Las teorías pedagógicas de Saúl Taborda

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Por Elio Noé Salcedo*

Pensador, filósofo y pedagogo nacional del interior argentino (Córdoba), Taborda ha comenzado a ser estudiado con mayor frecuencia y profundidad en las últimas décadas. Aquí el autor realiza una interpretación de sus teorías pedagógicas.

Saúl Taborda fue –además del ideólogo de la Reforma Universitaria de 1918 junto a Deodoro Roca- un eminente pedagogo, que contó para su formación académica con perfeccionamiento doctoral en distintas universidades de Europa, donde conoció a descollantes figuras de la ciencia, la filosofía y la educación. Ello le permitió crear una teoría pedagógica reconocida internacionalmente. El mismo Eduard Spranger le llamaría “maestro de la pedagogía” (1).

Al conocer las “Bases y Proposiciones para un Sistema Docente Argentino”, Hernán Nöhl, profesor de la Universidad de Gottinger, le escribía a Taborda: “¡Qué satisfacción es ver nuestro pensamiento pedagógico reelaborado en una figura extranjera tan soberana y plena de espíritu!” (2).

Hay que advertir, no obstante -en coincidencia con su biógrafo-, que, en realidad, en Taborda “no existe una pedagogía sino dos” (3).

Después de perfeccionarse en las Universidades de Marburgo (Alemania), Zurich (Suiza), Viena (Austria), París (Francia) y pasar a Roma, en la Ciudad Eterna, Taborda escuchó directamente de labios de Giovanni Gentile –uno de los neohegelianos más importantes de Italia junto a Benedetto Croce- los fundamentos de su doctrina pedagógica, opuesta sin embargo a la concepción educativa de Taborda, quien como ideólogo de la Reforma de 1918 había dicho: “Las universidades antiguas enseñaban el derecho del rey y de la iglesia. Las de hogaño enseñan los derechos de una clase. ¿Cuándo vendrán los que enseñen los derechos del pueblo?” (4) (Y pensar que a Taborda se le endilga el mote de conservador y/o retrógrado por aquellos que dividen el mundo en izquierda y derecha).

En comprobación de que una mente soberana puede discernir entre lo bueno y lo malo para su país –siempre y cuando sea soberana y no esté colonizada, como fue el caso del cordobés-, Taborda encontrará en el alemán Fichte muchas de sus inspiraciones nacionales con las que enriquecerá su segunda teoría pedagógica, definitivamente nacional y no abstractamente “universal” como la primera.

La primera teoría pedagógica de Taborda

Al desarrollar su primera teoría “universal” y abstracta, Taborda “lo hace con prescindencia de las contingencias de tiempo y lugar”, y “parece afirmar un concepto sustraído a todas las relatividades”, como le reprocharía Alejandro Korn ya de vuelta de su positivismo pro europeo (5).

Mientras usted desenvuelve su teoría abstracta destinada a la salvación pedagógica de la Humanidad –argumentaba Korn-, yo evoco la imagen de una miserable escuela allá en Chinchigasta. Veo a la pobre maestra encargada de desasnar al hato de mocosos; recuerdo que se le deben diez meses de sus haberes…” (6).

De alguna manera, Korn le señalaba a Taborda la incongruencia y el despropósito de desarrollar una teoría pedagógica con pretendido carácter universal, sin atender lo que la realidad de cada día nos enseña en un país y un continente a mitad de camino de su realización, sin reparar en la desigualdad de condiciones que son un canto a las desigualdades de todo tipo, y que seguramente condicionan por lo mismo todas las teorías y presupuestos.

La teoría pedagógica nacional de Taborda

Al madurar con ojos nacionales su primera teoría pedagógica reconocida internacionalmente, Taborda descubre que “el ideal pedagógico” no puede ser una creación abstracta, arbitraria y externa al educando, sino propia de la “comunidad de interés” de educador y educando, puesto que ese “ideal” o “deber serdel educando es un producto social de la comunidad en la que se educa y para la que se educa: la comunidad modeladora del ideal pedagógico no es otra que la propia Nación o comunidad nacional.

Por ello criticará la educación universalista y en definitiva pro europea, pues “pretender como Sarmiento una “revolución” que no tenga en cuenta la (propia) tradición educativa, lleva a copiar modelos extranjeros que cargan con un “ideal de ciudadano” ajeno a nuestra idiosincrasia” (7).

Volvería así –después de haber aprendido y olvidado todo– a sus raíces y punto de partida.

Parafraseando a aquel Taborda de “Julián Vargas” (su primera novela, de 1916), donde lanzaba prácticamente un programa para las letras nacionales (8), podríamos preguntarnos con él, esta vez haciendo referencia a la educación, tan cargada de paradigmas foráneos y “globales”: ¿Es que nuestra realidad carece de interés? ¿Es que esta América no tiene temas suficientes para sus educadores y educandos? Ella que a través de sus materias primas llena los estómagos de Europa y el mundo, ¿no tiene su propia alma para enseñársela a sus hijos? ¿No son dignos de sus programas de estudio, sus propios intereses y necesidades y el estudio de sus dificultades? ¿Y sus talleres y sus fábricas, y sus colonias agrícolas y sus campos, ¿no suplican con ansias mayor dedicación en nuestras aulas? ¡Es necesario! ¡Hay que reelaborar cual alimento diario y nutritivo la educación argentina: y hay que cocinarla a la luz y el calor de nuestro propio sol latinoamericano! No olvidemos que a Saúl Taborda pertenece la propuesta de creación de la Universidad Latinoamericana.

* Diplomado en Historia Argentina y Latinoamericana.

(1) Ferrero, R. A. (1988). Saúl Taborda. De la Reforma Universitaria a la Revolución Nacional. Córdoba: Alción Editora, pág. 111; (2) Ídem; (3) ídem, pág. 109; (4) Ídem, pág. 96; (5) Ídem, pág. 111: (6) Ídem, pág. 112; (7) Sarmiento y el ideal pedagógico; (8) Ferrero, Ob. Cit.,  pág. 37.