edición 55
AÑO VIII - Nº 55 | noviembre de 2011
Columna de Cine
Planeta Z
Por Cristina Pósleman
Instituto de Expresión Visual - FFHA - UNSJ
Es sentido común considerar que la humanidad se diferencia del animal, entre otras cosas, por la facultad inventiva y tecnológica. Y que las máquinas son resultado de dicha condición. El psicoanalista y filósofo Felix Guattari formula una sorprendente teoría basada en la inversión de dicha relación. ¿Y si la condición maquínica fuera anterior a toda manifestación tecnológica? Entre las consecuencias de dicha teoría está que la vida sería un fluido maquínico. Los ambientes intelectuales franceses llaman así a una potencia vital que se despliega en medio de una sutil mezcla entre azar y causalidad intrínseca. Potencia que, a diferencia del movimiento mecánico, no necesita de ningún empuje exterior para desencadenarse. La vida es la vida y nada más.
Eso es lo que muestra el maravilloso documental "Planeta Z", ganador del primer premio del Festival International du Film Merveilleux Paris 2011. Dirigido por Momoko Seto, esta obra es un homenaje cínico y minucioso al origen y destino de la vida.
A lo largo de los nueve minutos que dura el documental, vemos el nacimiento, desarrollo y muerte de un planeta, el Planeta Z. Protagonizado por extraños y minúsculos individuos, todo acontece en el mundo micro-celular gracias a la potencia infinita de un elemento: el agua.
Este documental sale del cliché digital de las formas abstractas, orgánicas e intrauterinas. El análisis técnico parece indiscernible respecto del tema y el motivo. La "historia", es la historia de los pixeles mismos. Nada es representación, porque allí no hay una realidad que se imite en imágenes. Nada es metáfora allí, la imagen no remite a nada. Nada es simbólico, ya que la literalidad de los sucesos pone a prueba la duplicación de registros interpretativos. Las alusiones antropomórficas parecen paralizadas. El lenguaje se funde al acontecimiento. El film mismo se convierte en corriente creativa. Solo despliegue vital en la superficie de la maquina abstracta.
No obstante una línea de resistencia política se teje desnuda y continua entremedio de esta aparente neutralidad y ausencia total de melancolía humana. La apelación a unos micro-individuos que terminan destruyéndolo todo, muestra las consecuencias mortales que implica el arrogarse un poder trascendente a ese flujo creativo de la vida. Una crítica sutil pero poderosa alcanza al "humano" pretendido dueño y manipulador de la naturaleza de la vida. Insistiendo en la inmanencia de la potencia creadora, este documental nos reconcilia con la Máquina, nos alerta frente a la tendencia autodestructiva del mayúsculo "Hombre", y nos muestra finalmente un panorama esperanzador.
Bien ganado el primer premio.
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