edición 56
AÑO IX - Nº 56 | MARZO DE 2012
Columna de Cine
Sí, juro.
Escribe: Cristina Pósleman
Instituto de Expresión Visual - FFHA - UNSJ

Según la mayoría de los diccionarios de latín, la palabra "homenaje" viene del provenzal "homenatge", y en el latín tardío es "hominaticum". Esto significa juramento de fidelidad hecho al señor. Por la raíz homo, que quiere decir hombre, y hombre quiere decir siervo. Pero vayamos al cine.

La entrega del premio Oscar es, en marzo, un tema obligado. Cómo no si se trata del acontecimiento cinematográfico más importante del año. Acontecimiento de carácter económico más que estético, de afirmación de supremacía financiera y política más que motivación cultural o muestra de los últimos gritos del arte.
Este año estas metas se hicieron explícitas al recibir carretillas de premios un film que se llama, irónicamente, The artist (acá, El artista). Una producción americano francesa, más americana que francesa, dirigida por Michel Hazanavicius. Película que recibió, entre otros, el premio al mejor film y al mejor actor.
El artista, en la vida real Jean Dujardin, es el protagonista de una comedia en clave de la relamida fórmula "film dentro del film". Una escena resume la trama. Alrededor de la mitad de la película, la orquesta, factor fundamental en el mundo del cine mudo y que ha estado presente todo el tiempo que lleva el film, se detiene repentinamente. El actor en la ficción comienza a escuchar ruidos dispersos. Una puerta cruje. Se escuchan ladridos de su mascota fiel -como la fidelidad del cine a Hollywood-. Risas y cuchicheos de unas jovencitas que pasan frente a la puerta en la que, desesperado, el artista sufre una descompensación epocal. Y él, atormentado, no puede emitir palabra. Circunstancia ésta que, apelando a la melancolía, pretende mostrar edulcoradamente el martirio de las estrellas del siglo abandonadas por el tiempo. E involucrar al espectador a través de esta historia que se pretende emotivamente humana, en blanco y negro, con música pegadiza de las primeras décadas del siglo veinte, en un homenaje a Hollywood, el verdadero protagonista. Algunos han referido este motivo a una época del cine analogable al actual giro hacia el 3D. ¡Como si fueran analogables sin más!
Toda teoría estético-cinematográfica, todo film experimental, todo intento de responder a la célebre pregunta sobre qué quiere decir ser artista, quedan ridiculizados frente a este burlón golpe de "homenaje al cine". Homenaje realizado a través de la historia alivianada de un "artista". Y "el" cine, en esta oportunidad, es Hollywood. Y nada más que Hollywood. Fidelidad jurada al monstruo del cine.
Que no se pierdan las esperanzas de que horas de tipeo destinadas a desmontar el aparato hollywoodense, surtirán efecto tarde o temprano.

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