El oficio más lindo del mundo

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Un texto dedicado a aquellos que ejercen «el oficio más lindo del mundo», tienen una responsabilidad hacia el otro y con la realidad, y experimentan la «pasión por el discurso».

 

Por Elio Noé Salcedo*

Como se sabe, el Día del Periodista evoca aquel 7 de junio de 1810 en el que se inauguró La Gazeta de Buenos Aires, periódico inspirado y dirigido por el Dr. Mariano Moreno. A través de ese órgano, la Junta de Gobierno establecida el 25 de mayo de 1810 intentaría darle expresión, difusión y promoción a aquella revolución nacional en el Río de la Plata.

Fue así que el periodismo argentino nació causalmente (y no casualmente), ligado al interés común de una sociedad en formación, y no a ningún interés particular coterráneo o extranjero. Asimismo sería un error creer que el periodismo nació en nuestro suelo como consecuencia de la libertad de prensa (mucho menos de la “libertad de empresa”). Por el contrario, nació en lucha por conseguirla, lo mismo que las demás libertades y derechos colectivos de los que carecíamos y que le dieron sentido revolucionario y democrático a mayo de 1810.

 

Periodismo Heroico, una materia pendiente

Aunque en la actualidad existen ejemplos puntuales de ese “periodismo heroico” que propiciábamos en La Edad Mediocre (1), no obstante no prima en los medios y la prensa en general el espíritu patriótico de aquel 25 de mayo ni del 7 de junio de 1810. Tal vez, la suma de tantas “desviaciones profesionales” que hoy se observan, sea una de las razones elementales de que todavía nos debatamos entre el pasado y el futuro. Tal vez haya faltado y falte a los periodistas de hoy ese espíritu heroico y en cierta medida épico que tenían nuestras más ilustres generaciones políticas y a la vez intelectuales del pasado  ligadas a su vez a la labor periodística.

No es casual que nuestros primeros hombres de Prensa, como Hipólito Vieytes (Semanario de Agricultura, Industria y Comercio), Manuel Belgrano (Correo de Comercio) y Mariano Moreno (La Gazeta de Buenos Aires) fueran pensadores, economistas y políticos al mismo tiempo: la Patria naciente necesitaba de todas esas habilidades juntas para ser, crecer y desarrollarse.

¿Será por la falta de periodistas, escritores, pensadores y/o políticos integrales que la nación sigue inconclusa y a cada tanto nuestro país tiene esos retrocesos que nos llevan a las puertas del infierno? En un mundo donde la “realidad” pasa por los “medios”, la posibilidad de cambiar y mejorar esa realidad ¿no pasa también por los medios? (2).

Los medios –en muchos casos transmisores de la cultura global y de los disvalores que padecemos- son un factor clave en la elevación o deterioro cultural, pero también de nuestro bienestar o malestar integral, a condición de que quienes los manejan y de que quienes trabajan en ellos estén consustanciados con su sagrada misión social. Por eso es necesario fortalecer y asegurar la formación de nuestros periodistas y elevar la conciencia política y social de nuestra sociedad.

Pero formar para los medios, no es suficiente. Es imperioso e imprescindible formar para los fines. La crítica de la realidad y el conocimiento de nuestra propia historia (de Argentina y Latinoamérica), debe proporcionar en gran medida esa formación para aquellos que están llamados a ser los herederos de los prohombres y de la causa que homenajeamos cada 7 de Junio, que es lo mismo que decir -por su íntima relación- cada 25 de Mayo y cada 9 de Julio.

 

La pasión por el discurso

Si bien se dice que en el discurso informativo “no intervienen las emociones del hablante”, sin embargo, Daniel Prieto Castillo –académico y autor de cita en los estudios de periodismo- define al periodista como “un trabajador del discurso” (3) que siente la “pasión por el discurso”.

 La “pasión por el discurso” no es otra cosa que la capacidad de entusiasmarse ante una página en blanco que pide (a veces a gritos, a veces susurrante) ser “pintada con palabras” (4), según pretendía Simón Rodríguez (educador y maestro de Simón Bolívar) ya en el siglo XIX.

“No se trata (sólo) de la importancia de la palabra, porque no hay quien no la conozca, pero la importancia de su pintura la conocen pocos bien, muchos ni piensan en ella. No obstante –insistía el educador-, se puede pintar sin escribir, pero no se puede escribir sin pintar”… Simón Rodríguez pedía para la palabra “la misma riqueza expresiva de la música y de la pintura” (5), que requieren de pasión y sentimiento.

Recordemos que, en muchos casos, el periodismo ha sido la antesala de la literatura: basta mencionar a José Hernández y Domingo Faustino Sarmiento (fundadores de nuestra literatura nacional), e incluso al mismo Gabriel García Márquez, Premio Nobel de Literatura, todos ellos periodistas antes o al mismo tiempo que literatos.

A propósito, Daniel Prieto Castillo nos hace esta advertencia: “Si alguien elige de por vida trabajar con el discurso y no se siente atraído por él, se ha equivocado de carrera (o de oficio), se está equivocando de destino… La vocación es, en primer lugar, una pasión”, pero “las pasiones  no se inventan: o surgen de lo hondo o nos comprometen desde los huesos,  o uno termina por seguir cursos en medio de una rutina capaz de matar cualquier impulso. Si uno se equivoca de vocación, nunca pasará de ser un mediocre en el espacio profesional elegido” (6).

Hablando de pasión es que el español Miguel Cervantes argumentaba: “Lo que se sabe sentir, se sabe decir”; y nuestro Simón Rodríguez sostenía: “Lo que no se hace sentir no se entiende, y lo que no se entiende no interesa” (7). Y no hay comunicación posible sin el interés de nuestro interlocutor o interlocutora.

 

La pasión por la realidad y por el otro

Pues bien, si la pasión por el discurso es una condición esencial de todo el que escribe y en particular del periodista gráfico, no podríamos concebir tampoco un periodista “despreocupado de su realidad, ignorante de la misma, desconocedor de sus conexiones esenciales, ya sea por falta de información o por una actitud ingenua”, es decir sin eso que el mismo Prieto Castillo denomina “la pasión por el contexto, por la realidad” (8).

La pasión por el discurso y la pasión por la realidad implican a su vez “la pasión por el otro, la pasión por los demás” (9), en particular por ese “otro” que va llenando con nosotros la página vacía: el lector.

Periodista y lector están en estrecha dependencia. Esta dependencia –dice Tzvetan Todorov- “viene a confirmar la ley semiótica según la cual ‘yo y tú’, el emisor y el receptor de un enunciado, aparecen siempre juntos” (10); simplemente, porque “el lector no puede obtener un conocimiento directo de los sucesos” (11), sino que necesariamente accede a ellos a través de la intermediación y/o mediación del periodista.

Era Montesquieu quien afirmaba que la palabra es mitad de quien la pronuncia o escribe y mitad de quien la escucha o lee.

Un texto o una página sin un destinatario son inconcebibles. De esa convicción nace la responsabilidad social del periodista, que deriva en el cumplimiento de su deber, y el primer deber de un periodista (el deber básico) –después de la pasión por la verdad-, “es escribir bien”, según le requería a sus discípulos Gabriel García Márquez (12) (En alguna medida, como decía Oscar Wilde, “la verdad es una cuestión de estilo”).

Elevamos nuestro deseo para que esos propósitos tengan un lugar privilegiado (el único privilegio de un periodista), en el marco de lo que nuestro Premio Nobel de Literatura latinoamericano bautizara con el nombre de “el mejor oficio del mundo” (13).

 

* Columnista de Semanario El Viñatero (2001-2009). Corrector y colaborador en Diario El Zonda (2005-2007). Colaborador de Página 12, Télam y Tiempo Argentino.

Notas

1- N. Salcedo. La Edad Mediocre (Edición Particular), 2007, pág. 115 y 116.
2-Ídem, pág. 65.
3-Prieto Castillo. La pasión por el discurso, cartas a estudiantes de comunicación. Editorial Coayacán, México, 1994, pág. 27.
4-Simón Rodríguez, citado por D. Prieto Castillo, Ob. Cit., pág. 17.
5-Ídem, pág. 21.
6-Ídem, pág. 28.
7-Ídem, pág. 45.
8-Ídem, pág. 28.
9-Ídem, pág. 28.
10-Tzvetan Todorov, citado por Alberto Paredes. Manual de Técnicas Narrativas. Las voces del relato. Ediciones Grijalbo, México, 1993, pág. 34.
11-Paredes. Ob. Cit., pág. 35.
12-García Márquez también diría a través de diversos medios: “El periodismo me ha ayudado a establecer un estrecho contacto con la vida y me ha enseñado a escribir. La obra creativa, de fantasía, ha dado valor literario a mis trabajos como periodista”. “Los periódicos han priorizado el equipamiento material e industrial, pero han invertido muy poco en la formación de los periodistas”. “En la carrera en que andan los periodistas debe haber un minuto de silencio para reflexionar sobre la enorme responsabilidad que tienen”.
13-Discurso ante la 52ª Asamblea de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), Los Ángeles, 7 octubre de 1996.