opinión del lector
AÑO VIII - Nº 55 | noviembre de 2011
Texto correspondiente a la edición Nº 53 - Agosto de 2011
Ecos de la antropología evolucionista en "Civilización y Barbarie" de Sarmiento. Proyecciones en el pensamiento nacional
Escribe
Dra. Analía Virginia Ponce
Docente - Investigadora
Facultad de Filosofía, Humanidades y Artes - UNSJ

Sin ser una lectora exhaustiva ni erudita de la obra de Sarmiento, mi propósito consiste en comentar articulaciones que- según lo que conozco- no han sido realizadas entre los teóricos del Evolucionismo Social y nuestro coterráneo. Se hace necesario advertir que fue prácticamente imposible reconstruir el alcance y la profundidad de la lectura sarmientina de los evolucionistas sociales. Es en todo caso un tema de investigación que me impresiona como muy interesante.
Lo que sí parece estar claro es que, de algún modo, lo influyeron fuertemente. Haremos, para el propósito enunciado arriba, una breve y sencilla introducción al "núcleo duro" del programa evolucionista, a partir del interés que suscita en nosotros la correlación que estamos haciendo.
Esta teoría y sus responsables, Tylor, Morgan y Frazer, tienen el gran mérito de haber fundado la Antropología científica. Como a todos los "grandes" que abren nuevos caminos, habrá que disculparlos de sus, también grandes, errores.
Bajo el gran impacto de la teoría de la evolución darwiniana, estos autores estuvieron persuadidos de que las sociedades también evolucionan, tal como lo hacen, los seres vivos. Existe aquí, facilitada por Spencer, una traspolación de la esfera de la naturaleza a la esfera de lo sociocultural. Pero la evolución social entendida como la concibieron ellos, lejos de ser azarosa y teleológicamente ciega, sigue un camino, un único camino con ciertas etapas inexorables, ciertos estadios que siempre se transitan en el mismo orden; esta noción da lugar a lo que se conoce con el nombre de "Teoría de los tres estadios", que son, progresivamente: Salvajismo, Barbarie y Civilización. Por ellos transcurre la Historia, la historia de todas y de cada una de las sociedades del mundo. Y ese orden se transita siempre así, unilinealmente, no existiendo posibilidades de hacer otro recorrido o trayectoria alternativa, disímil.
Lo llamativo de esta argumentación es que de esta manera pueden coexistir contemporáneamente sociedades que se encuentran en distintos estadios. Dicho en otras palabras, puede haber contemporáneos "primitivos", y de hecho, siguiendo la lógica de este pensamiento, los hay, según la interpretación de estos autores como también de la obra sarmientina. No parece incomodarlos la asincronía con que se describe la marcha de la historia. En este sentido, otra consecuencia muy importante para destacar es que consideran que Europa y los europeos, habían alcanzado en ese momento, la Civilización, y no así, el resto de las sociedades. Esta hipótesis, nos permite reconocer el acentuado etnocentrismo que, aún siendo eruditos, mantenían estos primeros antropólogos europeos.

Lo segundo que hay que señalar es que esta gran hipótesis explicativa de la Historia humana no había sido corroborada, contrastándola con datos empíricos recogidos por los mismos teóricos, sino que se postuló especulativamente desde sus cómodos escritorios de la Inglaterra del siglo XIX, mientras que los datos eran aportados desde fuentes de "segunda mano", es decir, recogidos por investigadores no muy bien formados, o directamente aficionados sin formación académica; pero en cualquier caso individuos distintos a quien formulaba la teoría. Es por ello que a estos primeros, la Antropología posterior los impugna por ser antropólogos de gabinete, quedando dentro de la tradición de la disciplina disminuido el mérito del producto teórico una vez que se instala fuertemente en ella la necesidad de que sea la etnográfica, una etapa ineludible de la investigación.
De las dos cuestiones señaladas derivan las principales acusaciones hechas por la propia antropología al evolucionismo: la primera, de etnocéntrico y la segunda, de especulativo.
La mayor parte del esfuerzo hecho por los teóricos que lo suceden (Malinowsky y Boas) es, justamente, demostrar sus errores. Podría decirse que sus teorías polemizan contra el evolucionismo.
Pero aún falta que señalemos una consecuencia quizás más importante del pensamiento evolucionista social, y es el carácter ideológicamente justificatorio de los procesos de colonización, simplificado en la argumentación siguiente: si ellos (los europeos) habían alcanzado la civilización, ¿qué obstáculo habría en que Europa colabore con las otras sociedades (salvajes o bárbaras) para alcanzar el ansiado grado de civilización? Todo lo contrario, entienden, hay hasta una obligación moral de hacerlo.
Si bien el evolucionismo social fue rápidamente discutido en Antropología, es quizás en otros ámbitos que se conservó la fuerte incidencia de este esquema de pensamiento.
Esto se hace notable en nuestro propio país, en el que el Estado se forma con estas bases ideológicas. Aún más, cuando después fue necesario gestionar la nación, para ello la educación se mostraba como el instrumento, la herramienta más específica y también la más eficaz. Y es aquí el punto en el que el pensamiento que expresa el Facundo, se articula, con los pensadores evolucionistas.
En el campo educativo, aunque expresado de manera difusa, se tuvo esta misma concepción. Por lo menos, manifestado en la idea de que es la institución educativa, la escuela, la que "civiliza" a los que a ella llegan. Podría decirse que, así las cosas, según este paralelismo, los salvajes y bárbaros no son otros que los propios alumnos, el equivalente en el esquema estadial de los peldaños inferiores. En la actualidad nadie, explícitamente, conserva esta concepción, pero en el lenguaje de los actores educativos a veces aún se filtra, en expresiones del tipo "estos niños son salvajes", o "son como indios".

Uno de los tópicos que nos resulta más interesantes de destacar es la equivalencia que existe entre el conjunto de autores evolucionistas y el maestro de América en cuanto a la noción de "bárbaro" como de hombre sin terminar, sin completar, a medias. Al primitivo, al no civilizado, siempre le falta para ser; mientras no "progrese" en este camino ascendente civilizatorio, su ser, no es, o al menos no lo es totalmente hasta tanto no alcance el grado del estadio superior. ¿Cómo llegar? No quedan dudas que para los evolucionistas Europa debía cumplir un rol extraordinario "ofreciendo" los bienes de la civilización alcanzada por el continente del norte. Para Sarmiento es indiscutible que la educación constituiría la respuesta. Pero ¿qué educación? Dotar de contenido a la interpelación producida por esta pregunta es tarea que nos compete.

Ríos de tinta y voces airadas han condimentado la polémica, a veces abierta, a veces soterrada. No nos podemos permitir olvidar cómo, en la década de los '90 una forma inédita de neo-evolucionismo saturó las voces que expresaron la hegemonía. Parecía que el mismo Darwin sentenciaba la "supervivencia del más apto". Perversión disfrazada de Ciencias Sociales, de análisis intelectual.
Para Arturo Jauretche, "Civilización y Barbarie" "es la madre de todas las zonceras argentinas", pero una madre fértil, diría yo, al fin y al cabo, ya que engendró a todas las otras.
Si bien la paternidad se le reconoce públicamente a nuestro coterráneo, Jauretche entiende que la convicción cultural lo preexistía.
Retomando la invitación planteada por el autor de "Manual de Zonceras Argentinas" a seguir identificando y describiendo las zonceras que vayan apareciendo, desde el campo político-militante Aníbal Fernández toma "la posta" y reubica en el siglo XXI la oposición planteada por el autor sanjuanino. Es, en definitiva, una invitación para volver a pensarla.

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