El gaucho Martín Fierro y el coronel Manuel Baigorria

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Aunque pertenecen a dos sectores distintos de la sociedad argentina del siglo XIX, la semblanza de ambos personajes –uno ficcional y el otro real- nos permite conocer algunos aspectos en común del criollo de esa época conflictiva y a la vez heroica de nuestra historia.

 

Elio Noé Salcedo*

Existen algunos puntos en común, sino muchos, entre Martín Fierro –el personaje de ficción de José Hernández- y el coronel Manuel Baigorria, personaje real de nuestra vida histórica, ambos provincianos –aunque pertenecientes a dos partidos distintos del Interior-, representantes a su vez de dos sectores cruciales en la vida argentina: las masas desvalidas y la milicia de la patria criolla.

El primer aspecto en común a destacar, aparte de ser provincianos y anti porteños los dos (aunque Baigorria capitulará ante Buenos Aires al final de sus días), es que la vida de Martín Fierro no es sino el relato en verso de uno de nuestros grandes dramas históricos reales (1), y la vida de Manuel Baigorria –que conocemos a través de su autobiografía y la de otros biógrafos- es el drama real de una vida aparentemente de novela. En muchos aspectos, se parece también a la historia argentina: no comedia sino tragedia de enredos (muy compleja y de muchas contradicciones), que no resulta tan fácil ni tan simple comprender sin algo más que datos y buenas intenciones.

Ambos conocen el desamparo social y la necesidad de exiliarse en el “desierto” junto a su compañero más fiel: Martín Fierro al lado de su entrañable amigo Cruz y el comandante Baigorria al lado de su compañero Neyra.

Baigorria –que será considerado un salvaje por vivir entre los indios durante veinte años-, igual que Martín Fierro “no es un bárbaro, sino un desgraciado que debe seguir a los indios para conservar la vida” (2): Fierro es perseguido por la justicia de su época (“justicia” que el poema inmortal condena a su vez, como se merece), y Baigorria, debido al resultado de nuestras luchas civiles, también es un perseguido, fugitivo y exiliado. En ambos casos, personifican a nivel del país criollo los sectores más vulnerables de nuestra lucha de clases (3).

En su estadía en el desierto (al sur de Buenos Aires, Santa Fe, Córdoba, San Luis y Mendoza), refiere Edilio Ricardo Pigatto en una breve biografía de Baigorria, “muchas fueron las invasiones en que intervino junto a los indios”, aunque “se advierte su preocupación cuando debía entrar a los pueblos con aquellos, pues conocedor de sus hábitos, sentía la impotencia de no poder evitar los desmanes que invariablemente cometían” y cuyas excursiones “fatalmente degeneraban en malón”, ya que “las incursiones eran el medio de vida” de los ranqueles y pampas, pues “se maloqueba por necesidad”, debido a que los indios del “desierto” (al sur de la “frontera”) no eran agricultores, pastores, pescadores ni cazadores (4) sino que habían devenido en comerciantes y recurrían al abigeato como medio de vida. Dicha situación exigirá muchas veces a los gobiernos criollos una política “clientelar” o de “pactos” y “alianzas”, siempre inestables para mantener a raya el malón y mantener la paz en la frontera (5). La víctima propiciatoria de ese drama –hemos dicho ya-, era el gaucho, desarraigado de su vida social anterior como peón de campo, pequeño propietario y/u hombre libre.

Baigorria, además de estar implicado en las guerras civiles argentinas por nacimiento, como puntano y habitante de “frontera” sufre, igual que sus paisanos de las provincias de Buenos Aires, Santa Fe, Córdoba, San Luis y Mendoza, las acechanzas del “desierto”. Fierro es bonaerense –como su progenitor-, y además de estar implicado igualmente en las guerras civiles argentinas por nacimiento, sufre como todos los de su clase las acechanzas del “gobierno”, del “juez de Paz”, del “comandante” y de su destino marginal.

A los dos, más allá de su interregno en las tolderías, los une, a pesar de la distancia territorial y tal vez la época, un ideario común: la patria, la sociedad en la que viven y que cuestionan en sus debilidades, no solo con su conducta evidente sino también con sus dichos y convicciones, aspecto fundamental y necesario de nuestra historia, que algunos historiadores no tienen en cuenta, como si no se tratara de su propia patria.

En “El Malón en el Sur de Córdoba”, Pigatto nos ubica en el ideario del comandante Baigorria, cuando, una vez concretada la revolución del 11 de septiembre de 1852 contra la Confederación Argentina residente en Paraná, rechaza la iniciativa de un colega que lo invita a integrarse a la civilización “porteña” (cuyo fin es el acomodo personal). La respuesta de Baigorria –cuya moral personal no ha variado después de convivir 20 años con los indios- es terminante: “No me cabe duda de cuanto Ud. me dice, pero hasta acá, todavía, no he aprendido a ser hoy con uno y mañana con otro, que por lo que hace a la fortuna no me lisonjea” (6).

Con el fin de conseguir sus servicios también, es llamado por el general Paz, quien en tono de reproche le recuerda la causa común que defendieran –Baigorria había sido soldado de Paz contra Facundo-, a lo que su antiguo alférez Baigorria le responde: “Es verdad mi General, pero recordará V.E. que en el año 30 en la Capilla de Cosme, al ceñirme la espada de Alférez, yo cuidé de preguntar qué programa iba a defender con la espada que se me entregaba. V.E. me dijo: La causa que va defender es la organización de nuestra patria… y conforme no pude serle inconsecuente a V.E. así también no podré serle a este otro” (7).

Ese “otro” era otro provinciano -Justo José de Urquiza-, que le otorga a Baigorria el grado de Coronel. Urquiza ha sido vencedor de Juan Manuel de Rosas, caudillo bonaerense que durante veinte años le había negado la organización nacional a las provincias en las personas de Paz, Facundo, López, Urquiza, al fin y al cabo, todos provincianos.

Tanto en Baigorria como en Martín Fierro están patentes las luchas al interior de la sociedad criolla y, al mismo tiempo, al exterior de esa sociedad, ya constituida y en vías de progreso (aunque con muchos problemas, por cierto), si entendemos que el “desierto” no estaba integrado como sociedad ni integrado a la sociedad argentina;   tampoco está a la vista que se planteara integrarse ni evolucionar como sociedad sino a costa de la que existía en sus fronteras, lo que hará inestable por mucho tiempo la franja entre una civilización y la otra.

Tanto Fierro como Baigorria ponen en evidencia lo que es “el desierto” para ellos: una “tabla de salvación” personal y vía de escape a las penurias y graves conflictos de la sociedad criolla, pero también una sociedad provisoria de la que necesariamente se vuelve y a la cual no se pueden tampoco adaptar (8).

Dado el conocimiento que adquiere de los indios del desierto, y ya de vuelta de las tolderías, en su carácter de “plenipotenciario del Gobierno de Paraná” (9), Baigorria mantendrá una relación permanente con ranqueles y pampas, “guiando los malones sobre la escindida Buenos Aires” (10); y desde Pavón, una vez  rotas sus relaciones con Urquiza y la Confederación, como parte del ejército de Buenos Aires, al frente de un regimiento y de los indios amigos que lo acompañan (11).

Es la imposibilidad de entender las particularidades humanas y las contradicciones internas en las provincias lo que lleva a Baigorria a lanzarse esta vez a los pies de sus enemigos porteños, confundiendo trágicamente las contradicciones secundarias con la contradicción fundamental que, por aquel entonces –y hasta 1880-, será la que exista entre Buenos Aires y las Provincias, hasta que la ciudad puerto y sus rentas sean de todos los argentinos y no solo de los porteños.

En definitiva, la vida de Fierro y Baigorria sintetizan los personajes, las clases, los conflictos y las contradicciones de la época, lugar y cultura en cuyo contexto actúan, y que, en su condición de arquetipos populares -desde su naturaleza simbólica o real-, personifican los dramas de la sociedad criolla de entonces.

* Diplomado en Historia Argentina y Latinoamericana.

1 Salcedo E. N. (2014). El destino histórico de Martín Fierro. Córdoba: Ediciones del CEPEN.

2 Pigatto, E. R. (2016). El Malón en el Sur de Córdoba. Córdoba: Ediciones del Corredor Austral, pág. 119.

3 En esta clasificación no se incluye a los indios del Sur porque, por entonces, aunque habitaban suelo argentino, no integraban la sociedad argentina y conformaban un Estado aparte. Hoy, no hay duda de que conforman la mayoría más vulnerable de nuestra sociedad junto a aquellos y aquellas que no son alcanzados por la Justicia Social ni por las políticas estaduales de desarrollo e inclusión de todos y cada uno de los argentinos y argentinas. Lo mismo sucede en toda América Latina, salvo Bolivia, donde el Estado defiende el derecho a la justicia, el bienestar y la realización de todos sus habitantes, sean de la raza que sean.

4Pigatto, Ob. Cit., pág. 118.

5 Ídem, pág. 122.

6 Pigatto, Ob. Cit. pág. 122.

7Ídem.

8Ídem, pág. 29.

9Ídem,  pág. 122.

10Ídem, pág. 123

11Ídem, pág. 125.

 


Imagen de portada. Llegada de Cruz y Fierro a las tolderías, de Carlos Clérice, 1879. Fuente.: https://ilustracion.fadu.uba.ar/2014/08/22/carlos-clerice/