidir. Pero ¿cuándo no hay ideas?, ideas hay siempre. Son manifestaciones de la relación del lenguaje con nuestras propias ansiedades que se ubican en distintos planos. Desde el plano más ceremonial, el discurso ante una lápida, hasta el plano más coloquial, una frase de amor.

-¿Se está haciendo un buen uso de esos enormes archivos de ideas y pensamientos que son las bibliotecas?
-La capacidad de usar una biblioteca es parte de la sabiduría popular. Al mismo tiempo a veces uno puede imaginarse que la lectura en todo el mundo está decayendo y otras que tiene nuevas oportunidades técnicas. Se lee de todas maneras y hay distintos planos de lectura. Las bibliotecas son artefactos muy complejos de la civilización, son como los estados. Si desapareciera una biblioteca es como si desapareciera el estado. Ni una cosa ni la otra son buenas pero hay que repensarlas permanentemente para que las bibliotecas no se conviertan en mausoleos por encima de las necesidades de los usuarios.

-En el día a día, ¿cómo se puede construir algo en pos del proyecto humano?
-El día a día es lo más difícil que hay porque no se arrastra con una enorme disculpa, puesto que no hay obligación de pensarlo de una manera crítica, precisa o culposa, incluso. El día a día, el minuto, ese grumo, esa burbuja diaria, incluso esta misma conversación deben obligarnos a reflexionar sobre lo que hacemos. Muchas veces la política al decir agenda, problemas de agenda y demás encubre con una frase vinculada al procedimiento el verdadero drama de la política, que es finalmente la relación entre la duda y la acción.

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Textuales de Horacio González

“Hay que renovar la forma de representación”
“Hay que renovar la forma de representación y pensar que sobre ese enorme vacío de representación puede venir una forma de política institucional adecuada. Pero no pensar que el 2001 no dejó nada, al contrario, vivimos bajo los efectos del 2001 y aunque son más calmos por un lado, por otro son más minuciosos y más implícitos, son tácitos”.

La burocracia y el lenguaje
“La burocracia de las instituciones comienza por ser una burocracia del lenguaje y comienza cuando el político se expone a la burocracia de su lenguaje. Es decir, actúa a través de slogan, o sea, de reglas y normativas. Cuando la política se convierte en administración sucumbe la política. Cuando la vida intelectual se convierte en academicismo sucumbe la vida intelectual”.

Políticos e intelectuales
“Quizás la relación entre políticos e intelectuales es una alianza de mutua exclusión del academicismo. Cuando no también del administrativísimo; de la idea de que la política sea meramente administración. Por lo tanto, para intelectuales y políticos rige el mismo dilema, la construcción de la política en un orden de ideas y de palabras”.

La retórica en los políticos
“Los políticos no avalan tener el ejercicio de la palabra retórica porque es el arte del convencimiento, y el arte del político es estar en el mundo”.

Creer
“¿Qué es creer? No es fácil decir qué es creer. Por supuesto en las religiones es fácil decirlo. De algún modo la creencia en las religiones pertenece al mundo más elevado, el mundo de la fe, del sacrificio. En el mundo político las creencias parecen manifestarse permanentemente. Pero si esto fuera así, en términos políticos se desploma, por eso la creencia es un fuerte don de fiebre interna, a veces indefinible. Pero cada uno sabe que puede ser el punto de partida de su propia presencia en el mundo de las relaciones políticas históricas o cotidianas familiares”.

Posicionamiento y creencia
“El posicionamiento es la creencia que viene después, no es la que tengo, sino lo que asumo de un discurso en el mercado político, por decirlo así. En cambio la creencia está antes, es aquella que pone hilo de nuestra biografía en un mundo más generoso hacia nosotros mismos”.

El nuevo camino de Argentina
“Harían mal los que piensan que la pesadilla (de la crisis) ya pasó. En primer lugar, porque no era una pesadilla, era el lugar donde las aguas se abrían. Y sabemos bien que las grandes tradiciones del pensamiento político dicen que cuando las aguas se abren evidentemente aparecen caminos inesperados. La Argentina está viviendo, en parte, ese camino inesperado”.

La crisis de 2001
“Se habla sobre el 2001 como un acontecimiento interpretable de tantas maneras que no todos participamos en el debate. Hoy hay una distancia de esos acontecimientos donde se desplomó cierta institucionalidad, que dejó de ser sostenida en creencia. La creencia colectiva se resquebrajó. Hay dos pensamientos en torno al 2001: un pensamiento tradicional que es ‘menos mal que se reconstruyó la institucionalidad y que aquí no pasó nada’; el otro es un pensamiento más adecuado, me parece. Es decir ‘la institucionalidad que se recupera a partir del 2001 tiene que tener en cuenta el 2001’”.

Democracia tumultuosa
“No hay reconstrucción de la institucionalidad si ésta no se hace sobre bases democráticas, y no se acepta el hecho de que esto es una democracia con una cuota de tumulto mayor que la que pueden tener otros países como Uruguay, Chile, Brasil. Hay una cuota de democracia tumultuosa y hay que aceptarlo, porque si no, no se reconstruye la creencia ni la institucionalidad”.

La educación
“La educación no tiene que ser el predominio de una vieja institución reglamentaria. Eso de algún modo se ha quebrado en la Argentina, tanto en la universidad como en la educación pública intermedia. El saber no puede ser efecto de la aplicación de reglamentos ni de formas de examinación. El examen y demás formas de comprobación del saber también están en crisis. Por lo tanto, pienso en universidades, escuelas que contengan en su interior este mismo drama, entre lo espontáneo del conocimiento social y entre el conocimiento como guía y el conocimiento con respecto de esas ideas anteriores. No puede haber conocimiento que no tenga algún tipo de establecimiento. Ese establecimiento es el educativo, con sus paredes, pizarrones, cuerpo de profesores. Y también el conjunto de conocimientos previos que se pueden elaborar, que presupone también metodologías abiertas y libres, suponen artesanías intelectuales, formas de lenguajes”.

El conocimiento
“El conocimiento nos hace libres, pero también es el lugar donde se aplican formas de imposición de coacción, por eso el conocimiento como red intelectual suena interesante, a condición de que no usen soportes de poderes para crear formas coactivas y de subordinación. Ninguno de nosotros está exento de eso”.

Política y religión
“En el caso del presidente Bush y en el caso de los grandes procesos populares de los países de Oriente, es evidente lo que está pasando e intentan un nuevo proyecto de fusión entre la vida religiosa y la vida política, que termina consagrando la figura del militante sacrificado. Es decir, el militante que sucumbe como una forma de martirio que revalida la existencia política y religiosa al mismo tiempo. El balance de todo esto es una tarea que nos debemos, en la cual la filosofía intimida como una auto interrogación. Desde el punto de vista contemporáneo esa interrogación individual y colectiva está en débito con esta situación en Argentina y en el mundo. Si no para qué serviría la filosofía, si sirve para algo que sirva para esto”

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