- ¿Qué rol está jugando EE.UU. en las revueltas?
A.P.: -Buscará mantener el status existente, neutralizando a Irán, haciendo control de daños sobre las reformas que pudieran darse en la región; tratará de sostener o reorganizar los equilibrios existentes e inventar nuevos, con el fin de estabilizar la zona. Eso le permitirá asegurarse el alineamiento de sus aliados o evitar la radicalización de los procesos políticos. Un objetivo claro es mantener bajo control las rutas petroleras y las corrientes comerciales.
O.M.: -En el caso particular de Libia, la indefinición del conflicto o incluso la posibilidad de un triunfo de Kadafi, ha puesto a EE.UU., la OTAN y a las democracias occidentales en la posición de atacar o hasta invadir. En cualquier caso, el costo político será muy alto y, desde ya, denuncia las contradicciones de las grandes potencias. Francia, Gran Bretaña y Rusia han sido quienes proveyeron el 80% de las armas que hoy utiliza Kadafi para reprimir a su propio pueblo.
-¿Y el rol de Israel?
O.M.: -Las principales preocupaciones de Israel son la evolución política de Egipto, pieza fundamental de sus acuerdos de paz en la región, y evitar que los conflictos impacten en su dificultosa relación con Palestina, lo que provocaría una situación mucho menos cómoda para negociar, así como impedir o prevenir la formación de una coalición hostil del mundo árabe.
- Está claro que la región resulta clave para el interés internacional…
A.P.: -Sí, por varias razones. Entre las más destacadas hay que decir que allí están las reservas energéticas más importantes del mundo; que la indefinición del conflicto entre Israel y Palestina aporta inestabilidad en la zona, y que además conviven en un delicado equilibrio regímenes anti y pro imperialistas.
- Será muy difícil para las dictaduras sobrevivir a estos procesos…
O.M.: -Sucede que Occidente desarrollado, con Estados Unidos a la cabeza, está perplejo; no parece comprender la dimensión y el carácter emancipatorio y anti-imperialista que este proceso político podría alcanzar. Además, ya no hay lugar para el apoyo a regímenes dictatoriales ni guerras unilaterales, ni la hipocresía discursiva, ni sistemas económicos asimétricos y excluyentes, sostenidos a rajatabla por los organismos financieros internacionales.
-Esto echa por tierra también aquella tesis que sostenía un choque de civilizaciones…
A.P.: -Totalmente. Esa es una tesis sostenida por el Pentágono, el lobby pro israelí de Washington y los think-thanks republicanos, verdaderas usinas de proyección global de la hegemonía imperial, la guerra preventiva, el capitalismo neoliberal salvaje y una concepción retrógrada sobre la evolución política mundial. Una visión desde la cual se considera a Medio Oriente como el eje del mal, encarnado en el Islam, sin diferenciar el islamismo radical de las particularidades que presentan el resto de los países de la región.
- Entonces, ¿la componente religiosa no es la causa principal de las movilizaciones?
O.M.: -Las demandas de democracia y desarrollo económico no tienen nada que ver con las posiciones del islamismo radical, lo que demuestra que las dictaduras pro-norteamericanas han ingresado en su etapa de agotamiento como modelo político. Sin embargo, a la hora de predecir el futuro, aún existe cierto grado de incertidumbre que el observador no debe perder de vista, alimentado por la ausencia de una memoria democrática de estos pueblos, su marcado sentimiento antioccidental y los fuertes intereses económicos y estratégicos anclados en las monarquías petroleras del golfo. |