edición 53
AÑO VIII - Nº 53 | agosto de 2011
HOMENAJE AL LICenciado CARLOS YANZÓN
Despedida a un compañero y amigo
La Lic. Mónica Riveros evoca a Carlos Yanzón, docente e investigador que ya es parte de la historia de la Universidad Nacional de San Juan. “Fue uno de esos hombres que jamás rehuyó el compromiso ni la lucha: peleó todas las batallas y ninguna fue pequeña para él”, expresa Mónica Riveros.
Escribe: Lic. Mónica Riveros
Directora del Departamento de Ciencias Políticas
FACSO - UNSJ
Los antiguos nos dejaron una costumbre: la de pronunciar una oración fúnebre cuando moría un guerrero. En nombre del Departamento de Ciencias Políticas y con el permiso de la familia, quiero despedir a Carlos Yanzón.
Me he puesto a reflexionar sobre nuestra Carrera de Ciencia Política, en nuestros egresados de los últimos años, en los que se recibirán este año con suerte y en todos los estudiantes que eran el motivo de preocupación de Carlos. Porque él, así como el Dr. Leonardelli, son parte de nuestra historia como Facultad de Ciencias Sociales, como Departamento y como Carrera.
Juntos, desde sus diferencias, soñaron una Ciencia Política fuerte, que realmente formara a nuestros alumnos de tal manera que al graduarse pudieran ser parte de una Argentina democrática y justa. A ambos les tocó gestionar en momentos difíciles, cuando la construcción de nuestra Universidad era todo un desafío.
Así como Leonardelli fue nuestro maestro, Carlos fue nuestro compañero y amigo.
Fue uno de esos hombres que jamás rehuyó el compromiso ni la lucha: peleó todas las batallas y ninguna fue pequeña para él.
Lo encontramos en todas las rutas que conducían a la democracia, a la vigencia de los Derechos Humanos, a la inclusión, a la integración de los pueblos. Hombres como Carlos vivieron su vida detrás de lo que creyeron justo: siempre habrá grandes causas para los que sueñan un mundo mejor.
Soñó con los sueños de los grandes: supo compartir estos sueños con colegas y alumnos. Supo inspirar a sus alumnos y transmitirles la pasión que sentía por la ciencia política.
Porque chicos, ustedes tienen que saber que para Carlos todos y cada uno de ustedes era motivo de preocupación. Sabía el nombre de todos, conocía sus historias y sus problemas: solía venir y pararse en la puerta de la Dirección y decirnos: “A ver, a ver qué podemos hacer por este chico o esta chica”. Los éxitos de cada uno de ustedes y sus logros eran su satisfacción. Cada vez que uno de ustedes ganaba una beca o conseguía un buen trabajo o se destacaba en algo, lo vivía con auténtica alegría.
No hubo cena ni encuentro de colegas que lo tuviera ausente: siempre listo cuando a la hora de juntarse se lo convocaba.
Fue generoso con su experiencia y siempre dispuesto a darla a quien le pidiera un consejo: esto es un gran valor en un mundo competitivo como el de hoy. Sus compañeros sabíamos que a pesar de nuestras diferencias en muchos temas siempre estaba listo para cuando uno le pedía una opinión o una ayuda o un libro.
Yo en lo particular lo consulté muchas veces. Lo vamos a extrañar como se extraña a un amigo.
Nuestra vida tiene sentido en la medida de que al llegar al final del camino podamos como el sembrador mirar hacia atrás y decir “cumplí con mi labor, la cosecha será buena”. Carlos cosechó lo que sembró: el amor de Mónica, unos nietos de los que siempre hablaba, un hijo del que estaba orgulloso, amigos que lo lloramos y alumnos que recogerán la bandera de su pasión.
Cuando murió don Hipólito Irigoyen, le pidieron a Ricardo Rojas que dijera unas palabras. Yo me voy a permitir repetir una frase que él pronunció y que me parece apropiada para finalizar: “Cese aquí el llanto, puesto que aún andamos, como antes andaba él, en la noble batalla”.
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