Hacia la eficiencia energética en la industria del vino

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Como arquitecta, la Dra. Alba Ramos estudia la parte edilicia de una bodega de vino para lograr ahorro energético. Cuenta con investigaciones sobre el tema y recientemente viajó a Madrid para realizar estudios comparativos. Menciona estrategias viables para ahorrar. “Estamos hablando de estrategias reales, no es teoría”, afirma esta investigadora de CONICET con lugar de trabajo en un Instituto Doble Dependencia UNSJ – CONICET.

Por Fabián Rojas

   Luego de recibirse de arquitecta en la Facultad de Arquitectura, Urbanismo y Diseño de la UNSJ, Alba Ramos comenzó a trabajar como representante técnica en bodegas de vino, haciendo habilitaciones. Así fue tomando contacto cercano con aspectos del trabajo de empresas vitivinícolas y se involucró en estudios de impacto ambiental de esas unidades. De allí surgieron sus inquietudes para realizar su tesis doctoral. Desde hace una década Alba es doctora en Arquitectura. Y hoy continúa abocada a investigaciones en temáticas relacionadas con la producción de bodegas de vino. Más precisamente, hoy el foco está puesto en el ahorro energético en la elaboración de vino, pero sin resentir la productividad. Eficiencia, que le llaman.   

Envolventes

   “Como arquitecta, mi objeto de estudio para la eficiencia energética es la parte construida, la parte edilicia, de la bodega. No trabajo sobre la eficiencia energética del proceso de vinificación. Lo que se hace en arquitectura en esa parte es analizar las envolventes, como hacemos con cualquier edificio. En una bodega, se analizan dos envolventes. Una es la envolvente propia del tanque, por ejemplo, de acero inoxidable, que no tiene resistencia térmica, que es de metal. La otra envolvente es la mayor, que es la del galpón”, explica la doctora en Arquitectura Alba Ramos, investigadora del CONICET y con lugar de trabajo en el Instituto Regional de Planeamiento y Hábitat (IRPHa), Unidad de doble dependencia UNSJ – CONICET.

Dra. Alba Ramos: «Un 60 por ciento de energía en bodega se destina para el proceso de fermentación del vino».

Fermentación 

   La investigadora señala que el proceso de vinificación tiene mucha demanda energética durante la fermentación. Necesita frío. La fermentación se lleva a cabo en verano y otoño, que en San Juan es una larga época cálida. “Entonces cuando hay tanques de metal que por su capacidad no pueden estar en un galpón y están a la intemperie, ahí entran a jugar otros factores ambientales como la radiación solar y los vientos que aceleran el intercambio térmico con el clima. Los vinos más finos fermentan a temperatura más baja y tienen un proceso más largo, con varios días de fermentación”, apunta Ramos, quien se centra sobre todo en el ahorro energético en el proceso de fermentación.

   En grandes volúmenes expuestos a la intemperie y con una envolvente como la metálica, la de acero inoxidable, se genera gran demanda energética. “Hace algunos años -destaca Ramos- por un curso realizado se relevaron varias bodegas de San Juan. Ahí surgió el dato de que un 60 por ciento de energía en bodega se destina para el proceso de fermentación del vino”.   

Ahorro y control

   Hay envolventes tradicionales como las piletas construidas en mampostería de ladrillos y las de hormigón armado -más contemporáneas-, que permiten ahorro. La investigadora resalta que no es lo mismo fermentar dentro de un tanque de acero inoxidable que dentro de una pileta de ladrillo. “Los sistemas con tanques de acero inoxidable permiten el control de la temperatura en el proceso de fermentación y eso permite no perder la producción. Quizás el mismo tanque debería estar aislado y haría que el sistema sea mucho más eficiente. Un ahorro de energía del 15, del 10 o del 5 por ciento en esa instancia de fermentación es importante. Se puede proyectar un aislante de polímero”, sostiene Alba.

Píntalo de blanco

   La investigadora de CONICET tiene abordajes de la temática en investigaciones como la titulada “Etiquetado Energético Integral para Envolventes de Uso Industrial. El caso de la vinificación”. Pero ya en su tesis doctoral había analizado diferentes estrategias de ahorro. Por ejemplo, con cuánto incide el color de la envolvente, no sólo para la fermentación sino también en la conservación. También, cuánto incide el material de la envolvente, o cuánto si está en la intemperie o bajo la sombra. “Estas comparaciones las hice y llegué a la conclusión de que se consigue un ahorro por ejemplo con solamente pintar de blanco los tanques de metal (de acero negro). Hay bodegas que lo hacen”, dice.

Tradición e inercia térmica

“Si una tuviera que ser más estratégica para ahorrar energía, debería usar para fermentar una vasija con mayor inercia térmica, que es lo que tienen las de hormigón armado, de ladrillos y algunas vasijas de adobe”, enseña Alba. La inercia térmica se puede explicar así: un muro de hormigón o ladrillo tiene mucha materia sólida y poco aire, lo que lo hace de una alta densidad, y entonces tiene muchas partículas sólidas capaces de acumular el calor. Si un muro denso es más delgado, menos inercia tendrá al tener menos masa y el efecto se nota en que rápidamente transmite el calor entre sus superficies exterior e interior. O sea, si el muro de la envolvente es más grueso, menos calor pasa al interior de la vasija o pileta y más fresca puede mantenerse la uva fermentando.

Estrategias

Si bien las energías alternativas como la solar o fotovoltaica son amigables con el ambiente o sustentables, no es menos cierto que son sistemas costosos en lo económico. Incorporar a la unidad de producción un sistema así está dentro de lo que se denomina “Estrategia Activa” para ahorro energético. “Desde la arquitectura nos encargamos de abordar la parte edilicia y optimizar la envolvente para lograr ahorro. Ahí entran las estrategias pasivas, como utilizar un galpón disponible y hacerle mejoras edilicias para ahorrar energía eléctrica. Hay veces en que a una vasija se la recubre con un aislante como telgopor de unos dos centímetros de espesor y se logra un ahorro hasta del 60 por ciento. La inversión en energía solar es mayor que la requerida para optimizar una envolvente”, subraya Alba Ramos.

    El trabajo de la investigadora apunta así a generar una disminución en la demanda de energía sin resentir la productividad, y eso termina impactando positivamente en la inversión que realiza el Estado en energía. Por ello, Ramos insiste: «Existen formas de reducir la demanda energética de manera eficiente y son viables económicamente. Estamos hablando de estrategias reales, no es teoría. Lo he abordado empíricamente. A la persona le conviene en el aspecto energético, en el ambiental y en el económico”.

Para consultas con la Dra. Alba Ramos: aramossanz@faud.unsj.edu.ar

San Juan, Madrid y el trabajo en bodegas

La doctora Alba Ramos viajó a Madrid, España, recientemente con el objetivo de compartir e intercambiar información con personas de la agronomía de aquel país. “Por mi parte, he desarrollado en San Juan la temática del análisis de la eficiencia energética de las envolventes industriales. Abordo las instancias de fermentación y conservación. En Madrid, los agrónomos con los que estuve enfocan su estudio en lograr temperaturas adecuadas de la conservación. Abordan la parte pasiva para la conservación del vino. Pude darme cuenta de que en España las bodegas se parecen mucho a las de acá, con tanques que son productos industrializados que los venden acá, en España, en Italia. Las demandas de energía en bodegas casi siempre son del 60 por ciento, como sucede en San Juan. El clima de la zona de vitivinicultura en los alrededores de Madrid se parece al de las zonas de vitivinicultura de aquí. Hay similitudes en los sistemas de producción del vino, en su conservación y en las demandas energéticas. Quizás se enfocan más en los equipos, en buscar los de mayor eficiencia, pero no tanto en mejorar las condiciones de la envolvente. Ellos pueden aportarnos sus avances en materia de conservación del vino y desde acá se les puede aportar la parte de fermentación”.