Universidad Nacional de San Juan - Argentina - Marzo 2007 - Año IV - Nº 26

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Vivir y dejar morir

La irracionalidad del modelo económico globalizado.

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Viviana Demaría
José Fiigueroa

En el mundo casi 9 millones de personas poseen fortunas individuales que sumadas llegan a los 33,3 trillones de dólares. Ese volumen gigantesco de dinero equivale al 75% del PBI de todo el globo, o al 95% de lo que producen los países más ricos. Dicha fortuna es semejante a 13 veces el PBI anual de América latina y el Caribe. Esta minoría de ricos sólo representa el 6,5% de la población del mundo, pero sus decisiones privadas afectan ya no sólo a las instituciones estatal-nacionales; sino al planeta y a la especie humana.

Cerdos y Fragancias

Cada tres segundos hay un niño menor de diez años que muere de hambre, en un mundo donde una de cada seis personas muere anualmente a causa del hambre o a raíz de sus secuelas.

Esto ocurre en un planeta que podría alimentar sin problema a 12 mil millones de seres humanos, o sea, el doble de la humanidad actual (World Food Report de la FAO sobre agricultura mundial).

Al mismo tiempo -según la ONU- para satisfacer las necesidades básicas del conjunto más pobre de la población del planeta, bastaría con lo que se gasta anualmente en perfumes en Estados Unidos y Europa.

La irracionalidad del modelo económico globalizado, tiene otras facetas igualmente patéticas: la quema de la selva en Brasil para cultivar soja, ha destruido el 15% de los cuatro millones de kilómetros cuadrados de la Amazonía; provocando asimismo una serie de trastornos climáticos ligados directamente con el avance del calentamiento global. En Argentina, donde el 45% de la agricultura está dedicada sólo a la soja (15 millones de hectáreas), la soja es –hoy por hoy– un modelo exitoso de agricultura industrial… sin agricultores cuyo desarrollo está estimulando la existencia de un verdadero desierto tóxico y… verde. Se basa en un consumo de semillas procedentes de corporaciones, con consumo de herbicidas de corporaciones, con maquinaria de alta tecnología de corporaciones cuyo precio final se determina en la Bolsa de Chicago. La soja está desforestando el norte de Argentina, Paraguay, el Matto Grosso (Brasil). Eso agrava el conflicto por la tierra y provoca corrupción. Los que más tajada sacan son las exportadoras cerealeras, que son corporaciones extranjeras. Actualmente se está drenando el Río Paraná, para poder sacar la soja desde el Matto Grosso y así llevarla a los mercados externos que pagan en dólares y euros. ¿Cuál es el destino de esta rentable actividad productiva? Servir de alimento para la cría de cerdos, pollos y vacas en Europa. Sin embargo, lo más patético e inmoral no termina allí: se distribuye en los comedores populares para “paliar” la desnutrición infantil de modo que hoy un niño desnutrido ingiere el equivalente a dos pastillas anticonceptivas diarias porque posee además de un alto contenido proteico, fitohormonas (hormonas femeninas) y un inhibidor de calcio, zinc y hierro, importantes para el crecimiento. Por ello es que entre los niños alimentados por la campaña “Soja Solidaria”, basadas en este alimento industrial, hay un alto registro de niñas con pechos y menstruación no acordes a su edad y osteoporosis que se suman a la indigencia.

No existe ninguna fatalidad en estos temas. El orden capitalista y caníbal del mundo mata personas para maximizar ganancias. En suma, la falta de alimentos para millones de seres humanos, responde a un esquema organizado en beneficio del enriquecimiento -ya sin límites éticos- de un grupo minúsculo de empresarios transnacionalizados.

El mundo no basta

En el mundo casi 9 millones de personas poseen fortunas individuales que sumadas llegan a los 33,3 trillones de dólares. Ese volumen gigantesco de dinero equivale al 75% del PBI de todo el globo, o al 95% de lo que producen los países más ricos. Dicha fortuna es semejante a 13 veces el PBI anual de América latina y el Caribe. Esta minoría de ricos sólo representa el 6,5% de la población del mundo, pero sus decisiones privadas afectan ya no sólo a las instituciones estatal-nacionales; sino al planeta y a la especie humana.

Uno de esos multimillonarios, el Sr. Johan Eliasch, (donante de varios millones de libras al Partido Conservador británico, productor de cine, dueño de la marca deportiva Head, de una fortuna personal calculada en 510 millones de euros y propietario de una extensión de 1.600 kilómetros cuadrados de bosque amazónico en Brasil); tuvo la brillante idea, ante las calamidades que observó y con un preventivo sentido “ecologista”, de privatizar el Amazonas.
La propuesta la realizó en un congreso de seguros organizado por la empresa LLoyds que podría resumirse del siguiente modo: con la selva amazónica privatizada, las compañías de seguros reducirían los costos que deben afrontar por las catástrofes ocasionadas por los desastres naturales producto de la quema del Amazonas, tales como tsunamis, huracanes y las silenciosas y perjudiciales consecuencias del calentamiento global. Eliasch considera que con 41.000 millones de euros se puede comprar todo el Amazonas. Y opina que de la mera conservación del bosque amazónico se puede obtener un suculento beneficio económico lo que además garantiría un mejor futuro para las aseguradoras amén de que quienes sean los flamantes propietarios del pulmón del planeta que proporciona el 20% del oxígeno del mundo y el 30% del agua limpia puedan “cobrarle derechos de emisión de dióxido de carbono” a otros empresarios, ya que ellos se encargarían de “transformarlo” en oxígeno. Nada dice este convencido “ecologista” de la humanidad sobrante que, de ser así, dependería de voluntades privadas para respirar.

Porque claro, a partir de allí, el oxígeno también cotizaría en bolsa.

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