Antecedentes liberales de la Reforma

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En esta tercera nota en conmemoración de la Reforma de Universitaria, el autor reflexiona sobre una de las raíces del movimiento estudiantil de 1918, que complementa una visión integral de ese movimiento provinciano, nacional y latinoamericano.

 

Por Elio Noé Salcedo*

A comienzos de la década del 70 del siglo XIX, la alianza entre federales y liberales en Córdoba había conformado un comité universitario llamado Comité o Club de la Juventud, que fue el que lanzó antes que nadie la candidatura presidencial del provinciano Avellaneda, opuesta al mitrismo porteño (1). Consecuentemente, el mitrismo no tardaría en unirse con el sector menos liberal y más reaccionario de Córdoba, con el fin de combatir al gobernador renovador Miguel Juárez Celman.

La aparente contradicción dentro del liberalismo argentino descubre una realidad histórica incontestable: el liberalismo provinciano y/o nacional no obedecía a los mismos fundamentos del liberalismo porteño y antinacional. Los intereses geopolíticos de este último estaban ligados a un territorio limitado (la ciudad-puerto y la pampa húmeda) y a los intereses de una clase social ligada prioritariamente al comercio exterior y al interés extranjero; en cambio, el liberalismo provinciano del siglo XIX, a la vez que concebía un país moderno en todos los aspectos, y a pesar de sus contradicciones generales e internas, tenía sus fundamentos en el territorio y los intereses provincianos y nacionales.

En la línea que reivindicaba la tradición liberal progresista de Córdoba -antecedente significativo del movimiento de la Reforma-, el historiador Alfredo Terzaga rescata justamente dos hechos en particular que sacudieron el sistema de ideas en Córdoba y el país: la tesis académica “De los Hijos Adulterinos, Incestuosos y Sacrílegos”, de Ramón J. Cárcano (relacionada con la igualdad de los hijos “naturales” y “legítimos” y la separación y delimitación definitiva del fuero eclesiástico y del fuero civil), por un lado, y la instalación de la Escuela Normal de Niñas en Córdoba (relacionada con el debate nacional por la enseñanza común, laica y gratuita, sin contar los prejuicios de género, que por aquellos años no se visibilizaban todavía), por otro. Ambos sucesos eran resistidos por la reacción clerical de la provincia, encaramada también en la conducción de la Casa de Trejo a través del Vicario Provisorio Jerónimo Clara a la cabeza, a cargo de la Curia por la muerte de Fray Mamerto Esquiú. Con Esquiú, a pesar de las diferencias que los separaban, tanto el cordobés Miguel Juárez Celman como el tucumano Julio A. Roca –liberales provincianos- habían mantenido buenas relaciones, aunque mucho mejores habían sido las relaciones con el popular cura Gabriel Brochero, compañero de colegio, amigo personal del cordobés e impulsor, junto a él, del interior provincial.

En su proyecto para acceder al doctorado en Derecho, Ramón J. Cárcano –que como liberal nacional apoyó la Reforma de 1918 y ya anciano apoyó a Juan D. Perón-, con el padrinazgo de tesis del Dr. Miguel Juárez Celman, sostenía anticipadamente la igualdad civil de todos los hijos nacidos dentro o fuera del matrimonio. El decano de la Facultad, doctor Rafael García, rechazó la tesis de Cárcano por considerar que contenía doctrinas subversivas contra la disciplina de la Iglesia, y se opuso decididamente a que ella fuera presentada y defendida. Cárcano apeló al Consejo de la Facultad y, junto a su padrino Juárez Celman, lograron que el Consejo Universitario accediera a la solicitud de presentación y defensa.

No hay exageración alguna –sostiene Terzaga- en calificar, hoy, la tesis de Cárcano, su padrinazgo por Juárez y su triunfo en los claustros, seguido de una resonante campaña de prensa, como una verdadera “reforma universitaria” (anticipada), que mereció la protección indirecta del poder nacional y la airada repulsa del obispado en sede vacante” (2).

En cuanto a la instalación de la Escuela Normal en Córdoba, el Vicario Jerónimo Clara condenó el supuesto carácter “anti-católico” de esa escuela puramente laica, en tanto la prensa adicta le hizo coro, y todos, “clérigos y laicos del bando ultramontano, se empeñaron en una campaña para impedir que las familias enviaran sus niñas a ese infernal establecimiento” (3).

La intervención del gobierno nacional de Roca, a través del ministro de Educación Eduardo Wilde a favor de la instalación de la Escuela, concluyó con la entrega de los pasaportes al Nuncio Apostólico Monseñor Matera, que había tomado partido en contra de la instalación. A ello prosiguió la interrupción de relaciones diplomáticas con la Santa Sede, que se prolongó hasta el segundo gobierno del Gral. Roca.

En esa línea de acción mencionada, la promulgación de la ley 1420 sería el punto decisivo en la pugna por una educación laica y gratuita, antecedentes de la educación pública en la Argentina y de una educación superior científica y democrática a la vez, comprometida con la realidad nacional y asimilada a nuestras raíces y tradiciones históricas y culturales latinoamericanas en su más amplio espíritu.

El liberalismo provinciano y nacional, además de fundar la Argentina moderna, sería capaz de construir obras tan sólidas como el Dique San Roque, a pesar del contubernio liberal-clerical-oligárquico-extranjero que pretendió invalidarlo, y que encarceló (¡cuándo no!) a sus célebres y honestos constructores.

La creación en Córdoba en 1916 de la Asociación Córdoba Libre –constituida por los principales impulsores del movimiento reformista (4)-, no era sino el eco moderno de aquellas luchas del pasado que volverían a estallar el 15 de junio de 1918 siguiendo la huella de las viejas luchas federales del interior provinciano, en línea con las luchas por una Patria Grande.

 

* Diplomado en Historia Argentina y Latinoamericana.

 

  1. Terzaga, A. (1994). “Clericales y Liberales: las dos caras de la medalla cordobesa” (Capítulo 8): en Claves de la Historia de Córdoba. Río Cuarto, Córdoba: Universidad Nacional de Río Cuarto, pág. 210.
  2. Ídem, 216.
  3. Ídem.
  4. Integraban esta Asociación: Deodoro Roca, Saúl Taborda, Arturo Capdevila, J. Z. Agüero Vera, Octavio Pinto, Arturo Orgaz y Enrique Martínez Paz.