edición 51
AÑO VIII - Nº 51 | marzo de 2011
Ingeniero Carlos Graffigna
Su vocación por la ingeniería fue alimentándose con los oficios que aprendió de niño en la bodega de su abuelo. Su devoción por la electrónica nació en sus días de visita a la antigua Radio Graffigna, hoy Radio Colón. Un repaso por la vida profesional del ingeniero Carlos Graffigna, ex decano de la Facultad de Ingeniería, inquieto innovador y creador de Fabricaciones Universitarias, proyecto abolido por la última dictadura.
POR fabián rojas

Él no lo dice, pero repasando su intensa vida condensadora de experiencias y conocimientos, es posible adivinar en la infancia de don Carlos a un niño inquieto. Corría la década de 1940 y, con sólo un puñado de años, ya incursionaba en el mundo de la carpintería y de la mecánica en la bodega de su abuelo Santiago, un inmigrante italiano que llegó a San Juan con 12 años. Además manejaba tornos, fraguas y fresadoras, aprendió a soldar y el oficio de albañilería. Se familiarizó con trabajos de instalaciones eléctricas e incluso llegó a manejar una topadora. Pero quizás lo más determinante para forjar el profesional que llegó a ser fueron sus asiduas visitas a la antigua Radio Graffigna, fundada por su padre Benedicto y sus tíos. Fue entonces cuando su curiosidad e imaginación comenzaron a volar alto: “Quería saber cómo se producía la información que salía por una antena y llegaba a un receptor”, confiesa ahora, a sus 73 años, don Carlos Graffigna, ingeniero innovador que llegó a ser decano de la Facultad de Ingeniería (FI) de la UNSJ. Y visto con la perspectiva del tiempo, fue en esa infancia que se modeló su vocación por la ingeniería y la electrónica, porque si bien siendo niño pasó sus días maravillado ante la magia de la temprana radiofonía, sus indagaciones se enfocaban más que nada en los procesos que originaban las transmisiones de la emisora que ahora es Radio Colón.

Hacia el circuito electrónico
Carlos Benedicto Graffigna cursó sus estudios primarios y secundarios en el Colegio Don Bosco, pero, como aquellos signos ingenieriles de su niñez ya habían quedado sellados para siempre en él, una vez que terminó el secundario ingresó en la Facultad de Ingeniería, Ciencias Exactas, Físicas y Naturales (FICEFN) de la Universidad Nacional de Cuyo, donde cursó tres años con una ausencia que lo atribulaba: “Estuve tratando de seguir y congeniar pero no existía Electrónica ni Electromecánica”, dice. Por eso se fue a Córdoba, en cuya Universidad Católica cursó Ingeniería Electrónica. Luego pudo ingresar, como civil y por convenio con esa universidad, en la Escuela Superior de la Fuerza Aérea. Así, en 1965 egresó como ingeniero electrónico y como ingeniero aeronáutico.
“Mientras estudiaba trabajé mucho en reparación y mantenimiento de equipos de a bordo de los aviones que fabricaba la Fuerza Aérea”, recuerda Graffigna, y evoca una gran responsabilidad: “Firmamos un convenio en que nos hacíamos responsables por eventuales accidentes ante cualquier falla. Todo eso me hizo ganar una gran experiencia”.

Investigar en el aire
En su paso por la Fuerza Aérea, Graffigna tuvo innumerables experiencias de aviación. Sin embargo, su vocación hacía que su verdadero entusiasmo no pasara por pilotear una nave: “Mientras mis compañeros hacían vuelos de instrucción, yo indagaba en la parte electrónica e iba probando nuevos desarrollos. Yo era muy adepto a la investigación para nuevos proyectos”, se autodefine. Esa manera de ser que ya había manifestado en su infancia, también se repetiría varios años más tarde, con sus hijos ya como testigos. “Me llevaba a las carreras que transmitía Radio Colón. Tenían que transmitir la Doble Calingasta y él utilizaba un avión como repetidora, porque entre las montañas era difícil la transmisión. Siempre fue muy inquieto e investigador”, valora uno de sus seis hijos, Juan Pablo Graffigna, también ingeniero electrónico y director del Gabinete de Tecnología Médica de la FI.

Tiempos difíciles
A mediados de los años ‘60 Carlos Graffigna trabajaba también en un proyecto franco-argentino de satélites que ejecutaba la Fuerza Aérea. “Mientras los franceses hacían toda la pelota del satélite, los argentinos desarrollamos la cohetería para ponerlo en órbita. Se armó la base de Chamical, en La Rioja. Ahí se lanzó el primer cohete no tripulado y fue a la altura que se esperaba el satélite. Yo dejé el proyecto en marzo del ‘66 porque me casaba”, rememora el ingeniero. Fue entonces cuando volvía de su luna de miel con su esposa María Luisa que se enteró del golpe de Estado de Onganía, que traería sus consecuencias: “Su primer decreto detuvo el proyecto franco-argentino, porque le rompía el monopolio a Estados Unidos de todo lo que eran las comunicaciones en Occidente. Con Francia había existido un convenio de intercambio de experiencias muy provechoso”, explica casi con indignación.
En ese tiempo Graffigna también renunció a una beca en Estados Unidos: “Iba a hacer una especialización de ingeniería en Pittsburg, pero falleció mi madre y mi padre se quedó muy mal. Por ello nos vinimos con mi mujer a San Juan a apoyarlo”, relata.

El innovador perseguido
En San Juan comenzó a trabajar como jefe de Trabajos Prácticos en la FICEFN de la UNCuyo. “Fue en la especialidad Electromecánica, donde daba Electrónica. Después el ingeniero de Luca, titular de la cátedra, fue becado a España. Mientras tanto, yo enseñé la parte de transistores. Cuando volvió y se encontró con todo lo que estaba ya adelantado se puso muy contento, porque él venía de recibir un curso avanzado sobre ese tema”, describe. “Siempre se le ocurrían ideas. Decía quiero hacer tal cosa. ‘Uy, sonamos’, decíamos nosotros. Es que había que seguirle el ritmo. Él es alguien fuera de lo común y siempre tenía ideas fuera de lo común”, evoca risueño el ingeniero Gustavo Ensinck, quien fue su alumno y hoy es profesor del Laboratorio de Electrónica Digital de la FI.

Años más tarde, ya creada la Universidad Nacional de San Juan, Graffigna fue nombrado decano de la FI. “No tenía experiencia, yo era un simple docente que ejercí el decanato desde mayo del ‘73 hasta fines del ‘74. Cuando se produjo el golpe militar de Chile nosotros emitimos un comunicado de repudio. En ese tiempo asumió el Ministerio de Educación Oscar Ivanissevich, quien empezó con persecuciones ideológicas a los docentes, y renuncié”, repasa.

Una fábrica de fábricas
Luego, en enero de 1975, Graffigna asumió como presidente de Fabricaciones Universitarias, un proyecto que funcionaba en el subsuelo de Electromecánica de la FI, y para la ejecución del cual don Carlos destaca el apoyo recibido de los ingenieros Vázquez, Díaz Cano, Leonetti, Mascotti y Cámpora, entre otros. “La idea fue fundamentalmente mía, porque yo venía de mi experiencia de Córdoba. He visto crecer la fábrica IKA, la Fíat y la de aviones. Lo que yo quería con Fabricacio-nes Universitarias era que los estudiantes pudieran trabajar en algo que verdaderamente manejen, porque hasta entonces era todo teoría. Y la idea era que una vez funcionando esa fábrica, el 70 por ciento se iba a privatizar y el 30 restante lo conservaba Fabricaciones Universitarias para generar otros proyectos. O sea, iba a ser una fábrica de fábricas”, argumenta el ingeniero Graffigna. “Siempre le gustaron los proyectos grandes, socialmente aplicables. Tiene una visión social de la ingeniería”, asiente su hijo Juan Pablo. “Ya estábamos trabajando en los trenes de aterrizaje del Pucará, pero todo quedó trunco con el golpe de Estado de 1976”, narra don Carlos, otra vez con un asomo de ira.

Impulso al CREACOM
A partir del golpe del ’76 estuvo 10 años sin trabajar en la universidad. Cuando regresó, el actual rector de la UNSJ, Dr. Benjamín Kuchen, lo adscribió al Instituto de Automática. En esos tiempos trabajó para fundar el CREACOM con Elsa Lépez de Cousirat; luego se gestionaron subsidios ante la Embajada de Japón y la Secretaría de Ciencia y Tecnología de la Nación para comprar cámaras y equipos de edición. Manuel Sadosky, secretario de esta área del gobierno alfonsinista, luego lo designaría al frente de la Subsecretaría de Informática y Desarrollo. Y ya en los años ’90, fue nombrado subsecretario de Ciencia y Técnica de la Provincia. En 1994 se jubiló de la UNSJ.

Tiempo de mirar atrás
Carlos Graffigna fue puro vuelo creativo desde áreas públicas y emprendimientos privados (como su empresa Polimnia, en la que diseñó, entre otras cosas, los primeros equipos de sismología, protectores de falta de fase, o bloqueadores telefónicos). Pero hoy, ya no se sumerge en la electrónica o en la microelectrónica. En los últimos tiempos sufrió tres ACV que le afectaron el oído, el equilibrio y su capacidad de reconocimiento de caracteres de la escritura. “Reaprendió a leer y hoy lee todo el tiempo, sobre todo le encanta la política internacional”, cuenta su hijo Juan Pablo. Lo que el ingeniero Carlos Graffigna hace ahora es volar bien alto pero en sentido inverso, hacia el pasado, para recuperar la historia de la Facultad de Ingeniería anterior al terremoto de 1944. “Quiero que quede alguna información, porque nosotros nos estamos yendo y no queda nada”, anuncia decidido. Otra manera, tal vez, de revelar su fervor por la profesión que por años fue turbina de su vuelo.

Invenciones para el INPRES

A fines de la década del ’60, los ingenieros Graffigna, Silvestre, Cernuda, y Ciallella, entre otros, realizaron aportes a la tecnología del Instituto Nacional de Prevención Sísmica (INPRES). Así lo explica Carlos Graffigna: “El ingeniero Volponi, gran docente y excelente artesano, había armado los primeros sismógrafos trabajando con agujas que raspan sobre hollín y quedan las gráficas. Nosotros queríamos registrar esos movimientos para poder después reproducirlos en una mesa vibrante. Entonces fabricamos unos captores para que nos den una señal electromagnética y desde ahí convertirla para poder grabarla. Pero también para eso tuvimos que desarrollar un generador de frecuencia modulada. Luego desarrollamos la otra interface para que se pueda reproducir la señal. Una vez logrado, creamos un aparato integrado con los sensores en su base más un generador de tiempo, entonces todas esas generaciones daban cuatro señales. En esa época era casi imposible hacer una grabación en cinta magnética de cuatro canales. Otro problema era que cuando arrancaba el aparato por un sismo, nos perdíamos el inicio del temblor. Entonces desarrollamos un aparato de cinta continua que podía controlar los primeros 15 segundos. Llegó gente de Estados Unidos y compró un equipo para estudiarlo; a partir de ahí ellos lo fabricaron con todo su aporte tecnológico. Nosotros tendríamos que haber tenido una industria que nos ayude a hacer todo esto”.

Silencio de radio

El ingeniero Carlos Graffigna fue director técnico de Radio Colón. En su gestión realizó numerosas innovaciones técnicas en la emisora. “Una de ellas la percibía bien toda la gente –señala su hijo, el Ing. Juan Pablo Graffigna-: Cuando el jingle de la radio dice ‘el silencio se escucha’, pausa de silencio, y luego sigue ‘mejor por Colón’, ese silencio del medio era parte de las innovaciones tecnológicas de él en los equipos”.

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