Este libro es una historia ilustrada que se alterna con el recurso de la historieta. Está destinada al entretenimiento y a la comprensión del personaje por parte del lector, cualquiera sea su edad. Se basa en documentación bibliográfica de varios autores y en un considerable bagaje gráfico de vestimentas, vehículos, arquitectura y armamento de la época, para que el lector comprenda no sólo el acontecer de los hechos sino los escenarios de la vida cotidiana en los comienzos de la Nación.
A lo largo de la vida de Sarmiento puede notarse cómo van cambiando varios aspectos de la sociedad. Su casa misma expresa estos cambios. Así, la primera construcción, a cargo de Doña Paula, tenía el aspecto de las construcciones chilenas del siglo XVIII, y aún puede verse algunas casas similares en Chile.
Los vehículos tirados por caballos, como carrozas, galeras, diligencias, si bien no presentan grandes cambios en su estructura, con el paso del tiempo van introduciendo en cada vez más piezas el uso del metal. Se pasa de la sopanda, con gruesas correas de suela, al elástico curvo de hierro que amortigua las irregularidades de los caminos. La vieja carreta de ruedas con ocho o diez rayos, tirada por bueyes, es reemplazada por carros más livianos, de ruedas recubiertas por llantas de hierro, de catorce o dieciséis rayos, maza de hierro y tirados por mulas.
Las armas van cambiando en su mecanismo de fuego. A partir de Caseros, 1.852, el parque armamentístico se moderniza y se vuelve más eficaz que los sistemas de chispa.
Sarmiento comienza sus viajes por mar abordando una nave de propulsión a vela con casco de madera. Y en el ocaso de su vida, viaja en naves a vapor con más capacidad de carga, más veloces y su casco construido en acero.
El rostro de Sarmiento ha sido compuesto en orden descendiente, tomando como modelo las numerosas fotografías que hay de él en su madurez y senectud, y sus retratos pintados al óleo. Al presentar en todos sus retratos rasgos faciales muy elocuentes, Jorge Rodríguez construyó un rostro cada vez más joven hasta llegar a la niñez.
Con el recurso de la imagen de Sarmiento el autor procura que el lector sienta en su boca, sus ojos y sus oídos la mezcla de la sequedad cerril y áspera de la siesta sanjuanina envuelta en polvareda de galopes, relinchos y alaridos; la voz clara y vigorosa del político que polemiza; el sollozo desgarrado del diplomático que pierde a su hijo en la guerra; el susurro íntimo del amante; el ruido ensordecedor de la batalla. |