edición 54: ESPECIAL DOMINGO F. SARMIENTO
AÑO VIII - Nº 54 | SEPTIEMBRE de 2011
Por Ing. Carlos Graffigna
Ex docente e investigador
Facultad de Ingeniería - UNSJ

Nace el 15 de febrero de 1811, fue hijo de Don Clemente Sarmiento y de Doña Paula Albarracín de Sarmiento. Del perfil de Sarmiento se infiere que fue un chico curioso, travieso, lector incansable y hábil con sus manos para desarrollar cualquier tarea.
Intenta estudiar en la provincia de Córdoba y termina en San Francisco del Monte en la provincia de San Luis con su tío, Don José de Oro, fraile, aprendiendo mucho de él e inicia su tarea como maestro. Su tío lo forma también en su fe cristiana, y ya más grande escribe un libro dedicado a los niños y jóvenes sobre la Vida de Jesús de Nazaret.

Vuelve a San Juan, estudia y trabaja como ayudante de topógrafo; discute sobre distintas formas de ver la sociedad sanjuanina, tiene sus primeras escaramuzas políticas y se exila en Chile en 1831, precisamente en el pueblo de Pocuro. Con su padre instalan una escuela donde los niños asistían durante la mañana. A la tarde trabajó enseñándoles a leer y escribir a los mineros que trabajaban las minas de cobre. También allí él aprende cómo es el trabajo que hacían estos hombres y cómo se explotaban los yacimientos en esa época. Esa curiosidad innata en él por todo lo que lo rodeaba era lo que le permitía conocer las culturas, oficios y problemas sociales que estaban insertos en su tarea diaria y sus ganas de avanzar en el progreso de los pueblos con los que convivía.

Viajando en mula, en tren, diligencia o en vapor, acarreando siempre algunos de sus libros y discutiendo con los pobladores, Sarmiento fue un cuestionador de todo lo que le rodeaba y apuntaba siempre hacia el progreso de los pueblos a su manera. Esto incrementó sus conocimientos y sus inquietudes llevándolas siempre al límite de lo posible. Hizo viajes por todo el mundo, además de Argentina, en Chile de 1831 a 1840, en 1846 viajó a Uruguay, Europa y África, y en 1847 fue a América del Norte.

En Chile enseña a leer con métodos propios de lectura gradual y hace un silabario que más tarde lo reconocería como muy bueno el propio presidente chileno Montt. Además la Universidad de Chile lo destaca como un excelente pedagogo. Sarmiento se preocupa por el bienestar de cada alumno, de su participación en sus tareas, su inclusión social e integración de los ciudadanos a la nación, siempre desde la educación pública.
De sus viajes y sus experiencias como educador y periodista, llega a vislumbrar y resolver los problemas que eran comunes en las naciones sudamericanas.
En San Juan, funda el Colegio Santa Rosa de Lima e insiste en la necesidad de la educación de la mujer. Impone la consigna de "Educación para todos a costa de todos"; siembra de escuelas públicas y bibliotecas populares todo el territorio nacional. Manifiesta que "Educar al soberano es y será una labor sagrada". Para Sarmiento la independencia se construye con la instrucción pública y señala alguna de sus herramientas: 1- Método de lectura gradual, 2- Uso de la pedagogía de la imagen, 3- La simplificación de la ortografía, 4- La traducción de libros y 5- Abrir ventanas al pensamiento universal de la época.

Sarmiento tuvo un proyecto de país, su pensamiento político tuvo gran influencia en la formación de la tradición republicana argentina. Fue Gobernador de San Juan, Senador por la Nación, Ministro plenipotenciario y Presidente de la Nación. Buscó materializar sus ideas en obras concretas para las futuras generaciones, desarrolló el progreso del país y su sociedad. Imaginó una gran industria a partir de la agricultura, ganadería, minería, ma-nufactura de los recursos naturales, transportes y comunicaciones.
Impulsó el comercio, la minería, contrató científicos para construir ferrocarriles, telégrafos, barcos; trabajó comunicando, educando y acercando culturas.

Además de fundar escuelas primarias, crea escuelas técnicas modelo en su época, colegios secundarios de niñas y varones, la Fundación para la Academia de Ciencias, el Observatorio Astronó-mico de Córdoba, la Escuela de Inge-nieros de San Juan y, pensando en la soberanía nacional, crea el Liceo Naval y el Colegio Militar. Realiza en 1869 el primer censo nacional y resulta, entre otras cosas, que había un millón de analfabetos. Entonces toma medidas para fortalecer la educación pública: en 1868 había 30.000 niños cursando en escuelas primarias y en 1874 ya lo hacían 100.000.
En 1868 había 700 escuelas públicas y en 1874 ya había 1.644. Se crean 18 escuelas normales y se fundan colegios nacionales en casi todas las provincias.

En 1870 impulsa la Ley 1.420, que establece la enseñanza primaria, gratuita y obligatoria gradual y laica para todos los habitantes de la Nación argentina.

Entendía que las comunicaciones eran la única forma de integrar la nación y fomentar el desarrollo de su mercado interno apoyando el comercio entre las regiones.
Entre 1868 y 1874 se tendieron 5.000 Km de cables telegráficos y, en 1870, el cable transoceánico. En 1868 había 573 Km de red ferroviaria y, en 1874, ésta ascendió a 1.331 Km.
Como periodista tuvo una intensa y destacada actividad y en su presidencia se multiplicaron diarios y publicaciones de trabajos.

La figura de Sarmiento es una de las más polémicas y contradictorias. Ponía todo su empeño y coraje en favor de la educación y se enfurecía contra las culturas aborígenes que no entendían los avances del progreso mundial. Otro tanto ocurrió en sus campañas militares, donde en el afán de armar los territorios hubo algunos desaciertos como la guerra del Paraguay, donde corrió mucha sangre y le costó la vida de su hijo Dominguito.
Con sus escritos, sus testimonios y los años fue haciendo un balance de su vida, muy rica en acciones concretas a favor del progreso de los pueblos sudamericanos. Estaba siempre apurado por avanzar con la educación pública, bibliotecas, capacitación en los oficios desde las escuelas técnicas, y también por el desarrollo de la industria en general, las comunicaciones, los transportes, como ejes fundamentales del desarrollo.

Después de Sarmiento Argentina tuvo otro empuje hacia el desarrollo con Juan Perón, que volvió a insistir en la creación de escuelas y le puso mucho motor a las industrias a partir de las mejoras tecnológicas que se estaban logrando en todo el mundo. Argentina en 1955 tenía el 30% del PBI de los EE.UU., con mucha menor superficie de tierra y muy pocos habitantes. 50 años después, un fuerte estancamiento nacional malogró la educación, el crecimiento industrial, aumentó la desocupación y aumentó la pobreza, agravada por una crisis mundial que ha puesto en difícil situación a los países desarrollados. Y nuevamente desde la inclusión social, la educación, la ciencia y la tecnología al servicio del país, con más industrias, más energía, la Nación volvió a crecer pero ahora acompañada con otras naciones sudamericanas, generando un aporte armónico organizado desde nuestros pueblos. Se advierte entonces que la gran mirada de Domingo F. Sarmiento sigue puesta en la educación para lograr el progreso de las naciones, y su lema "Educar al soberano" es y será una labor sagrada que debe continuar sin desmayo.

Desde la óptica de Sarmiento y mirando nuestros días deberíamos decir: "Toda política está guiada por una ideología, y eso vale también en ciencia y tecnología. En Argentina tenemos dos opciones principales: el desarrollismo y socialismo nacional".

Para la ideología desarrollista, existen países en un estado superior de progreso lineal y único concebible, a quienes debemos imitar y alcanzar. Esos países nos dan las pautas de consumo, producción tecnológica y científica. Los problemas de política tecnológica y científica son entonces sólo tácticos, pues la estrategia viene dada desde afuera; sólo se trata de "cerrar brechas". Se acepta sin discusión la dependencia cultural y nuestro orgullo nacional se reduce a mostrar que somos discípulos aventajados.
El socialismo nacional, en cambio, exige otra concepción de la economía que podemos llamar "democéntrica", porque parte de las necesidades populares y "constructivas", porque su problema estratégico es construir un sistema productivo, capaz de satisfacer esas necesidades, sin despilfarrar recursos, ni estropear las condiciones de contorno que deberán vivir las próximas generaciones.
La mirada de Sarmiento sigue siendo un desafío, actualizando políticas y haciendo que el progreso sea un bien social, cultural, democrático y al servicio de todos los seres humanos.

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