Los relatos de vampiros generalmente aluden a la subversión de las tradiciones y las pulsiones bestiales de la naturaleza, algo que podríamos equiparar a un devenir animal. Surgen proyecciones de terrores atávicos, emblemas eróticos y procesos psíquicos anormales.

En este relato visual, absolutamente despojado, no hay Príncipes de Aquitania, ni revinientes en cuerpo o "upires", pero sí chupadores de sangre."Criatura de la noche", de 2008, dirigida por Tomas Alfredson e inspirada en la novela sueca "Déjame entrar", de John Ajvide Lindqvist, ambos suecos, es la historia de dos personajes que se encuentran; y aquí surge el lugar común de la sed, que en estos casos siempre se transforma en perversión, ya que es la necesidad de sangre humana.

Es aquí donde se plantea lo distinto: ¿Qué diferencia habría entre aquél que se regocija satisfaciendo su sed de venganza y el que satisface su pura sed? ¿Dónde estaría la perversión?

Lo que tiene esta historia de diferente es que no transcurre en castillos, ni entre círculos de alta alcurnia, es sólo la historia de dos niños de doce años, que establecen un vínculo, que podría llamarse un PACTO que se transforma en un pacto de amor, a pesar de lo perverso de la condición de ese amor.

Y, ¿hasta qué punto desborda la realidad en su perversión? ¿Qué es este encuentro con lo OTRO que acecha pero a la vez protege, contiene y establece el pacto entre antagónicos?

También se plantean los límites entre la niñez y la adolescencia, que implica la edad de las iniciaciones, pero también la de la crueldad y la falta de empatía. Si no, ¿por qué buscar la contención en algo que a todas luces se emparenta con lo monstruoso?

Fragilidad y capacidad de apertura, características de la niñez… dejar entrar, el devenir de dos formas de vida donde se manifiesta la diferencia.