AÑO IV - Nº32 - DICIEMBRE 2007  

entrevista  

Ecosofía:
Un nuevo paradigma para pensar el mundo


LA ECOSOFÍA ES UNA CORRIENTE QUE PROPONE TOMAR MEDIDAS NO SÓLO PARA PROTEGER EL MEDIO AMBIENTE, SINO PARA VOLVER A LOS PRINCIPIOS UNIVERSALES.
REVISTA LA U CONVERSÓ CON EL FILÓSOFO ARGENTINO RICARDO GÓMEZ, QUIEN DEFINIÓ LOS SUPUESTOS A PARTIR DE LOS CUALES APARECE ESTA TENDENCIA COMO UNA NUEVA FILOSOFÍA.

ES ARGENTINO, PROFESOR DE MATEMÁTICA, física, filosofía y especialista en filosofía de la ciencia. Se llama Ricardo Gómez y desde 1983 se desempeña como académico en la Universidad del Estado de California, Estados Unidos, ciudad en la que se radicó tras escaparse “de milagro” de las garras de la dictadura militar argentina. El pasado mes de julio estuvo en San Juan, donde fue conferencista del II Congreso Internacional Extraordinario de Filosofía. Desde uno de los paneles conformado por Maestros de la Filosofía Argentina cautivó a propios y extraños con la exposición de los “principios” del denominado Movimiento Radical Ecologista.
La teoría desarrollada por el epistemólogo es el resultado de analizar, desde una perspectiva filosófica, los argumentos conceptuales de las corrientes ecológicas tradicionales que por años estuvieron enfrentadas y hoy coinciden en un movimiento creciente denominado Ecosofía.
Revista La U dialogó con el filósofo sobre el origen de este movimiento y los principios que él mismo le atribuyó para dar lugar a lo que muchos pensadores ya consideran la base de una nueva filosofía.

RICARDO GÓMEZ:
EL FILÓSOFO DE LA CIENCIA

Ricardo Gómez se doctoró en Filosofía en Estados Unidos. Actualmente es profesor titular de Filosofía de la Ciencia en la Universidad del Estado de California y Profesor de Metodología de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires. Antes de exiliarse, fue profesor Titular de Filosofía de las Ciencias de la Universidad de La Plata y Director del Instituto de Lógica y Filosofía de esa universidad. Entre 1973 y 1974 fue decano de la Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional de La Plata.
Entre sus publicaciones se destacan “Las teorías científicas”, 1977. “Beltrami’s kantian view of non Euclides Geometry”, 1986. “Is Science Progressive”, 1988. “Racionalidad científica: Epistemología y Ontología”, 1995. “Neoliberalismo y Seudociencia”, 1995 y “Neoliberalismo Globalizado, refutación y debacle”, 2003. Ha dictado cursos de postgrado y participado en congresos de su especialidad en diversas universidades de Argentina, Brasil, Ecuador, México, Puerto Rico, EE.UU., España y Alemania. En 1996 fue distinguido con el Premio Konex: Lógica y Teoría de la Ciencia.

-¿Cómo surge la Ecosofía?
-Es una corriente relativamente reciente, lo que no es tan reciente son los movimientos ecologistas que la constituyeron, que llevan más de 50 años de lucha forzando políticas no dañinas al medio ambiente, especialmente en Estados Unidos.

-¿Cuáles son esos movimientos?
-Siempre hubo tres tendencias. Una que podríamos llamar ingenieril comercial que, en sus versiones más serias, propone soluciones técnicas reales para mejorar la situación ambiental. Un ejemplo son las propuestas de energías alternativas suaves para reemplazar al petróleo. En California hay intentos impresionantes en ese sentido; camino a Palace Sprint hay un paisaje donde lo único que se ve son molinos blancos que proveen de energía eólica a la mayor parte de la zona. El problema de esta tendencia es que la finalidad es hacer negocios. Si los emprendimientos no rinden desde el punto de vista de los negocios no se hacen. Entonces es una solución con límites. Es lo que suele llamarse environmentalismo, es decir, ecologismo, pero en un sentido disminuido del término.

-¿En esta tendencia se ubica el ex vicepresidente de Estados Unidos, Al Gore?
-Al Gore va un poco más allá; está dentro de esta categoría pero sería un límite extremo plausible. Él sabe perfectamente, y lo dice en algunas de sus charlas, que tarde o temprano la sustitución del petróleo tiene que llevarse a cabo; hay otros que no dicen eso explícitamente.

-Lo interrumpí cuando iba a hablarme del segundo movimiento…
-El segundo movimiento surgió como contraposición del environmentalismo, es lo que suele llamarse ecologismo fuerte o profundo, y donde hay gente ilustre como Arne Naess y Dave Foreman, que suelen ser citados en las antologías de filosofía de la tecnología. Es el movimiento llamado la tierra primero. Son defensores a ultranza del medio ambiente y van mucho más allá de aquellas propuestas del ecologismo. Proponen muchas cosas que después tomará la ecosofía, pero no entran en la discusión de cuáles son las relaciones humanas, de poder y de estructuración económica que hay que tener en cuenta para hacer posible sus planteos.

-¿Y el tercer movimiento?
-Este tiene su origen en marxistas y neomarxistas norteamericanos, que no tienen poder político y que aún hoy son perseguidos, cuyo personaje más conocido es Murray Bookchin, un enorme y viejo luchador. Él dijo: “la tierra primero no, primero los seres humanos en la tierra”. Esta tercera alternativa es la que el propio Bookchin llama Movimiento Ecologista Social.

¿QUÉ ES LA ECOSOFÍA?

Puede definirse como una corriente que, a fines del siglo XX, traspuso los posicionamientos de los movimientos ecologistas tradicionales para involucrar en sus planteos una dimensión más espiritual y global del universo. Su filosofía sostiene la necesidad de tomar medidas no sólo para la protección del medio ambiente, sino para impulsar un cambio profundo de la visión del mundo que retorne a los principios universales. Reconoce que la crisis postmoderna es una crisis de valores y de ideologías fracasadas del siglo XX, es decir, de la visión positiva materialista. Entre los referentes más importantes de la ecosofía se destacan Arne Naess, Fritjof Capra, Gregory Bateson y Joanna Macy.
Un aspecto fundamental de la ecosofía es que no existe en ella ninguna ideología predominante, por tanto, se compone de grupos diferentes que a lo largo y ancho del mundo trabajan conjuntamente por un objetivo supremo: el bien del medio ambiente.
No son pocos los pensadores que sostienen que esta creciente cosmovisión podría llegar a ser, en un tiempo no muy lejano, la base de una nueva filosofía para el siglo XXI.

-Son tres visiones muy distintas del medio ambiente... ¿Cómo fue entonces que surgió la confluencia?
-Los ecologistas profundos y el Movimiento Ecologista Social entraron en una discusión feroz entre ellos acusándose mutuamente, entre otras cosas, de tener contradicciones internas. Pero en 1987, después de visualizar que el enemigo no era el otro, sino que el enemigo era común y estaba en otro lado, comenzó una serie de reuniones en la que llegaron a ciertos acuerdos de carácter filosóficos, según dicen ellos. Ahí cobró fuerza el nombre de ecosofía. Esos acuerdos constituyeron lo que yo llamé luego Movimiento Ecologista Radical.

-¿De allí surgieron los principios que usted les atribuye?
-Lo que yo hice fue hacer una síntesis, desde una perspectiva filosófica, de lo que ellos compartían, y que podría resumirse en que no se puede aceptar que la medida del progreso y bienestar humano esté dado por parámetros exclusivamente económicos; es decir, por el producto bruto interno, la posesión de bienes, etcétera, sino que hay algo mucho más importante que tiene que ver con el bienestar de la humanidad como un todo.

-¿Cuáles son los principios más importantes?
-En primer lugar la sustitución de la separación de la dicotomía ser humano - naturaleza, una suerte de yotuísmo como suele hablarse. Otro supuesto filosófico es la necesidad del respeto bioesférico, la diversidad y la simbiosis por encima de todas las cosas. Y entender esto no sólo en la relación del hombre y la naturaleza, sino en la relación entre los seres humanos, por ejemplo, las relaciones económicas, y en el caso de las relaciones internacionales, el vínculo entre las naciones Pero el principio que yo considero vital, porque es aplicable a cualquier situación, es el de la complejidad. Siempre la realidad es más compleja de lo que uno cree y sólo desentrañándola pueden reconocerse sus supuestos éticos vitales. Una vez que se reconocen esos supuestos, recién después podemos pensar qué proponemos para cambiar esa realidad.

-Esto fue lo que usted hizo con el Neoliberalismo en uno de sus últimos libros...
-Exactamente. La economía no es una ciencia como la física, es una ciencia social, por ende toda teoría económica cuando yo la hurgo enseguida descubro sus supuestos éticos. Lo que propone el principio de complejidad es primero reconocer eso y luego, en el caso del neoliberalismo, sustituir los supuestos que ponen la libertad de mercado por encima de cualquier otro valor, sustituir al egoísmo como un factum ético humano y sustituir la necesidad de la competencia como el único modo de progresar. En definitiva, lo que se pide es sustituir eso por una economía que sea conciente de que el primer supuesto ético es la supervivencia de la vida humana y de la naturaleza, y que eso está por encima de las tasas de ganancias, de las ventajas competitivas, etcétera. Por otra parte, el principio de la complejidad se opone a la hiper simplificación, el decir no hay otra. Si no hay alternativas, la crítica se reduce a la obsecuencia. Pero siempre “hay otra”, a nivel político, a nivel económico, aunque se lo niegue. En vez de la prognosis dentro de una única propuesta económica política, lo que hay que hacer es discutir la posibilidad de políticas y economías alternativas. Cuesta mucho preguntarse qué puede ser la alternativa a esto que tenemos, pero llegará un momento en el que eso será inevitable.

-¿Qué papel cree usted que debe cumplir la ciencia y la tecnología en esa tarea?
-Bueno… lo primero que hay que decir es que tenemos que abandonar para siempre la nefasta creencia que la ciencia y la tecnología, o como se dice hoy: la tecnociencia, resuelven todos los problemas. Si no lo hacemos, seguiremos negando el principio de la complejidad y poniendo en práctica el supremo caso de la hiper simplificación. Es decir, afirmar que hay un único tipo de problemas: los científicos técnicos, y negar la existencia de problemas étnicos, políticos, estéticos, etcétera. Yo suelo enfatizar este principio porque está en el imaginario colectivo; recuerde que no hace mucho en este país un gobierno elegido democráticamente designó al frente de los ministerios de educación y salud a “buenos administradores”, y así nos fue. Esto es ser, en el peor sentido del término, cientificista tecnologista. Los problemas de educación y salud pública se resuelven con buena administración, pero entendiendo por administración, tal como se estudia en la facultad de ciencias económicas, un conjunto de técnicas. Este no es un fenómeno nuevo; ya Habermas en la mayoría de sus libros discutía la sustitución del filósofo y el político por el experto. Él decía con acierto que eso significaba la eliminación de la ética.

-Es curioso escuchar de un científico, como también lo es usted, descreer del poder emancipador de la ciencia…
-No, no, no se confunda. Una cosa es creer que la ciencia no puede resolver todos los problemas del hombre, y otra muy distinta es creer que la ciencia no tiene un poder emancipador. Yo en algún sentido soy profundamente moderno y sigo creyendo que la ciencia bien utilizada es fundamental para el progreso humano. Lo que sucede es que hoy la ciencia forma parte de un proyecto cuyos objetivos y presupuestos no son científicos. En este proyecto la ciencia es sólo un instrumento para viabilizar la consecución de otros intereses considerados más relevantes. Pero de ninguna manera debe entenderse que esta propuesta, ni tampoco el planteo de quienes integran la ecosofía, tiene un carácter romántico en el sentido de la filosofía romántica. Cualquiera de las personas que le mencioné anteriormente como referentes de esta corriente creen en el rol imprescindible, revolucionario diría yo, del conocimiento científico técnico.

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