AÑO IV - Nº32 - DICIEMBRE 2007  

entrevista  

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La desigualdad de género en el lenguaje

La lucha por la reivindicación de los derechos ciudadanos ha sido desigual para hombres y mujeres. Para el hombre, el proceso de ampliación de derechos ha sido continuo desde el advenimiento del liberalismo en el siglo XVIII; para las mujeres el acceso a ellos se ha presentado mucho más restrictivo: su reconocimiento ha sido tardío y con una perspectiva androcéntrica. Es recién a partir de los últimos años que, hacia el interior del reconocimiento de la ciudadanía, la cuestión de género tendió a introducir la diferencia como elemento constitutivo.
Desde distintas perspectivas1, diferentes autoras ponen en tela de juicio la universalidad de estos conceptos a partir de la construcción de un diagnóstico sobre algunas manifestaciones distintivas respecto a la visión de lo público y lo privado sosteniendo que la dicotomía de estas dos esferas pone de manifiesto el carácter patriarcal del liberalismo y por consiguiente la condición de desigualdad y exclusión de las mujeres en el mundo político y su subordinación en el privado2; ya que “los criterios aparentemente universales que rigen la sociedad civil son en realidad criterios que se asocian con la noción liberal de individuo varón, que se presenta como la noción del individuo”.
El presente artículo, se propone hacer referencia al lenguaje desde una perspectiva de género3. Con este enfoque, se trata de enmarcar las restricciones en el cumplimiento de los derechos de las mujeres no como un problema inherente al universo femenino, sino como un problema de orden cultural, social e históricamente construido, que responde a ciertos parámetros sobre lo que supone ser hombre o mujer en una determinada sociedad, tanto en términos de sus posibilidades y límites, como en lo que hace al tipo de relación que entre los géneros se establecen en distintas esferas.

Rompiendo hábitos
Se observa que la falencia de no discriminar en el lenguaje escrito no es solo prioridad de los medios de comunicación masiva sino que también profesionales dan cuenta de esto en sus trabajos teóricos.
El reconocido pedagogo Paulo Freire en su libro “Pedagogía del oprimido” da cuenta de esto no solo comenzando por el título de su obra sino también en el transcurso de la misma En una de sus páginas encontramos “El educador que aliena la ignorancia…”, o “Los educandos alienados…”. Leyendo su obra se entiende que no solo hace referencia a los hombres sino a las mujeres también (educadora/ alienadas) pero el leguaje que utiliza es sexista.
Dos famosos cuentistas y políticos, Alberto Barbeito y Rubén Lo Vuolo, utilizan en forma inadecuada en ocasiones el lenguaje, por ejemplo: “El PJ, luego de encaminar el reclamo de los beneficiarios…” o “Si, según reza el dogma neoliberal, los estímulos para los ciudadanos…”. El libro en donde constan estas frases aquí volcadas -La modernización excluyente (UNICEF–CIEPP-LOSADA, 1995)-, es uno de los más importantes en materia de Política Social y sus autores están a favor de la igualdad de género, sin embargo en su lenguaje escrito no dejan ver esta cuestión.
En un artículo de una Revista de Clínica Psicológica y en un artículo escrito por una profesional psicóloga cuando hace referencia a la terapia familiar se lee “Se considera a la unidad edípica como el modelo interaccional básico de la familia. Cada hijo forma parte de un sistema tríadico.” También aquí se hace referencia a la hija en esa tríada pero se acostumbra a utilizar el masculino ya sea en singular para referirse a una mujer o en plural para referirse a ambos o a un grupo de mujeres.
Una nota del diario Clarín del 23 de marzo de este año cuyo titulo era “Duro reclamo de Francia por la rescisión del contrato de Aguas” decía: “Durante 15 años se llevaron cientos de millones de dólares de ganancias, mientras que los argentinos tienen que rogar por una gota de agua.” Aquí también se ve la utilización del masculino como abarcador del universo tanto masculino como femenino.
En el mismo diario, en una solicitada que se titulaba “Nunca Más”, haciendo referencia al aniversario de la cruenta dictadura militar se leía “La junta militar genocida a través del temor en forma sistemática se apoderó de la vida, el honor, la dignidad y el patrimonio de los argentinos”. Como se sabe ambos sexos fueron torturados/as y también hubo desaparecidos/as. No fue una cuestión de sexos sino de ideologías.
El diario La Nación en una nota de tapa que hacía referencia a no dar más ayuda a los países pobres, citaba a un economista indio quien exponía al entrevistado “Están los que piensan que los pobres han hecho más por las estrellas del rock que la estrellas de rock por los pobres”. No solamente se considera al artículo prejuicioso sino también que no incluye a las mujeres en situación de pobreza o mejor dicho, se vuelve a utilizar la generalidad del masculino para referirse también a la mujer.
Una publicidad de autos en el mismo diario dice “Locos por Peugeot” como si las mujeres no podrían también “volverse locas” por un auto o acceder a comprar uno.
Como quedó demostrado, aunque podríamos citar muchos más ejemplos, abundan en todas las áreas el lenguaje sexista, por ende discriminatorio.

Cómo usar lenguaje no discriminatorio
En vez de utilizar “el hombre” o “los hombres” se puede usar la humanidad o los hombres y las mujeres. En vez de escribir “los ancianos” sería conveniente escribir las personas ancianas o las personas mayores y allí no seríamos sexistas. Otros ejemplos: en vez de escribir “él “o “él y ella” podemos decir ambos. Cuando hacemos referencia a “los trabajadores y las trabajadoras” en forma conjunta se podría escribir las personas trabajadoras.
Otras palabras inclusivas son ciudadanía, jóvenes, personas, profesionales del Derecho, profesionales del Trabajo Social, la población estudiantil, la planta docente, la membresía de la organización. La utilización del lenguaje no discriminatorio también es un paso importante para educar a las personas, trabajar sobre las relaciones sociales y sensibilizar en cuestiones de género.

Alejandra Bettina Facciuto
Licenciada en Trabajo Social; Especialista en Planificación y Gestión en Política Social; docente en la Carrera de Trabajo Social de la Universidad de Buenos Aires (UBA). También trabaja en el Consejo de Niños/as y Adolescentes de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Autora del libro “La Sociedad de Beneficencia. Lo oculto en la moral de una época” de Editorial Espacio, 2005.

NOTAS
1 El nuevo feminismo, que tiene su origen hacia fines de los años 60’ y que puede ser incluido dentro de los llamados movimientos sociales, posee tres perspectivas principales: el feminismo radical, socialista y liberal, entrecruzadas por dos tendencias: aquella que propugna la igualdad y otra que se centra en resaltar la diferencia. En: Martinez Rosalía, Estructura social y estratificación. Reflexiones sobre las desigualdades sociales, Miño y Dávila, Madrid, 1999. Cap IV “Desigualdad adscripta sobre la diferencia de género”.
2 Pateman sostiene que “[...] el liberalismo es un liberalismo patriarcal y [...] la separación y la oposición entre las esferas públicas y privada constituye una oposición desigual entre mujeres y hombres” y también que “a medida que se desarrollaba el capitalismo –y con él su forma específica de división sexual, laboral y de clases- las mujeres se vieron confinadas a unas cuantas tareas de bajo status o totalmente apartadas de la vida económica, fueron relegadas a su lugar ‘natural’ y dependiente en la esfera familiar, en la esfera privada” en: Pateman, Carole, “Críticas feministas a la dicotomía público-privado” en Carme Castells (comp), Perspectivas feministas en la teoría política, Buenos Aires, Paidós. 1996, p.37.
3 El concepto de género comenzó a utilizarse hacia la década del 70’ por Ann Oakley para distinguir entre las diferencias biológicas y las culturales entre hombres y mujeres. Nota de la autora.


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