Cuando hablamos de trastornos alimentarios nos referimos a un conjunto de entidades clínicas, de origen psicógeno caracterizado por graves alteraciones de la conducta alimentaria, capaces de producir serias complicaciones e incluso la muerte. La detección precoz y la intervención temprana pueden evitar el deterioro de la salud física y psíquica del paciente, para ello es necesario identificarlos en su fase temprana y su diagnóstico es eminentemente clínico.
Los dos cuadros más relevantes son la anorexia nerviosa y la bulimia. En la primera el paciente se niega a mantener un peso corporal mínimamente normal recurriendo a la restricción alimentaria; en la segunda se producen episodios recidivantes de ingestas excesivas seguidas de conductas compensadoras anormales, como el vómito autoprovocado y/o el uso de laxantes o diuréticos. Ambos afectan principalmente a mujeres jóvenes (fundamentalmente adolescentes) previamente sanas que comienzan a preocuparse obsesivamente por su forma y peso corporal, sin embargo esta tendencia se está modificando y podemos identificar el inicio de estas patologías a edades más tempranas (pre púberes) o más tardías (raramente después de los 40 años). Existen grupos de riesgo (bailarinas, atletas y modelos) donde la prevalencia de la anorexia nerviosa es aún mayor.
Existen otras variantes de estos trastornos como la ortorexia, que es la obsesión por la comida sana o biológicamente pura y la eliminación de la dieta de alimentos considerados "dañinos"; la vigorexia, caracterizada por la obsesión por el desarrollo muscular lo cual lleva al paciente (mayormente hombres) a pasar muchas horas realizando actividad física y a alterar sus hábitos alimentarios; y, finalmente, el trastorno por atracón, donde el paciente ingiere grandes cantidades de comida pero no realiza conductas compensatorias.
No existe una única causa que explique estos trastornos, más bien parecen participar en su génesis una combinación de factores de riesgo psíquicos, biológicos y culturales, es decir que son procesos multifactoriales y por lo tanto merecen un enfoque multidisciplinario (psicólogos, médicos, nutricionistas, enfermeros, etc.) ya que su manejo es extremadamente complejo y no existe un único abordaje terapéutico.
El rol del médico es fundamental en la detección de estos trastornos y en lograr que el paciente llegue a tiempo al tratamiento, por lo cual debe tener un alto umbral de sospecha del cuadro y debe indagar acerca de los valores y las actitudes de las/os pacientes respecto de su peso corporal, su peso deseado y sus hábitos alimentarios. Sin embargo, es muy común que quienes padecen estos trastornos sean grandes manipuladores de modo que niegan o disimulan su patología, por lo tanto es de gran importancia la participación del entorno familiar tanto en la detección temprana como en la contención durante el tratamiento, prestando atención a signos y/o síntomas tales como: modificación de la forma de comer (reducción en la ingesta y/o atracones o consumo excesivo de fibras en la dieta), cambios en el peso corporal con reducción del índice de masa corporal (IMC: peso/talla) en el caso de anorexia y sobrepeso u obesidad en los trastornos por atracón, obsesión por la delgadez, autoevaluación permanente del peso y la figura, pérdida del disfrute de los alimentos y la percepción de los mismos como "enemigos", deterioro de las relaciones afectivas y cambios en la conducta, varias visitas al baño o ejercicio intenso tras las comidas y el consumo excesivo de laxantes o diuréticos.
El rol de la familia es relevante no solamente en la detección temprana de los trastornos alimentarios sino en la prevención de los mismos, ya que los hábitos y actitudes alimentarias se aprenden desde la infancia. Algunas acciones preventivas que pueden adoptarse al respecto son: fomentar la ingesta equilibrada de "todo" tipo de alimentos, evitar las dietas restrictivas en la adolescencia o el uso de productos para adelgazar, promover las comidas en familia que favorezcan el diálogo, estimular en los niños la valoración personal independientemente del aspecto físico y generar en los jóvenes actitudes críticas frente a los mensajes publicitarios que promueven la "cultura de la delgadez".
Como se dijo anteriormente, los trastornos alimentarios son patologías mutifactoriales complejas y, así como requieren un abordaje mutidisciplinario y la participación de la familia, también necesitan del compromiso de diversos sectores de la sociedad (políticos, educadores, medios de comunicación, etc.) para luchar contra ellas ya que un diagnóstico precoz y un tratamiento integral mejoran ostensiblemente el pronóstico de las/os pacientes. |