Itatí, contra ese amor descartable  

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Los desechables de plástico son de los objetos más mimados y consumidos en la vida contemporánea. Paula Itatí de la Vega, estudiante de Ingeniería Agronómica de la UNSJ, buscó empezar a sustituirlos, en parte, con utensilios fabricados con caña. Obtuvo un premio de Naciones Unidas, tras considerar su iniciativa como un aporte a lo que se denomina economía circular. Su empresa Bioita hace trabajar y empoderar a otras mujeres y familias.

 

Por Fabián Rojas

En la vorágine y “practicidad” de las sociedades actuales, los artículos descartables de plástico son de los objetos más mimados y consumidos. Entre los más cotidianos, bolsas de supermercado, vasos, cubiertos, platos; todo plástico: un amor enfermo y efímero de la vida moderna que lacera el medioambiente planetario. Esta realidad, por supuesto, inquieta no sólo a la experticia científica sino a toda buena conciencia ciudadana. Paula Itatí de la Vega Sánchez (35), estudiante avanzada de la carrera de Ingeniería Agronómica de la Facultad de Ingeniería de la UNSJ, es parte de ese consciente colectivo preocupado. Por ello, además de preocuparse se ocupó y hoy pone su grano de arena mediante sus “ecubiertos” construidos con caña. La iniciativa fue reconocida hace unos días por un certamen de Naciones Unidas, que le ofrece una beca de formación en España.

 

La hora de la caña

Paula Itatí de la Vega Sánchez y sus ecubiertos.

Los productos aparecen bajo una marca cuya imagen acústica remite a algo que se relaciona con lo biológico. La sensación no es vana, porque Itatí (así prefiere ser llamada) presenta sus mercancías con la marca “Bioita”, en referencia a “Vida de Itatí”. La empresa consiste en la producción y comercialización de tenedores, cucharas, cuchillos y sorbetes, “ecubiertos” (término que fusiona ecología y cubiertos) que Itatí diseña con cañas y que dan por resultado productos biodegradables y reutilizables. La sustentable iniciativa ingresó en un certamen a nivel, nada menos, que de la Organización de la Naciones Unidas. Allí Itatí obtuvo el premio Economía Circular en la 7ª edición del Premio Empretec a las Mujeres Emprendedoras. Ese galardón, que ofrece una beca de formación en España, es organizado por la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Comercio y Desarrollo (UNCTAD). “Participé del taller de Empretec. A nivel mundial cada dos años se hace esta mención especial a mujeres, seleccionando de cuarenta sedes alrededor del mundo. Me enviaron el formulario y, un día haciendo cola en el cajero, para pasar el tiempo me puse a completar la solicitud. Era larguísima, pero la idea era que alguien de la UNCTAD me descubriera y apoyara el proyecto, y no fue sólo eso, sino que salí premiada”, cuenta Itatí. El jueves 10 de diciembre pasado recibió la buena noticia, mediante un anuncio de ganadoras vía streaming.

 

“Reeducar será más lento que la destrucción”

 Como registro de la génesis de su emprendimiento Bioita, Itatí tiene anotado en su muro de Facebook que comenzó vendiendo ensaladas con bandeja de masa en 2013. En eso andaba cuando ocurrió un hecho tan común como crucial para ella: “Un día mis clientes pidieron cubiertos; me negué a repartir descartables plásticos, busqué otras opciones y no existía nada sustentable y económico. Un día el cañaveral de la finca donde vivía se incendió; tras apagar el fuego y sin saber qué hacer con las cañas que crecían invasivamente, me pregunté… ¿y si hago cubiertos de caña?”. Y ante Revista la U, completa: “Recuerdo bien la cara de mí clienta. Me decía ‘no pasa nada’ y ahí caí en que faltaba conciencia. Entonces no sólo debía buscar una solución biodegradable sino también económica, ya que el avance del plástico va muy rápido y reeducar será más lento que la destrucción que esto genera. Ambos deben coexistir, educación ambiental y productos biodegradables, sumados a consumos conscientes”.

 

La empresaria

 Específicamente, ¿qué hace Bioita? El taller de Itatí, situado en Albardón, fabrica cubiertos y sorbetes reutilizables de caña, que son esterilizados y pueden tener como mínimo diez usos. “Hago otros productos, pero me enfoco en remplazar materiales de objetos que tienen más consumo y que, por ende, llevan a generar más contaminación. Mi objetivo es bajar las toneladas de plástico que se fabrican y desechan anualmente, pero hay mercado para otros productos de caña, por eso hice talleres para que otros aprovecharan este nicho”, describe Itatí. Así fue que antes de la pandemia, el año pasado, ofreció talleres. “La demanda me había superado, trabajaba de noche. Una vez salía el sol y yo estaba ahí lijando y dije ‘no hago más cubiertos a mano’, entonces ese mes pensé: ‘¡No puede ser que sea la única que ofrezca esto al mercado, así jamás voy a reemplazar al plástico!’, y decidí dar talleres para crear oportunidades. Hoy por cuestiones de tiempo no estoy dando”, señala. Pero, como madre, Itatí siente empatía con otras a las que desea empoderar: “El sistema te castiga por ser madre, cuando todos venimos de una mamá, y te hacen creer que son los hijos los que impiden desarrollarte. A las mamás deberíamos darles todos los beneficios para que puedan seguir creciendo en su vida personal. En la universidad me pasó con algunas profesoras que me bajaban nota por no rendir como el resto en la cursada. Otras, en cambio, se re portaron”. Y entonces agrega: “Por eso quiero desarrollar una empresa donde se dé prioridad a mujeres madres con jornadas laborales de mediodía, de manera tal que el resto del día puedan estudiar, o estar con su familia, o emprender o lo que sea, pero que tengan la vida que merecen. De esa manera habría trabajo para más personas y niños emocionalmente más seguros al tener padres presentes en un hogar”.  

Las bolsitas contenedoras de los ecubiertos son fabricadas con descartes de industrias de indumentaria. Itatí lleva ese material a amas de casa que tienen máquina de coser y les paga por su confección. Y en cuanto al insumo caña, dice: “Cosecho, pero también compro a familias de cañiceros y sirve como un ingreso extra para ellas”. Hoy Itatí está asociada con un ingeniero para lograr producir a escala y bajar el precio de sus productos. “Soy una loca de buscar soluciones ecológicas y económicas a la vida cotidiana y amo el trabajo independiente”, confiesa.

Mujeres confeccionando bolsas para los cubiertos

El premio y el título

Sobre el premio obtenido hace unos días en el certamen de Naciones Unidas, Itatí, madre de Máximo (6) y Pía (3) explica: “Es una beca en España, pero aún no me dicen bien qué es, por el sponsor de la categoría en que gané de Economía circular. Pero el mayor premio es el incentivo psicológico que recibí para seguir adelante, buscar aumentar la capacidad y bajar los costos para reemplazar el plástico, activar economías regionales, dar apoyo a mujeres y a la vez cuidar el medioambiente”. Cuando esta Revista le pregunta si viajará a España, responde: “Sí, siempre y cuando pueda ir con mis hijos. Si no, no tiene sentido. No es lo mismo estar viviendo experiencias sola que con los que uno quiere”. Revista la U también la interpela sobre qué título le gustaría para esta historia: “Emprendedora que demostró que siendo madre se puede cumplir sueños”, arriesga Itatí. Pero rápidamente se arrepiente: “No, no, es re largo -se ríe-. Manejalo vos”.

 

Bioita

Por supuesto que detrás de Bioita hay una historia. Itatí transitó en los últimos años un trayecto de su vida pleno de sinuosidades que la llevaron a concebir ese nombre para su empresa. Ella asume ahora que proviene de un “despertar espiritual”, luego de una serie de golpes en su vida laboral, con el distanciamiento de su socia, y en su vida personal, al separarse de su pareja. Aunque también afloraba un bálsamo y era que iba a ser, luego de que tuviera a su hijo Máximo, nuevamente mamá: “Descubrí que hay que hacerse cargo de los sucesos y no entrar en ‘víctima’; dicen que la vida te da experiencias aumentando cada vez más la intensidad de aquéllas hasta que despiertes y las enfrentes. Eso hice: a mí ex socia, juicio; al papá de mis hijos, dejarlo ser; en cuanto a la facultad, fui a los ensayos de tesis durante todo el embarazo y me puse a estudiar para rendir, y en lo económico vendí plantas e hice huertas. La cuestión es que nació mi hija (Pía, en 2017) y yo era una nueva Itatí, más fuerte y con otra cabeza positiva. Por eso bauticé mi proyecto Bioita, porque se inició apenas ella nació”.

 

Dónde se consiguen los productos  

El precio de los ecubiertos Bioita es de 250 pesos el kit, el cual contiene cuchillo, tenedor, cuchara y sorbete, todo en bolsas confeccionadas por mujeres. Para mayoristas, 35 pesos cada uno y 8 pesos los sorbetes. Se consiguen en una herboristería ubicada en calle 25 de Mayo y Av. Rawson. Pronto estarán también en un nuevo restaurant de El Médano de Oro. Además, el 19 de diciembre estarán expuestos en una feria de la Plaza de la Joroba a partir de las 18.

Pueden solicitarse también por Instagram en @bioitaecubiertos, en Facebook como Bioita o en el sitio bioita.com.ar   


La economía circular

Según Argentina.gob.ar, la economía circular propone un nuevo paradigma que modifique la forma en la que actualmente los humanos producen y consumen. Frente a la economía lineal de extracción, producción, consumo y desperdicio, la economía circular alienta un flujo constante, una solución virtuosa, en la que los residuos puedan ser utilizados como recursos para reingresar en el sistema productivo. De esta manera, se reducen los residuos y se extraen menos recursos naturales del planeta. En sintonía con esto va la inquietud de Bioita de no fabricar utensilios con plástico, uno de los materiales más usados y desechados por la modernidad, que tarda cientos de años en biodegradarse y su mala administración sigue envenenando la vida del planeta.

 

Entre exámenes y cañaverales
Itatí dice que, gracias a sus conocimientos logrados en la carrera de Ingeniería Agronómica de la UNSJ, determinó el momento para cortar (cañas) cuando baja la savia después de las heladas invernales y si tiene o no plagas. “Las cosechas en general las hago yo. Me encanta el campo, así que por ahí me van a encontrar en los cañaverales cortando material. Algo muy gracioso es encontrarme a productores y sacarme fotos con ellos. Muchos ya me conocen y me ofrecen material para trabajar”, relata Itatí, quien en marzo de este año rindió la penúltima materia, Vitivinicultura; aprovechó la pandemia para cursar Olivicultura en modo online y se está preparando para continuar la tesis que ya comenzó a escribir sobre Cultivo forzado para hacer que la planta vuelva a fructificar en la temporada en caso de fenómenos adversos.