Origen y fundación de la cultura nuestramericana

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El 12 de abril de 1539 nacía Gómez Suárez de Figueroa, más conocido por Inca Garcilaso de la Vega, escritor e historiador hispano-peruano y uno de los mejores prosistas del renacimiento indo-hispánico. Su obra más importante es los “Comentarios reales”, en la que nos narra la historia, cultura e instituciones sociales del Imperio inca. En él, un homenaje a los fundadores de nuestra cultura latinoamericana.

 

Por Elio Noé Salcedo*

Al contrario de lo que comúnmente se cree, a partir de la fundación de las ciudades iberoamericanas –en lo que se conoce como el período colonial (siglo XVI a principios del siglo XIX), hubo una vida cultural activa, en la que “se refundieron culturas, costumbres y creencias” -las existentes y la recién llegada- (1), fundando y perfilando a su vez el sentido (2) de lo que hoy se conoce como la cultura latinoamericana.

De la integración entre las civilizaciones prehispánicas e ibérica, resultó lo que Juan José Hernández Arregui llama “una comunidad mayor de cultura” (3), a través de la cual reconocemos Nuestra América. Dicha cultura “se yergue como una Cultura original por encima de sus repúblicas ausentes” (4), aun cuando esas repúblicas desconozcan su origen común e identidad genética y cultural, gestada durante sus primeros 300 años de vida (5).

A nivel literario, en esa nueva dimensión de espacio (América toda), tiempo (siglos XVI y XVII), ambiente (atmósfera indo-ibero-afro-americana) y protagonistas (mestizos, indios, españoles, africanos) que nació de aquellas circunstancias históricas, consecuencia de la “interfecundación de dos culturas” (6), mixculturación (7) o nueva síntesis, aparecieron los primeros frutos verdaderamente originales, es decir nuevos en cuanto a su origen, contenido y formas.

En este particular arte, que Hernández Arregui le imputa ser “el factor que tipifica una cultura mayor”, pues “toda cultura se condensa en la lengua que aprisiona las estructuras lógicas y los contenidos emocionales del pensar colectivo” (8), se destacaron fuertemente:

  • historiadores como el franciscano Bernardino de Sahagún (1499 – 1590), autor de varias obras en náhuatl y castellano, entre ellas Historia General de las cosas de la Nueva España, también conocida como Códice Fiorentino, consideradas hoy entre los documentos más valiosos para la reconstrucción de la historia del México antiguo antes de la llegada de los españoles; y el dominico Diego Durán (Sevilla, 1537 – 1588), llegado a América a los 7 u 8 años de edad, autor de Historia de las Indias de Nueva España e islas de Tierra Firme, para lo que estudió el náhuatl (lengua de los aztecas) y consultó un número importante de testimonios originales, tanto orales como escritos. A Durán se le arroga haber sido un religioso absorbido y conquistado por la cultura a la que como evangelizador enfrentaba. Sahagún y Durán fueron los primeros historiadores considerados mestizos culturalmente hablando: nacidos en España pero física y espiritualmente comprometidos con la realidad americana;
  • literatos como Alonso de Ercilla (1533-1594), fundador de la épica americana como autor de La Araucana (primer relato literario postnatal de Chile), no obstante ser español de nacimiento;
  • cronistas, narradores, historiadores y hasta ensayistas como el Inca Garcilaso de la Vega (Cuzco 1539 – Castilla 1616), autor de Comentarios Reales de los Incas como así también de Historia General del Perú (que trata sobre laconquista del Perú y el inicio del Virreinato). El Inca Garsilaso, familiar del famoso Garcilaso de la Vega español, es considerado el primer mestizo racial y cultural de América, quien supo asumir y conciliar sus dos herencias culturales: la indígena y la española (punto culminante de la cultura europea de su tiempo), por lo que  alcanzó gran renombre intelectual en su época;
  • dramaturgos como Juan Ruiz de Alarcón (México 1580 – Madrid 1639), a la altura de Lope de Vega, Góngora, Quevedo y Tirso de Molina, españoles del Siglo de Oro que lo menospreciaban por ser jorobado y de origen americano. Según sus biógrafos es el más psicólogo y cortés de los dramaturgos barrocos. Curiosamente, su producción, escasa en cantidad –entre las que se destacan Las paredes oyen Los pechos privilegiados, si se compara con la de otros dramaturgos contemporáneos europeos, posee una gran calidad y unidad de conjunto, con las que influyó en el teatro extranjero, particularmente el francés;
  • poetas como Luis de Tejeda y Guzmán (Córdoba 1604 – 1680), conocido como “el primer poeta argentino”, pero en realidad digno representante del Virreinato del Perú y de todo el sur de América, expresión de la “cultura iberoamericana” de entonces, “un mundo aparte, cercado por dilatados mares, nuevo en casi todas las artes y ciencias aunque en cierto modo viejo en los usos de la sociedad civil”, como lo caracterizaba Simón Bolívar (9).
  • poetisas y dramaturgas como Sor Juana Inés de la Cruz (México 1648 – 1695), exponente del Siglo de Oro de la literatura en español; que cultivó la lírica, el auto sacramental, el teatro y la prosa. Su obra lírica -la mitad de su obra-, es un crisol donde convergen la cultura de una Nueva España en apogeo, el culteranismo de Góngora y la obra conceptista de Quevedo y Calderón. La obra dramática de sor Juana va de lo religioso a lo profano, destacándose Amor es más laberintoLos empeños de una casa y algunos autos sacramentales concebidos para ser representados en la corte, ambiente frecuentado por la escritora antes de hacerse religiosa “por anhelo de conocimiento” (prerrogativa que le era negada a la mujer). Su poema más conocido y popular es: “Hombres necios que acusáis…”.

Si reparamos en el hecho cierto de que “los individuos geniales de un pueblo, lo son, en la medida que renuevan y sintetizan las formas alegóricas de una cultura nacional” (10) y que los pueblos “se eternizan en su literatura, y por ella son conocidos como naciones culturales” (11), en definitiva, los grandes escritores que mencionamos surgieron de esa comunidad mestizada en particular, expresándola ya “no como europeos, sino como americanos, como reflectores de una peculiar estampa estética del mundo, que siempre brota de un paisaje y de una masa de representaciones colectivas”  (12). Esa es otra de las razones por la que decimos que América Latina es constitutivamente una Nación.

Confirmando en qué medida a veces la literatura -a través de una metáfora, una imagen o una figura-, nos ayuda a comprender fenómenos determinados, hacemos nuestra la conclusión de Laura Esquivel sobre Malinche en su novela homónima, que nos revela la íntima relación o identidad entre genética y cultura y las circunstancias de nuestro origen latinoamericano:

Era el mismo resultado que se había logrado en el interior de su vientre. Sus hijos eran producto de diferentes sangres, de diferentes olores, de diferentes aromas, de diferentes colores. Así como la tierra daba maíz de color azul, blanco, rojo, amarillo –pero permitía la mezcla entre ellos-, era posible la creación de una nueva raza sobre la tierra. De una raza que contuviera a todas. De una raza en donde se recreara el dolor de la vida, con todos sus diferentes nombres, con todas sus diferentes formas. Ésa era la raza de sus hijos” (13).  Ese es el caso del Inca Garcilaso de la Vega, hijo de padre español y madre india, es decir uno de los primogénitos de la raza cósmica proclamada por el político, pensador y escritor nuestramericano José Vasconcelos.

 

*Diplomado en Historia Argentina y Latinoamericana de la FFHA de la UNSJ y de la UNVM.

Notas

1-Juan José Hernández Arregui. ¿Qué es el ser nacional? Secretaría de Cultura de la Nación. CERLALC (Centro Regional para el Fomento del Libro en América Latina y el Caribe), 2002, pág. 145.

2-Octavio Paz. El laberinto de la soledad. Fondo de Cultura Económica (3ª Ed.), México, 1999, pág. 110.

3- Hernández Arregui, Ob. Cit. Pág. 31. Con criterio vasconceliano podríamos hablar de “comunidad superior de cultura”, en la medida en que la suma o potenciación de sus componentes lo permiten.

4-Hernández Arregui, Ob. Cit. pág. 142.

5-Desconocer, renegar de él o lisa y llanamente negar nuestro origen genético mestizo mayoritario común (hijos de padre español y madre india) es, según entendemos, lo que da fundamento a nuestra actual falta de identidad y complejo de inferioridad respecto a otras culturas y Naciones. Somos irremediablemente hijos de conquistadores y conquistados, y negarlo es negarnos a nosotros mismos.

6-Hernández Arregui, Ob. Cit. pág. 141.

7-Término utilizado por el historiador Roberto Ferrero en una extensa conversación sobre este y otros temas.

8-Hernández Arregui, Ob. Cit. pág. 159.

9-Simón Bolívar. Nuestra Patria es América. Editorial Punto de Encuentro. CABA, 2012, pág. 60.

10-Hernández Arregui, Ob. Cit. pág. 159.

11-Ídem, pág. 159.

12-Ídem, pág. 146.

13-Laura Esquivel. Malinche. Prisa Ediciones. 1ª edición, 7ª reimpresión. Buenos Aires, Aguilar, Altea, Taurus, Alfaguara, 2013, pág. 177. La coatlimeca Malitzin o Malinche, bautizada como Marina, fue madre de dos hijos: Martín (hijo de Hernán Cortés) y María (hija de Juan Jaramillo, casado legalmente con Marina).


Imagen que ilustra la portada: «Garcilaso Inca de la Vega» (óleo sobre madera, 40×30 cm, 1942). De Francisco González Gamarra (1890-1972), pintor peruano. Fuente: http://fgonzalezgamarra.org