¿Cómo eran los sanjuaninos del siglo XVII?

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Una investigación basada en escritos rescatados de una iglesia que datan de 1665 y que contienen registros de nacimientos, matrimonios y defunciones, permite fundamentar teorías sobre la vida de los pobladores de San Juan de la Frontera en aquella época.

Por Julieta Galleguillo

La fuente que sustenta el trabajo de tesis consiste en Libros Parroquiales del año 1665, que conservan los registros vitales de nacimientos, matrimonios y defunciones de la población de ese entonces. Se trata de documentación reunida durante cuarenta años en la Iglesia de Santa Ana, que era la iglesia mayor ubicada frente a la plaza principal de San Juan, que incluye un total de 2.472 partidas. Este material dio lugar al trabajo de tesis “La Ciudad y su Gente. San Juan de la Frontera y su Dinámica Demográfica (1665 – 1704)”, de Alicia Sánchez Cano, que tiene como propósito conocer las características y costumbres de esa población, es decir, el sistema de relaciones que desde la superficie histórica más visible se extienden hasta algunos tabúes y prejuicios, típicos de la época.

Para comprender las conclusiones a las que llega este trabajo es necesario tener en cuenta un dato no menor: en el San Juan de 1665 habitaba una gran cantidad de inmigrantes, en convivencia con pobladores natos de la zona y las relaciones se basaban, en su mayoría, en órdenes jerárquicos. La mayor fuente de trabajo era la cosecha y los roles entre hombres y mujeres estaban perfectamente divididos.

La ciudad y su gente - Libro
La Ciudad y su Gente. San Juan de la Frontera y su Dinámica Demográfica (1665 – 1704)”, de Alicia Sánchez Cano.

Nacer, casarse y morir
Los registros encontrados están discriminados en “Españoles” y “No españoles”, lo cual ya denota la preponderancia que se le daba a la nacionalidad. La legitimidad era otro tema de importancia y está plasmado en los registros, como así también las uniones entre personas de distinta raza, las épocas del año de mayor cantidad de nacimientos y los años en los que murió más gente y las enfermedades que contrajeron.

En las actas de nacimientos se especifica si es “legítimo” o “ilegítimo”, dependiendo si se especificó o no quienes fueron sus padres. Los hijos ilegítimos están señalados con mayor frecuencia entre los registros de “no españoles”, pero ello no significa que también entre los “españoles” no aparezcan algunos casos. Los porcentajes, según la autora de la tesis, muestran que durante los cuarenta años analizados el 25 por ciento de los nacimientos son ilegítimos. “En aquella época la unión entre personas de distintos grupos étnicos estaba prohibida legal y socialmente. A veces esto llevaba a los padres a asentar a un recién nacido como huérfano o de padres desconocidos. Encontramos muchos nacimientos donde no se especifica la legitimidad o aparecen como expósito o abandonado. En la mitad de los bautizados no se especifica su legitimidad”, explica Sánchez.

Otro dato atractivo que revela la investigación está ligado a las épocas de concepción y nacimientos. En ambos grupos, Españoles y No españoles coinciden que el mes con mayor cantidad de nacimientos es febrero, por lo tanto las concepciones se concentraban en los meses de junio y julio. Esto está directamente relacionado con los meses de mayor calor y frío, respectivamente.

Por su parte, las actas de matrimonios encontradas permitieron revelar datos como que en enero, junio, julio, agosto, setiembre y noviembre se producían más del doble de casamientos de Españoles que en los otros meses del año. La autora afirma que una razón para explicar por qué hay más casamientos en estos meses tiene que ver con las actividades económicas (siembra y cosecha), que disminuían en esa época porque se reducía la actividad comercial, como el traslado de ganado y de arriería. Estas tareas eran comunes para la época en las principales rutas comerciales que se dirigían hacia Chile, al noroeste y el puerto de Buenos Aires.

Un caso particular son los meses de octubre y diciembre en los que disminuían los casamientos y puede estar relacionado con el tiempo de cosecha, durante el cual se producían migraciones temporarias porque se incrementaba la actividad comercial. En el caso de los No españoles, los meses de mayor cantidad de casamientos son mayo, febrero, noviembre, enero, julio y septiembre, en orden decreciente. Esta parte de la población, cuenta la autora, estaba conformada por indios, mestizos, mulatos, zambos, negros y chinos, y era utilizada como mano de obra, pero un número considerable de esta población vivía en el campo o estaba más alejada de la iglesia matriz y también más dispersa. Las uniones más predominantes de la época en el segmento de los No españoles eran de indios entre sí, después le siguen mulato e india, mestizos entre si y mulatos con negros.

Las actas de defunciones son las que proporcionan un registro más completo que permite conocer los meses del año en que hay mayor número de defunciones, las causas de muerte, los lugares donde se entierran, diferentes categorías de entierro, la situación social, el origen geográfico, etc. Entre 1665 y 1704 se registraron 496 defunciones de No españoles y 261 de Españoles. Es curioso las denominaciones con las que se identificaba a los difuntos, como: vieja, criatura, muchachito, recién nacida, negrito, mulatillo, chinita, angelito, indiecita, mozo, niña, etc. Los hombres superaban ampliamente el número de defunciones de las mujeres. “Probablemente en este caso las mujeres estaban más protegidas por el tipo de trabajo que realizaban dentro de la casa de los amos; no así los hombres, aunque algunos también prestaban servicios en la casa, son más los que trabajaban fuera de ella y en labores más rudas, expuestos a más riesgos, lo que contribuyó a un mayor número de muertes”, explica la autora de la tesis. La mayor cantidad de muertes se producían en invierno, lo que está relacionado a las temperaturas extremas y la mala alimentación y falta de refugio en algunos sectores de la población.

Los años en que se detecta mayor número de entierros son: 1676, 1681 y 1701. En el primero la mayor causa de muerte fue por “la peste”, como se registra en los meses de junio a agosto de ese año. Hay muchos entierros de muchacho, criatura, mulatilla, chinita. mujer, viejo, etc. En el año 1681 hay entierros de diferentes edades (hermano, madre, hija, mujer); en este caso parece ser que el mayor número de defunciones registradas tiene que ver no con circunstancias especiales sino con un mejor registro de las mismas. Lo que se justifica porque hay partidas de todos los meses y los entierros corresponden a diferentes edades características poco comunes, en general, en los registros. En el año 1701 aumentan los entierros y, por los meses en que están asentados, enero, febrero, marzo y siendo en la mayoría de los casos criatura, angelito (entre 15 días a 12 años), parece responder a una epidemia que atacó especialmente a los niños en esa época. “Las causas de enfermedad comunes para la época fueron viruela, fiebres de distintos tipos, tifoidea y entre los niños mal de los siete días o tétano infantil. El motivo de la muerte no esta contemplado con continuidad en los registros y salvo algunas excepciones dice: murió de la peste, murió de repente (muy frecuente), recién nacida, no hablaba, etc. En general, la expectativa de vida era muy corta, entre 30 y 50 años, cuando mucho. La muerte entre los recién nacidos era muy común”, agrega Alicia Sánchez Cano.

Crisol de razas
Muchas de las características demográficas de San Juan de la Frontera de aquella época estuvieron condicionadas por las clases étnicas que habitaban el territorio. El grupo denominado “blanco”, el 27,7 por ciento, estuvo conformado por españoles y criollos. Los primeros constituyeron la clase dirigente y ocuparon los principales cargos en la vida política, eclesiástica, militar y económica, pero ambos fueron iguales ante la ley. Los criollos desempeñaron funciones en la vida política de la ciudad, especialmente en el Cabildo y también ocuparon un lugar importante en las actividades económicas. Los mestizos, 17,2 por ciento, conformaron un número importante en esta sociedad, casi tanto como lo fue el español. Los dueños de negros eran generalmente familias adineradas, los eclesiásticos y los conventos. Los trabajos que realizaban se relacionaban con tareas domésticas, manuales y de agricultura. La población negra y mulata, 9,7 por ciento, perduró en esta sociedad con rasgos definidos y se diluyó. Los indios, 31,6 por ciento, fueron vasallos del rey, la legislación protegía especialmente al indígena pero en la práctica no se cumplía. A la inversa de lo que sucedía con el negro y el mulato, la ley era rígida para el esclavo pero en la costumbre era suave y tolerante.

Imagen de portada: Plano fundacional de San Juan de la Frontera. Fuente: www.argentinahistorica.com.ar