Universidad Nacional de San Juan - Argentina - Junio 2007 - Año IV - Nº 28

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opinión del lector

El orden epistemológico en la UNSJ

escribe
Profesor Luis Javier Garcés
Facultad de Filosofía, Humanidades y Artes - UNSJ

A MENUDO LAS CONTROVERSIAS QUE SE SUSCITAN EN TORNO A LA ORGANIZACIÓN de las estructuras académicas que adoptan las instituciones universitarias, ignoran las condiciones de su surgimiento y resultan pobres en explicaciones capaces de entender aquellos fenómenos y operar sobre los mismos, conduciendo a la construcción de entramados institucionales ineficaces para el desarrollo científico en cada área disciplinar.
El reciente debate abierto en la UNSJ, a raíz de la aprobación del Doctorado en Matemática en la Facultad de Filosofía, Huamnidades y Artes (FFHA), nos invita a reflexionar sobre las condiciones históricas y epistemológicas que parecen conducir a una nueva distorsión de nuestra estructura académica, cristalizando situaciones más emparentadas con las necesidades individuales y sectoriales que con la creación de ambientes propicios para el desarrollo científico.
La UNSJ, como tantas otras universidades nacionales, es hija del Plan Taquini, aquel que de la mano de la dictadura de Onganía se propuso un reordenamiento del sistema universitario argentino, urgido desde las necesidades político-represivas del régimen, obviando las condiciones de desarrollo académico y las necesidades sociales, económicas y culturales que dan fundamento a la existencia de la Universidad. El Plan del pedagogo del régimen, Alberto Taquini, fue simple: cabalgando sobre demandas provinciales por universidades nacionales en sus territorios, se propuso la desarticulación de las instituciones que operaban regionalmente, atomizándolas en pequeñas universidades con sede en cada provincia. Esta estrategia generó una multiplicidad de nuevas Universidades construidas en base a esa dispersión de las instituciones que las precedieron, sin reparar en la masa crítica existente para las nuevas creaciones.
El Cordobazo, como los sucesos previos en la Universidad Nacional del Nordeste, reveladores del espíritu crítico de la Universidad de entonces, del crecimiento de un proceso de radicalización de los claustros y de sensibilización social de la comunidad universitaria, atentaban contra los objetivos dictatoriales. En consecuencia, Taquini propuso una descentralización que posibilitara mayor “control” de la actividad docente y estudiantil: universidades pequeñas, socialmente aisladas, enclaustradas en “campus universitarios”, posibilitarían a una dictadura que declaraba tener “objetivos y no plazos”, el eficaz manejo de la ebullición social surgida de su propia ilegitimidad y la flagrante injusticia social que provocaba.
En nuestro caso, la Universidad Nacional de Cuyo, con sedes en San Luis y San Juan, posibilitó la creación de sendas universidades en ambas provincias. Constatadas las demandas de la comunidad sanjuanina por obtener su institución universitaria nacional, la nueva Universidad se creó a partir de la Facultad de Ingeniería de la UNCu, la Universidad Provincial D. F. Sarmiento y el Instituto Nacional del Profesorado Secundario. La primera, constituida en Facultad de Ingeniería, Arquitectura, Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, dio paso en procesos posteriores a la división en las tres Facultades actuales: Ingeniería, Arquitectura y Ciencias Exactas; la segunda constituyó la base de la actual Facultad de Ciencias Sociales, mientras que el Instituto del Profesorado hizo lo propio con la actual Facultad de Filosofía.
Aunque los objetivos del Plan anclaban en necesidades políticas, las nuevas estructuras académicas que se crearon se asentaron en cierto orden epistemológico al momento de producir su organización. A su vez, la mencionada división de la Facultad de Ingeniería obedeció a la necesidad de un mejor agrupamiento académico de las disciplinas allí contenidas.
La propia Facultad de Filosofía, a pesar de su diversidad disciplinar, encontró coherencia epistemológica alrededor del eje pedagógico, nucleando disciplinas heterogéneas. Su función estuvo marcada por la dedicación a la formación de recursos humanos que ejercerían la docencia. El desarrollo y crecimiento de las áreas disciplinares aquí ubicadas generó con posterioridad la apertura de licenciaturas en cada área, sin que se reparara en la construcción de una estructura académica que nucleaba humanidades, artes, matemática, física y química, en nuevas carreras que, despojadas del saber pedagógico, diluyeron su eje de unidad, dificultando la presencia de algún tronco común entre matemáticos y lingüistas, entre físicos y pedagogos, entre químicos y artistas…
Un adecuado reordenamiento disciplinar de la UNSJ, hubiera requerido una paulatina reubicación de aquellas áreas en los ámbitos disciplinares específicos, reservando para sí sólo los aspectos pedagógicos necesarios a la formación profesoral. Sin embargo, las disputas interpersonales, priorizadas sobre el orden epistemológico, y la actitud complaciente de autoridades que no abordan y resuelven los conflictos, sino que les rehuyen, impidieron la concreción del pase a la Facultad de Ciencias Exactas de las mencionadas áreas, cristalizando una Facultad de Filosofía con una estructura “babelizada”, de compleja administración académica, desaprovechando recursos y sinergias que podría producir su ubicación en el ámbito académico específico.
El reordenamiento académico de la UNSJ ya fue sugerido por la CONEAU en 1998, sin que la universidad haya tomado iniciativas al respecto, como no sea ésta, que agrava aun más la distorsión disciplinar, ya señalada por los evaluadores externos al expresar que: “Dada la actual dispersión de carreras y materias, es necesaria una reestructuración académica que optimice el aprovechamiento de los recursos disponibles. (…) Es de competencia indelegable de la Universidad que la masa crítica en general y de una determinada disciplina en particular no se vea alterada por divisiones en el emplazamiento organizativo de su personal académico. Deberán diseñarse medidas de coordinación que promuevan la integridad de sus recursos humanos así como el potencial de su masa crítica en las disciplinas respectivas. Un ejemplo de lo anterior se observa en torno a los profesorados de Matemática, Física y Química, pertenecientes a la Facultad de Filosofía, Humanidades y Artes.” (Informe Final Evaluación Externa de la UNSJ – CONEAU – 1998, pág. 28).
La creación de un Doctorado en Matemática en la FFHA viene a consolidar esta situación, únicamente sostenida desde anacrónicas concepciones, propias de los tiempos pitagóricos, que pretenden fundarse en el supuesto y estrecho vínculo entre la Filosofía y la Matemática, tras un razonamiento que en su versión más reciente remite a la “Enciclopedia de las ciencias filosóficas en compendio”, donde la filosofía, como ciencia de las formas y relaciones del pensamiento (lógica), conduce a la ciencia de la naturaleza y de sus partes (mecánica, física, física orgánica) que, a su vez, se resuelve en la filosofía del espíritu (antropología, psicología, derecho, estética, filosofía de la religión, historia de la filosofía), y que tuvo debatiendo a Hegel y von Humboldt en las universidades alemanas a principios del siglo XIX.1
En el marco de esos debates del siglo XIX y sus continuidades en el s. XX, la estructura de las ciencias -inmutable desde el medioevo- fue actualizada y enriquecida. Nuevas disciplinas, ahora consideradas indispensables desde la perspectiva de un saber moderno y socialmente útil, fueron separándose paulatinamente de la filosofía, desarrollando sus objetos formales y materiales y desplegando sus propios y específicos saberes, siendo la universidad quien expresará, a través de su estructura material y de sus enseñanzas, un nuevo orden signado por la división de los saberes particulares.
Me reservo la opinión sobre el Proyecto de Doctorado aprobado en el Consejo Superior; son los especialistas en la materia, y los expertos de CONEAU, quienes deben dictaminar acerca de su factibilidad, seriedad, pertinencia y viabilidad académica.
De lo que se trata es de poner otra racionalidad a la estructura académica de la UNSJ, y esto no sólo refiere al Doctorado en cuestión, sino a la inserción institucional de toda un área que comprende a las licenciaturas en Matemática, Física y Química y al Instituto de Ciencias Básicas, hoy insertos en la FFHA a pesar de que en la propia Universidad existe el ámbito específico para ella. En el mismo orden, y cuando las circunstancias económicas lo permitan, debiera abrirse un debate en torno a la inserción del área artística en la FFHA, propiciando quizás la creación de una Facultad de Artes.
Se trata, en definitiva, de superar esa lógica acotada que sólo repara en intereses personales o de pequeños grupos, adoptando un nuevo modo de abordaje de la construcción institucional, capaz de mirar la UNSJ por encima de los conflictos interpersonales, reordenando la estructura académica, reagrupando disciplinas diversas pero afines, en beneficio de la enseñanza y de la investigación, legitimando a la Universidad como sede de la racionalidad.

NOTA
1 Véase al respecto: Bonvecchio, Claudio “El mito de la universidad”, S. XXI, México, 2000.


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