edición 44
AÑO Vi Nº 44 | septiembre 2009
Dramaturgia sanjuanina: esa presencia callada
Por Susana Lage
Dramaturga. Co-directora del Programa DICDRA (Desarrollo e Investigación de la Creación Dramática)
Instituto Ricardo Güiraldes - FFHA - UNSJ
El debate en el medio teatral local acerca de si existe o no una dramaturgia sanjuanina es tan acudido que se vacía de contenido. Quizás la pregunta apunta a si hay o no autores canónicos, como en el caso de la poesía, o si han trascendido los límites del terruño. O, en el peor de los casos, si hay teatro en San Juan que hable de lo que podría considerarse la “sanjuaninidad”. Dios nos libre. Podemos tener otros criterios para aseverar que sí, existe una producción dramatúrgica en la provincia más allá del consabido recurso de lo numérico. Veamos: la poesía siempre es un género más recurrido en provincia y la narrativa, a nivel mundial. El teatro no está tan a la mano de los escritores porque implica una escritura de doble registro: el literario y el escénico. Incluso su estructura (tan lejos de la novela, tan cerca del cuento, pero en un presente de aquí y ahora) no es de sencilla construcción.
Sin embargo, las producciones (publicadas o estrenadas) existen y no son pocas. José Eduardo González ha publicado ya dos obras teatrales, una publicación que compila tres referidas a la dictadura y un volumen de teatro para chicos. Varias han sido estrenadas y premiadas.
Hace poco, Argentores presentó el libro “Dramaturgos del Cuyo Argentino”, una antología de dramaturgos de San Juan, Mendoza y San Luis que incluyó cinco dramaturgos locales. Las obras de estos dramaturgos (Nélida Ballo, Cristina Castro, Oscar Chipre, Rubén González Mayo, y quien esto escribe) fueron estrenadas y algunos de estos autores han publicado su obra en distintas editoriales, locales o nacionales. ¿Alguno funciona como “faro” de la actividad dramática, como les gusta a los sociólogos? El tiempo y algún historiador avezado lo dirá. Por lo pronto, y a pesar del poco hábito teatral de nuestro público (problema que deberemos analizar los teatreros, más allá de la queja eterna), tan sólo falta hacer profesión de esa manía de andar escribiendo teatro. Quizás sea cierto, quizás se pueda.
 

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