Universidad Nacional de San Juan - Argentina - Julio 2007 - Año IV - Nº 29

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M
Resistencia e integración
¿Ingredientes complementarios?
Horacio Cerutti Guldberg (Argentina-México)

Nació en Mendoza, Argentina. En 1993 se naturalizó mexicano.
Doctor en Filosofía por la Universidad de Cuenca, Azuay, Ecuador.
Catedrático de la Universidad Nacional Autónoma de México: Investigador en el Centro Coordinador y Difusor de Estudios Latinoamericanos y Profesor de Filosofía Latinoamericana, Historia de las Ideas y Filosofía Política en la Facultad de Filosofía y Letras.
Coordinador del Colegio de Estudios Latinoamericanos en la FFYL.
Doctor Honoris Causa, Universidad Ricardo Palma, Lima, Perú, “por sus contribuciones para el desarrollo de una filosofía humanista latinoamericana”.

Entre sus libros más recientes y reediciones se destacan:
“De Varia Utópica (Ensayos de utopía III)”. Bogotá, Universidad Central, 1989. “Presagio y tópica del descubrimiento”. México, UNAM, 1991. “Filosofía de la liberación latinoamericana”. México, Fondo de Cultura Económica, tercera edición corregida y aumentada 2006. “Memoria comprometida”. Heredia, Costa Rica, Universidad Nacional, 1996. “Hacia una metodología de la historia de las ideas (filosóficas) en América Latina”. México, Miguel Ángel Porrúa/UNAM, segunda edición, 1997. “Filosofías para la liberación ¿Liberación del filosofar?”. Toluca, Universidad Autónoma del Estado de México, segunda edición, 2001. “Filosofar desde Nuestra América2. Miguel Ángel Porrúa/UNAM, México, 2000. “Experiencias en el tiempo”. Morelia, Editorial Jitanjáfora, 2001. “Historia de las ideas latinoamericanas ¿disciplina fenecida?” en colaboración con Mario Magallón Anaya. UCM/Casa Juan Pablos, México, 2003. 2Configuraciones de un filosofar sureador”. Ayuntamiento de Orizaba, Veracruz, 1ª reimpresión corregida, México, 2006.

A muchos podrá parecerles delirante pugnar por una unidad de la región, en medio de los altísimos porcentajes de pobreza, marginación y exclusión que nos caracterizan en nuestra cotidianidad. Cuando migrar aparece como una huida hacia adelante y las remesas se esperan con ansias, no sólo para satisfacer necesidades familiares, sino hasta para paliar carencias de presupuestos públicos en algunas zonas de la región. Y, sin embargo, la resistencia no mengua. Adquiere nuevas modalidades. Se metamorfosea constantemente. Por ello, conviene advertir que resistencia y construcción de la integración desde abajo y desde lo profundo de nuestra historia son tareas convergentes, ingredientes complementarios de la obra colectiva en curso. Ésta se sustenta en la convicción generalizada acerca del fracaso rotundo del neoliberalismo. Hoy, como en otros momentos cruciales de la historia, los nuestroamericanos (permítasenos el neologismo para dejar expresa, de una vez con la expresión martiana, la alusión siempre inclusiva a los hermanos caribeños) añoramos una unión de la región para hacer frente a todo tipo de dificultades. Esa unión (medio o instrumento) para la plenitud humana y el respeto a la dignidad de todos y todas (fin) ha tenido innumerables enunciaciones y postulaciones a lo largo de los años. No es éste el lugar de hacer el recorrido evaluador por los numerosos intentos que en lo militar, económico y cultural se han realizado, generalmente sin demasiada voluntad política de las élites hegemónicas para concretarlos. ¡Si hasta pareciera que la iniciativa del ALCA, en contra de sus proponentes externos e internos, ha operado como una provocación para ahondar, quizá como nunca antes, vías expeditas y cada vez más ágiles de cooperación e integración regional!

Así, se va haciendo cada vez más claro, hasta para quienes no lo quieren ver, que la falta de voluntad política de las élites no cambiará desde ellas mismas. La voluntad política la encontrarán o se les impondrá desde formas de esa ‘ingobernabilidad’ que ven aterrorizadamente. Por otra parte, la integración carece de sentido como una presunta unidad homogeinizadora de pretendidas identidades innatas ahistóricas. Deberá potenciar las diferencias como uno de nuestros grandes tesoros. Todo parece mostrar que se hará efectiva esa unidad, a medida que siga creciendo la organización de la resistencia desde las bases multiformes de nuestras sociedades para el (re)surgimiento del nuevo camino. Quizá así dejen de aparecer como supuestos delirios: una moneda regional, un pasaporte confederal, una auténtica libertad de tránsito, una estructura académica, científica y tecnológica común, la vigencia del estado de derecho, un sistema de información confiable, el respeto a la ciudadanía compartida, etc., etc. En todo caso, estos sueños diurnos, quizá cada vez más cerca del amanecer..., no se terminarán de hacer realidad, si se prescinde de los sujetos de carne y hueso. Y éste es quizá el obstáculo mayor para mover la voluntad de las élites, dado que no habrá integración viable sin transformar las situaciones internas de injusticia estructural1.

Cabe añadir que la resistencia no es un modelo, mucho menos una receta que podría operar al modo de varita mágica para consolidar democracias radicales, reorientar (o, mejor, resurear) la economía y pasar a vivir en el mejor de los mundos posibles (en el sentido de pensables e imaginables). Está constituida, más bien, por afanosas búsquedas, costosos ejercicios de ensayo y error, logros y frustraciones. Lo que está claro es que venturosos horizontes se abren al andar y si bien las consignas desesperadamente esperanzadas de “que se vayan todos” no terminan de cumplirse, sí brindan pistas y vías de avance hacia otras situaciones colectivas. Muestran que el cambio es posible y que el poder-hacer del conjunto articulado puede ser eficaz.

Lo más fascinante de estos esfuerzos es que procuran hacer realidad la democracia y cuestionan radicalmente los onerosos arreglos elitistas cupulares de unos pretendidos ‘profesionales’ de la política impresentables, dedicados a vivir del saqueo de la riqueza colectiva en típico servilismo cipayo. Y en ese abrirse paso a la fuerza hacia esos ámbitos donde se toman las decisiones vemos arribar mujeres, indígenas, jóvenes, homosexuales y lesbianas, marginalizados y excluidos del trabajo, etc. al protagonismo constructor de alternativas para que el futuro no siga siendo más de lo mismo. Para reestablecer posibilidades de trabajo productivo y reproducirse de otros modos. No debemos perder de vista que estas novedosas formas organizativas, surgidas de la voluntad y el ejercicio de la resistencia, distribuyen de un modo muy específico las tareas de conducción, lo cual dificulta la represión el estilo de ‘descabezar’ y exhibe nuevos liderazgos no necesariamente reductibles a los remanidos caudillismos cesaristas y/o populistas de la región. Aunque los sectores dominantes se los quieran quitar de encima propagandística y hasta violentamente manipulando de manera descontextualizada la acusación de ‘populistas’.

Los ejercicios de resistencia tensionan al máximo un reclamo tendiente a la reapropiación del Estado para ponerlo a su servicio por parte de una ciudadanía más plena. Vigencia de lo nacional (¿siempre multinacional entre nosotros...?), reivindicación de la soberanía sustentada en la base (en la propia corporalidad de quienes resisten) e integración de nuestra América desde abajo son inéditos que exhiben su viabilidad justamente por ese esfuerzo creativo. Por lo mismo, estas experiencias conducen a y se enriquecen por un autorreconocimiento de la propia gente como plural (plurisexuada, pluriétnica, pluricultural, pluriclasista, pluricreyente, etc.) y se refuerzan por la vitalidad y potencialidades de su propia diversidad. Todo lo cual estimula la recualificación y resemantización de lo popular de un modo peculiarmente autocrítico. Lo cual requiere encarar con toda lucidez las ambigüedades que le son constitutivas. Sin olvidar este importante detalle: no habrá resistencia exitosa (que culmine en transformación estructural) sin integración efectiva de esta América todavía no del todo nuestra. No sería de extrañar que tal actitud hasta convirtiera remesas en relaciones fraternales... Por ello, queda en nuestras manos ejercer la creatividad responsablemente.

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NOTA
1 Amplío estas consideraciones en: Integración y efectiva democracia en Nuestra América (desde las bases de nuestras sociedades y desde lo profundo de nuestras historias). Mendoza, EDIUNC, en prensa.

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