opinión del lector
AÑO VII - Nº 49 | SEPTIEMBRE 2010
OPINIONES CORRESPONDIENTES A LA EDICIÓN Nº 48 - JULIO DE 2010 DE REVISTA LA UNIVERSIDAD
Revista La Universidad invitó a docentes e investigadores de la Universidad Nacional de San Juan a expresarse en esta sección. Para esta edición, la consigna fue “Qué rol debe asumir la Universidad ante el debate social sobre el impacto de la actividad minera”. A continuación se publican los artículos enviados por el Ing. Pedro Sarquís (Director del Instituto de Investigaciones Mineras) y el Prof. Carlos Fager (docente de la Facultad de Ciencias Sociales y miembro de la Comisión Organizadora del Foro Debate “Minería y Sociedad”)
ESCRIBE: Ing. Pedro Sarquís
Director del Instituto de Investigaciones Mineras - Facultad de Ingeniería - UNSJ
Pedro Sarquís, Director del IIM
El Foro Minero debería cumplir básicamente dos objetivos centrales. Por un lado formar opinión respecto de la minería en Argentina y por el otro ofrecer al Consejo Superior elementos para poder tomar una decisión sobre la utilización de los fondos que distribuye la Empresa estatal YMAD a las universidades.
Con relación al primer punto es necesario tener presente que la Universidad es formadora de conocimiento y de dirigentes, y además tiene un fuerte compromiso con la sociedad. Nuestra Universidad se destaca justamente por su acción frente a la problemática social, productiva, cultural, etcétera.
Hoy nos toca discutir sobre la minería y por lo tanto no se debe eludir el análisis. Deberíamos llegar a conclusiones objetivas y que por sobre todo tomen en cuenta todos los aspectos de esta problemática.
En cuanto a los fondos que recibió la UNSJ y los que van seguir llegando, el Consejo Superior confió en la realización del Foro para que aporte los fundamentos para tomar una decisión definitiva sobre el uso de los mismos. YMAD está obligada por ley a repartir estas utilidades y las universidades siempre están carentes de presupuesto. Por lo tanto es razonable que estos recursos sirvan para que desde nuestra universidad podamos contribuir a una minería tecnificada, moderna, que sea útil para mejorar las condiciones de vida de los argentinos y, por supuesto, que se desenvuelva con los estándares de bajo impacto ambiental que todos exigimos.
A nadie escapa que hay algunos sectores que pretenden complicar o desviar el curso de estas discusiones. Los universitarios tenemos que ponernos por encima de cualquier interés sectorial y dar una respuesta. Pienso que la mejor forma de tener un debate ordenado y provechoso es distinguir claramente las cuestiones involucradas y tratar de acordar conclusiones en cada tema.
¿Cuáles son esos asuntos?
Los más importantes son: la participación de capitales y de empresas multinacionales, la legislación vigente, los aportes impositivos de la minería, la producción de insumos básicos para la industria, las posibilidades que tienen las provincias vecinas a la cordillera para generar trabajo y bienestar, las regulaciones ambientales y los organismos de control. Todos parecen ser muy importantes y pienso que la UNSJ tiene mucho que decir en cada caso.
Los grandes proyectos mineros requieren de inversiones del orden de los mil millones de dólares. Si bien se podrían reunir en Argentina capitales de este orden, no hay empresas que estén dispuestas a asumir una inversión de fuerte riesgo como la exploración minera. Cada proyecto lleva más de diez años de trabajo silencioso y un gasto que supera los 100 millones de dólares. Sólo una parte mínima de este esfuerzo se concreta en una actividad productiva. Muchos estudios se pierden porque el recurso natural es pobre, por cambios económicos, problemas políticos y otras muchas circunstancias.
La pequeña y mediana minería tampoco está totalmente en manos de capitales nacionales. Países como Brasil con su gran desarrollo económico están haciendo inversiones en Argentina, sobre todo en las Pymes. Entonces no es tan sencillo atacar a las multinacionales sin tener en Argentina empresas con posibilidades de hacer inversiones en minería.
La legislación vigente ha sido exitosa en despertar el interés por la exploración minera en Argentina y una consecuencia es la existencia de grandes proyectos y la cantidad de áreas de interés que están bajo estudio. Hoy esta normativa puede ser revisada porque la situación no es la misma.
La minería, sobre todo en San Juan, es una gran abastecedora de materia prima para todas las industrias. La construcción, la industria automotriz, la agricultura, los plásticos, la siderurgia, las pinturas, gomas, membranas, papel, hasta la industria cosmética utilizan básicamente insumos que suministran las minas. Sería imposible importar todos estos minerales, al contrario, el esfuerzo debería tender a una mayor independencia en cuanto a insumos básicos y a la exportación de productos con valor agregado.
También lo ha dicho el Sr. Gobernador de San Juan en muchas oportunidades: provincias como la nuestra, donde predomina el desierto, tienen que potenciar todas sus posibilidades productivas para no ser deficitarias. San Juan está cambiando en los últimos años en gran parte por la minería y por numerosas actividades complementarias que se han desarrollado como abastecedoras de insumos y servicios. También hay que tener en cuenta cuáles son hoy las chances de desarrollo de departamentos como Calingasta, Iglesia o Jáchal.
Otro punto muy discutido es el del impacto ambiental de las explotaciones mineras. No está demás explicar que los proyectos mineros tienen una legislación ambiental específica y muy estricta. Esta normativa es nueva y considera inclusive el final de la producción y la remediación que se debe hacer al abandonar las faenas. Las empresas presentan voluminosos informes de impacto ambiental que se estudian en detalle por meses antes de que se logre una aprobación. En este análisis participan especialistas de dependencias de gobierno, las universidades y organizaciones que se sienten interesadas o afectadas.
Quizás el asunto que ofrece más dudas es el del funcionamiento de los organismos de control que actúan a partir de la aprobación del informe de impacto ambiental. Aquí hay que reconocer que falta acción del gobierno de la provincia en dar garantías de confianza en estos controles. Si existiera esta tranquilidad quedarían desestimadas muchas denuncias infundadas o los comentarios de la calle.
Qué rol debe asumir la Universidad frente a este debate
Los responsables de la organización del Foro deben tener presente la importancia del desarrollo del mismo y de la escrupulosidad de las conclusiones a que se arribe. En su rol de organizadores y moderadores deberían prescindir de sus intereses personales o sectoriales y procurar que el Foro sea exitoso en la búsqueda de la verdad. Aunque esa verdad no sea coincidente con sus propias reflexiones.
Conclusiones ambiguas, tendenciosas y aun contradictorias significarían un fracaso del Foro y admitir que no somos capaces o no tenemos la madurez suficiente para hacer este aporte a la sociedad.
Por otro lado, hacer una mala utilización de los fondos recibidos constituiría una estafa a la voluntad manifiesta en la ley de potenciar el trabajo de las universidades con recursos genuinos producto del esfuerzo de argentinos. Este presupuesto adicional no debería desvalorizarse, al contrario, debe destinarse inteligentemente en potenciar áreas específicas de la UNSJ para que pueda dar la mejor respuesta posible a las demandas de la sociedad.
ESCRIBE: Carlos Fager
Docente de la UNSJ, miembro de la comisión organizadora del Foro Minería y Sociedad
Carlos Fager, docente de la UNSJ, miembro del Foro Minería y Sociedad
Algunas aclaraciones necesarias:
Primera: Soy miembro de la comisión organizadora del Foro Minería y Sociedad dispuesto e impuesto por el Consejo Superior de la UNSJ (Resol. 037 CS/09).
Segunda: Este rol me ha valido algunos calificativos (ninguno agraviante, debo reconocer) que me posicionan –según pretenden- en un “a priori” o en un prejuicio “antiminero” (así de genérico) que quiero desmentir categóricamente. No se concibe un San Juan sin minería.
Tercera: Es en función de esa ubicación que se me ha dado que, en una publicación nacional (Prensa Geo Minera…) -concediéndome una entidad desmedida- se refieren a mí como referente “no-neutral” del foro en cuestión. En este sentido, la aclaración es que efectivamente soy no-neutral pues, y esto lo sabemos todos, no existe nadie (más allá de los esfuerzos) que –toda vez que somos sujetos- renuncie a su subjetividad. El asunto es que aquellos que sostienen el discurso único, llaman no-neutral a quienes no piensan como ellos.
Si se toman en consideración los sucesivos epígrafes que en este escrito funcionan como paratexto, se puede reconocer, sin suspicacias, mi forma de pensar que no es ni más ni menos que otra posible mirada que desmiente el discurso único sobre este tema. No obstante, en mi función de organizador de este foro, comprometo todo mi respeto por la participación, la diversidad de opiniones y el debate esclarecedor.

“Del mar los vieron llegar
mis hermanos emplumados,
eran los hombres barbados
de la profecía esperada…” (*)

En primer lugar, el asunto es cuál es el papel de las universidades en el debate del rol del conocimiento en el desarrollo social.
En segundo lugar, las universidades tienen autonomía, lo que, para este caso que planteamos, es bueno en dos sentidos, esto es, la libertad para desenvolverse según los criterios instituidos por el gobierno universitario, pero también esa libertad es el compromiso ético de responder a la sociedad que la sostiene y la resignifica permanentemente con sus requerimientos. Esa libertad/autonomía supone (obliga) analizar, discutir, desarrollar teorías y/o herramientas de conocimiento orientadas a dar respuesta efectiva al desarrollo de la comunidad. Este es el compromiso social de la universidad. Este es el significado de la universidad como bien público. Sus conocimientos científicos, tecnológicos y culturales deben estar al servicio del interés social. Y es en función de estos conocimientos que debe obligarse a investigar, indagar, profundizar sobre los entornos sociales y las acciones que inciden en esos entornos, a fin de anticiparse para prevenir los efectos dañinos y potenciar los efectos beneficiosos de esas acciones, reduciendo o eliminando efectos colaterales no deseados.
Todo esto, en coincidencia o divergencia con lo que planifique y lleve a cabo el poder político (Gobierno).

“Se oyó la voz del monarca
de que el dios había llegado
y les abrimos la puerta
por temor a lo ignorado…” (*)

Pero nuestra universidad está en deuda en este sentido.
La década de los ‘90 instaló un modelo de universidad que todavía subsiste, orientada a dar respuestas a las demandas del mercado y las grandes empresas.
En esa misma década confluyen políticas de inversión de los más importantes capitales mineros (de predominio extranjero) y la explotación a cielo abierto, unidos al gran salto del precio internacional de algunos metales. Todo esto, y una particular forma de encarar este negocio, repercute profundamente en lo económico, social y político en los lugares donde se realiza la explotación.

“Se nos quedó el maleficio de brindar al extranjero
nuestra fe, nuestra cultura, nuestro pan, nuestro dinero.
Hoy les seguimos cambiando oro por cuentas de vidrio
y damos nuestras riquezas por sus espejos con brillo.” (*)

En este contexto, el persistir por parte de la universidad en el modelo instalado en los ’90, configura (para este o para cualquier otro tema que comprometa los intereses sociales) un profundo desencuentro entre sociedad y universidad, toda vez que esta última reduciría ostensiblemente sus fines, quedando reducida a los de una agencia de colocaciones o un sindicato de trabajadores. Pero es igualmente dañino el constituirse en un ámbito de trabajo “puertas adentro”, negando, o por lo menos ignorando un “afuera” que la sostiene, la legitima y sigue confiando en ella.

“Tú, hipócrita que te muestras
humilde ante el extranjero,
pero te vuelves soberbio
con tus hermanos del pueblo.” (*)

Es fundamental formar para el trabajo, pero también es necesario que el resultado de esa formación se exprese en un egresado que asuma un compromiso social si se pretende conformar una masa crítica de profesionales dispuestos a dar respuestas a las desigualdades y a las injusticias -entre varios males- a los que ciertos modelos económicos refieren como “males necesarios” producto del crecimiento.
La universidad debe estar siempre abierta y dispuesta a reflexionar junto con la sociedad sobre las cuestiones que le preocupan o le interesan.
Hoy, la cuestión es qué tipo de minería queremos. Pero hay otros temas que deben ser tratados con la misma preocupación en lo sucesivo.
Ese es el compromiso que la universidad tiene con la sociedad.

San Juan, tierra de diversidad y de universidad, escuché decir a alguien.
Una universidad que –creemos- ha madurado en el conocimiento como para no aceptar ya discursos maniqueos, ni discursos únicos, ni voces de mando de adentro o de afuera. Una diversidad que hoy se expresa en un Foro que se llama, justamente, “Minería y sociedad”.

“Oh, maldición de Malinche,
enfermedad del presente
cuándo dejarás mi tierra,
cuándo harás libre a mi gente”. (*)

(*) “La maldición de Malinche”, de Gabino Palomares.

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