edición 33
AÑO V Nº 33 | ABRIL 2008
TEMA DE TAPA
El sendero del conocimiento argentino en el siglo XX
Hablar de un camino de la ciencia en la Argentina del siglo XX lleva a remontarse unos años aún más atrás, hasta la gestión de Domingo Faustino Sarmiento, como embajador primero, y presidente después. En sus viajes a Europa y a Estados Unidos Sarmiento vio que la ciencia necesitaba maestros, recursos, instalaciones, organización, orden y estabilidad. Así, en su país intentó fundar un movimiento científico que generara conocimientos del territorio y de sus recursos naturales, y que impulsara a la producción mediante la técnica. Su inquietud lo llevó a formar un cuadro de investigadores criollos, entre los que se destacó la figura del médico y paleontólogo Francisco Javier Muñiz y del arqueólogo y paleontólogo Florentino Ameghino.
Apoyó los primeros pasos de un sistema científico institucionalizado conformado por la Academia Nacional de Ciencias de Córdoba, la Oficina Meteorológica, el Observatorio Astronómico de Córdoba, el Departamento de Agricultura, el Jardín Zoológico y el Jardín Botánico. Y puso su empeño en sostener la tozudez de Ameghino en la difusión del evolucionismo de Darwin, en abierta confrontación con los creacionistas.

La irrupción de la técnica

Hacia 1890 en el país se empezaban a adoptar las aplicaciones de la ciencia antes que la ciencia misma. Por ello se produce un incremento de actividades técnicas en favor de un interés utilitarista. Las universidades empezaban a convertirse en productoras de abogados, ingenieros o médicos.
En 1916, con la llegada de los radicales al poder, se advirtió la irrupción política e ideológica de la Iglesia Católica. El presidente del Consejo Nacional de Educación de Hipólito Irigoyen, el biólogo Ángel Gallardo, era un ferviente católico que dictaba conferencias sobre ciencia y creencia.
Por aquel tiempo también Bernardo Houssay -futuro institutor del CONICET- fundó la Cátedra de Fisiología en la Universidad de Buenos Aires. Ahí comenzó un período en el que la investigación científica encontraría su ámbito en las universidades.

La ciencia bajo la mirada militar

El golpe de Estado de 1930 que llevó al poder a Félix Uriburu destituyó a Enrique Mosconi de la presidencia de Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF). Esta empresa pública había tenido una importante actividad científica junto a las universidades a través del Instituto del Petróleo.
En el área científico-técnica, el Estado promovía el desarrollo industrial del acero, de envases textiles y la investigación petrolífera, pero por fuera de las universidades. La actividad privada en ciencia se dedicaba al área biomédica con la creación de centros de investigación independientes.
Al promediar la década del ’40 se acentuó la dicotomía ciencia básica - ciencia aplicada. Los militares notaron que en el mundo se había producido una explosión de aplicaciones tecnológicas deriJuan Domingo Perónvada de la guerra y su pretensión fue que Argentina imitara esa tendencia. Esta demanda sumada a la desconfianza de la derecha militar hacia el pensamiento científico impulsaba la creación de centros de estudio al margen de las universidades, que empezaban a ser destituidas como núcleos de investigación.

Nobel, energía atómica y exilios

Durante la presidencia del general Pedro Ramírez (1943 – 1944) los sectores más conservadores se arrojaron contra las universidades y los científicos empezaron a exiliarse hacia el interior del país. Más tarde, Juan Domingo Perón concibió a las universidades como ámbitos para la reproducción de conocimientos profesionales, más que como centros de investigación.
En 1947 fue censurada, por orden del gobierno, la noticia de que Bernardo Houssay había ganado el premio Nobel en Medicina. Entre 1946 y 1955 Houssay y sus discípulos fueron el símbolo de la oposición al peronismo. En 1950 se creó la CNEA (Comisión Nacional de Energía Atómica) y en 1965 emprendió el proyecto de desarrollo del campo nucleoeléctrico argentino. También propició la construcción de la Central de Atucha I y en 1974 comenzó el diseño de una segunda central Nuclear en Embalse Río III.
Entre 1955 y 1966 la ciencia argentina logró un desarrollo relativamente apropiado para el país. Las universidades se convirtieron en un ámbito privilegiado para la creación intelectual y científica. La expansión del sistema de dedicación exclusiva respondió al propósito de vincular la docencia con la investigación. En 1958 fue creado el CONICET (Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas). Además, en este período se fundaron el Instituto de Tecnología Agropecuaria (INTA) y el Instituto de Tecnología Industrial (INTI).
Pero también en este período se produjo la intervención del Instituto Nacional de Microbiología, conocido como Malbrán -situación que produjo el exilio del posteriormente Nobel en Medicina César Milstein-. Quienes se opusieron a la intervención denunciaron connivencia oficial con los laboratorios extranjeros.

La era del terror

A raíz de la Noche de los Bastones Largos, en junio de 1966 –cuando la policía irrumpió a golpes en las facultades de la UBA para asegurar la abolición de la autonomía universitaria- renunciaron unos dos mil docentes universitarios. Una década más tarde, el golpe de Estado conocido como Proceso de Reorganización Nacional selló la decadencia de la ciencia argentina. Muchos científicos quedaron en el país desempeñándose en centros de investigación que la dictadura mantuvo lejos de las universidades, consideradas focos “subversivos”. La Argentina se tornó expulsora de científicos a causa de la intolerancia política, el deterioro económico y el oscurantismo imperante.

Desde 1980 comienzan a surgir graves dificultades financieras para la CNEA, lo que provocó la parálisis de Atucha II –tercer proyecto del programa nuclear iniciado en 1965- y la Planta Industrial de Agua Pesada de Arroyito. Además, la baja remuneración provocó la sangría de intelectos de la institución. Los sociólogos y los antropólogos fueron especial presa del ensañamiento oficial. Pero fue la ciencia en general la pesadilla de los gobiernos dictatoriales.

César Milstein

El gran hallazgo que le valió a César Milstein el Premio Nobel en Medicina en 1984, produjo una revolución en el proceso de reconocimiento y lectura de las células y de moléculas extrañas al sistema inmunológico, logrando su aplicabilidad en diagnósticos y tratamientos oncológicos, en la producción de vacunas y en campos de la industria y la biotecnología.

Volver al país

En 1985 el presidente Raúl Alfonsín creó la Comisión Nacional para el Retorno de los Argentinos en el Exterior. En el terreno científico, la Secretaría de Ciencia y Técnica y el CONICET se vincularon con argentinos radicados en el extranjero para contribuir al desarrollo científico y tecnológico del país.
En el CONICET se introdujeron cambios que cortaron la derivación de recursos del organismo mediante los cuales en la última dictadura se enriquecieron asociaciones y fundaciones. Además, para restablecer el lazo del CONICET con las universidades, se creó el Sistema de Apoyo para Investigadores Universitarios. Un año después se produjo el affaire de la crotoxina, cuando los doctores Costa, Hernández Plata y Coni Molina aseveraron el descubrimiento de una droga aplicable al cáncer “con buenos resultados”. Finalmente todo sería desmentido.

En reversa

Durante la presidencia de Carlos Menem y la gestión de Raúl Matera como secretario de Ciencia y Técnica, la ciencia volvería a retroceder. El nuevo secretario mostró simpatía hacia científicos que habían avalado la dictadura. Nombró al frente del CONICET a Carlos Cavotti, un ingeniero con formación pronazi, y se arribó a desplazamientos de científicos con vocación democrática que trabajaban en el Consejo.
Un año más tarde asumió la conducción del CONICET Bernabé Quartino, quien fuera secretario de Ciencia y Técnica de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales en la dictadura de Onganía e interventor de la UBA tras la Noche de los Bastones Largos. Una de las primeras medidas de Quartino fue la modificación del reglamento de becarios del CONICET. En él expresó que es obligación del director de becas “procurar la formación científica, integral, ética y de sentido nacional del becario”. Esta última parte despertó gran alarma en la comunidad científica.
Otra de las acciones del titular del Consejo fue cesantear a José Latorre, director del Centro de Virología Animal, quien junto a un grupo de investigadores patentó un proceso de inactivación del virus de la fiebre aftosa. Latorre fue restituido por las múltiples quejas recibidas por Matera. Con Quartino además se reforzó la actividad de los institutos, lo cual volvió a relativizar las vinculaciones del CONICET con las universidades.
Durante el menemismo también se produjo la destrucción del proyecto del misil Cóndor. Luego de presiones de las potencias extranjeras, el misil, que había nacido en la década del ’70 como un vector con capacidad para colocar satélites en órbita, fue desarticulado en Estados Unidos. Su creador era Miguel Guerrero, uno de los dos únicos militares argentinos que obtuvieron un master en el prestigioso Massachussets Institute of Technology (MIT). El gobierno lo señaló como el militar que complicaba la relación con Estados Unidos e intentó pasarlo a retiro.

Dos de los centros de investigación nacional
con asiento en S
an Juan
inpres fachada

Ciencia y técnica preventiva

El INPRES (Instituto Nacional de Prevención Sísmica) se encuentra bajo la orbita del Ministerio de Planificación Federal, Inversión Pública y servicios. Se encarga de realizar estudios e investigaciones de sismología e ingeniería sismorresistente, destinados a la prevención del riesgo sísmico

Ciencia astronómicacasleo exterior

El Complejo Astronómico El Leoncito (CASLEO) depende del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, la Universidad Nacional de La Plata, de Córdoba y de San Juan. Sus principales funciones son la operación, el mantenimiento y el desarrollo de instrumental astronómico, proveyendo además apoyo técnico, administrativo y de infraestructura a los científicos.

A lavar los platos

En la primera parte de la gestión presidencial de Menem, cuando su ministro de Obras y Servicios Públicos era Roberto Dormi, las transferencias relativas a la ciencia y técnica fueron ENTel (Empresa Nacional de Telecomunicaciones) y algunas empresas petroquímicas. Más tarde, cuando asumió como ministro de Economía Domingo Cavallo, pasaron a manos privadas empresas siderúrgicas, de generación y distribución de electricidad, usinas hidroeléctricas, fábricas militares, y se fueron vendiendo acciones de YPF hasta que el Estado liquidó su participación.
En la década del ’90 el CONICET sufrió fuertes restricciones presupuestarias. En 1995 se le destinó un presupuesto con una baja del 18 por ciento respecto del año anterior. En 1996, el Consejo dejó de depender de Presidencia de la Nación y pasó a funcionar bajo la órbita del Ministerio de Cultura y Educación.

En esa época imperaba la idea de que en tiempos de comunicaciones electrónicas, preocuparse por la fuga de cerebros era una tonta muestra de un nacionalismo pasado de moda. Mientras, se tendía a eliminar toda la investigación a cargo del Estado.
El rol atribuido a los científicos quedaría marcado por las palabras del ministro Domingo Cavallo: “Que vayan a lavar los platos".

FUENTES:
"Disparen contra la ciencia" (Sergio Núñez - Julio Orione).
"Grandes debates nacionales" (Documentos de Página/12).
"Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas", edición del CONICET.
"Boletín Informativo del Consejo Interuniversitario Nacional".
"Ciencia hoy", Revista de divulgación Científica y Tecnológica de la Asociación Ciencia Hoy.
"La ciencias sociales" de Norman Mackenzie.
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