opinión del lector
El orden epistemológico
en la UNSJ
escribe Profesor
Luis Javier Garcés
Facultad de Filosofía, Humanidades y Artes - UNSJ
A MENUDO LAS CONTROVERSIAS QUE SE SUSCITAN
EN TORNO A LA ORGANIZACIÓN de las estructuras académicas
que adoptan las instituciones universitarias, ignoran las
condiciones de su surgimiento y resultan pobres en explicaciones
capaces de entender aquellos fenómenos y operar sobre
los mismos, conduciendo a la construcción de entramados
institucionales ineficaces para el desarrollo científico
en cada área disciplinar.
El reciente debate abierto en la UNSJ, a raíz de
la aprobación del Doctorado en Matemática
en la Facultad de Filosofía, Huamnidades y Artes
(FFHA), nos invita a reflexionar sobre las condiciones históricas
y epistemológicas que parecen conducir a una nueva
distorsión de nuestra estructura académica,
cristalizando situaciones más emparentadas con las
necesidades individuales y sectoriales que con la creación
de ambientes propicios para el desarrollo científico.
La UNSJ, como tantas otras universidades nacionales, es
hija del Plan Taquini, aquel que de la mano de la dictadura
de Onganía se propuso un reordenamiento del sistema
universitario argentino, urgido desde las necesidades político-represivas
del régimen, obviando las condiciones de desarrollo
académico y las necesidades sociales, económicas
y culturales que dan fundamento a la existencia de la Universidad.
El Plan del pedagogo del régimen, Alberto Taquini,
fue simple: cabalgando sobre demandas provinciales por universidades
nacionales en sus territorios, se propuso la desarticulación
de las instituciones que operaban regionalmente, atomizándolas
en pequeñas universidades con sede en cada provincia.
Esta estrategia generó una multiplicidad de nuevas
Universidades construidas en base a esa dispersión
de las instituciones que las precedieron, sin reparar en
la masa crítica existente para las nuevas creaciones.
El Cordobazo, como los sucesos previos en la Universidad
Nacional del Nordeste, reveladores del espíritu crítico
de la Universidad de entonces, del crecimiento de un proceso
de radicalización de los claustros y de sensibilización
social de la comunidad universitaria, atentaban contra los
objetivos dictatoriales. En consecuencia, Taquini propuso
una descentralización que posibilitara mayor “control”
de la actividad docente y estudiantil: universidades pequeñas,
socialmente aisladas, enclaustradas en “campus universitarios”,
posibilitarían a una dictadura que declaraba tener
“objetivos y no plazos”, el eficaz manejo de
la ebullición social surgida de su propia ilegitimidad
y la flagrante injusticia social que provocaba.
En nuestro caso, la Universidad Nacional de Cuyo, con sedes
en San Luis y San Juan, posibilitó la creación
de sendas universidades en ambas provincias. Constatadas
las demandas de la comunidad sanjuanina por obtener su institución
universitaria nacional, la nueva Universidad se creó
a partir de la Facultad de Ingeniería de la UNCu,
la Universidad Provincial D. F. Sarmiento y el Instituto
Nacional del Profesorado Secundario. La primera, constituida
en Facultad de Ingeniería, Arquitectura, Ciencias
Exactas, Físicas y Naturales, dio paso en procesos
posteriores a la división en las tres Facultades
actuales: Ingeniería, Arquitectura y Ciencias Exactas;
la segunda constituyó la base de la actual Facultad
de Ciencias Sociales, mientras que el Instituto del Profesorado
hizo lo propio con la actual Facultad de Filosofía.
Aunque los objetivos del Plan anclaban en necesidades políticas,
las nuevas estructuras académicas que se crearon
se asentaron en cierto orden epistemológico al momento
de producir su organización. A su vez, la mencionada
división de la Facultad de Ingeniería obedeció
a la necesidad de un mejor agrupamiento académico
de las disciplinas allí contenidas.
La propia Facultad de Filosofía, a pesar de su diversidad
disciplinar, encontró coherencia epistemológica
alrededor del eje pedagógico, nucleando disciplinas
heterogéneas. Su función estuvo marcada por
la dedicación a la formación de recursos humanos
que ejercerían la docencia. El desarrollo y crecimiento
de las áreas disciplinares aquí ubicadas generó
con posterioridad la apertura de licenciaturas en cada área,
sin que se reparara en la construcción de una estructura
académica que nucleaba humanidades, artes, matemática,
física y química, en nuevas carreras que,
despojadas del saber pedagógico, diluyeron su eje
de unidad, dificultando la presencia de algún tronco
común entre matemáticos y lingüistas,
entre físicos y pedagogos, entre químicos
y artistas…
Un adecuado reordenamiento disciplinar de la UNSJ, hubiera
requerido una paulatina reubicación de aquellas áreas
en los ámbitos disciplinares específicos,
reservando para sí sólo los aspectos pedagógicos
necesarios a la formación profesoral. Sin embargo,
las disputas interpersonales, priorizadas sobre el orden
epistemológico, y la actitud complaciente de autoridades
que no abordan y resuelven los conflictos, sino que les
rehuyen, impidieron la concreción del pase a la Facultad
de Ciencias Exactas de las mencionadas áreas, cristalizando
una Facultad de Filosofía con una estructura “babelizada”,
de compleja administración académica, desaprovechando
recursos y sinergias que podría producir su ubicación
en el ámbito académico específico.
El reordenamiento académico de la UNSJ ya fue sugerido
por la CONEAU en 1998, sin que la universidad haya tomado
iniciativas al respecto, como no sea ésta, que agrava
aun más la distorsión disciplinar, ya señalada
por los evaluadores externos al expresar que: “Dada
la actual dispersión de carreras y materias, es necesaria
una reestructuración académica que optimice
el aprovechamiento de los recursos disponibles. (…)
Es de competencia indelegable de la Universidad que la masa
crítica en general y de una determinada disciplina
en particular no se vea alterada por divisiones en el emplazamiento
organizativo de su personal académico. Deberán
diseñarse medidas de coordinación que promuevan
la integridad de sus recursos humanos así como el
potencial de su masa crítica en las disciplinas respectivas.
Un ejemplo de lo anterior se observa en torno a los profesorados
de Matemática, Física y Química, pertenecientes
a la Facultad de Filosofía, Humanidades y Artes.”
(Informe Final Evaluación Externa de la UNSJ –
CONEAU – 1998, pág. 28).
La creación de un Doctorado en Matemática
en la FFHA viene a consolidar esta situación, únicamente
sostenida desde anacrónicas concepciones, propias
de los tiempos pitagóricos, que pretenden fundarse
en el supuesto y estrecho vínculo entre la Filosofía
y la Matemática, tras un razonamiento que en su versión
más reciente remite a la “Enciclopedia de las
ciencias filosóficas en compendio”, donde la
filosofía, como ciencia de las formas y relaciones
del pensamiento (lógica), conduce a la ciencia de
la naturaleza y de sus partes (mecánica, física,
física orgánica) que, a su vez, se resuelve
en la filosofía del espíritu (antropología,
psicología, derecho, estética, filosofía
de la religión, historia de la filosofía),
y que tuvo debatiendo a Hegel y von Humboldt en las universidades
alemanas a principios del siglo XIX.1
En el marco de esos debates del siglo XIX y sus continuidades
en el s. XX, la estructura de las ciencias -inmutable desde
el medioevo- fue actualizada y enriquecida. Nuevas disciplinas,
ahora consideradas indispensables desde la perspectiva de
un saber moderno y socialmente útil, fueron separándose
paulatinamente de la filosofía, desarrollando sus
objetos formales y materiales y desplegando sus propios
y específicos saberes, siendo la universidad quien
expresará, a través de su estructura material
y de sus enseñanzas, un nuevo orden signado por la
división de los saberes particulares.
Me reservo la opinión sobre el Proyecto de Doctorado
aprobado en el Consejo Superior; son los especialistas en
la materia, y los expertos de CONEAU, quienes deben dictaminar
acerca de su factibilidad, seriedad, pertinencia y viabilidad
académica.
De lo que se trata es de poner otra racionalidad a la estructura
académica de la UNSJ, y esto no sólo refiere
al Doctorado en cuestión, sino a la inserción
institucional de toda un área que comprende a las
licenciaturas en Matemática, Física y Química
y al Instituto de Ciencias Básicas, hoy insertos
en la FFHA a pesar de que en la propia Universidad existe
el ámbito específico para ella. En el mismo
orden, y cuando las circunstancias económicas lo
permitan, debiera abrirse un debate en torno a la inserción
del área artística en la FFHA, propiciando
quizás la creación de una Facultad de Artes.
Se trata, en definitiva, de superar esa lógica acotada
que sólo repara en intereses personales o de pequeños
grupos, adoptando un nuevo modo de abordaje de la construcción
institucional, capaz de mirar la UNSJ por encima de los
conflictos interpersonales, reordenando la estructura académica,
reagrupando disciplinas diversas pero afines, en beneficio
de la enseñanza y de la investigación, legitimando
a la Universidad como sede de la racionalidad.
NOTA
1 Véase al respecto: Bonvecchio, Claudio “El
mito de la universidad”, S. XXI, México, 2000.
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