Revista de la Universidad Nacional de San Juan | Agosto 2005 | Año II - Nº 15

Geografía de los riesgos:
¿Estamos preparados para una urgencia,
emergencia, desastre o catástrofe? (3º parte)

Con frecuencia ocurren en San Juan y el mundo, diferentes eventos de origen natural o antrópico que afectan negativamente al hombre. Según sus características de peligrosidad y vulnerabilidad frente al fenómeno, será el área de impacto y la capacidad de respuesta de los servicios del área afectada. Extensión de la zona afectada y origen de la acción de respuesta, son las variables que permiten clasificar el hecho en urgencia, emergencia, de-sastre o catástrofe, más allá del origen que tuviera el evento peligroso.

¿Qué incidencia puede tener este aspecto en nuestra acción en el “antes” de que ocurra “algo”?
Prevenir, mitigar, preparar, alertar son etapas en la fase del “antes”, acciones que, para trabajarlas, es necesario conocer no sólo los fenómenos peligrosos a los que estamos expuestos, también las vulnerabilidades frente a ellos y parte de la vulnerabilidad es si contaremos con los servicios de respuesta y cómo será su ac-tuación durante y después de la ocurrencia del evento. Existen magnitudes de impacto negativo a las que estamos acostumbrados: accidentes de tránsito, caída de árboles con fuertes vientos; pero están aquellas ocasiones extraordinarias dejadas en el olvido, como el terremoto de 1944, de 1977.

Teniendo en cuenta la magnitud del impacto podemos referirnos a urgencia cuando un suceso o accidente puede ser superado por el mismo municipio sin necesidad de recurrir a los servicios de socorro del municipio vecino o de la provincia. Por ejemplo, un accidente de tránsito con heridos leves, que son trasladados al servicio hospitalario municipal y pronto se les da el alta; el servicio de orden interviene para descongestionar el tránsito y todo vuelve inmediatamente a la normalidad.

En una emergencia, por ejemplo la colisión entre un colectivo de transporte urbano con un camión que transporta combustible, la policía formará un control e intentará determinar la causa del suceso. Los bomberos apagarán el incendio, limpiarán los productos químicos derramados y rescatarán los posibles atrapados; el personal de la ambulancia dará los primeros auxilios a los heridos y los transportará al hospital. Pero ninguno de los servicios dirigirá a los otros. El personal de socorro está familiarizado con los accidentes y con la misión de los demás servicios en ellos: trabajan juntos sin dirección. La respuesta al accidente–emergencia normalmente no implica una coordinación lejos del lugar donde se ha producido (otra provincia); pero puede abarcar a más de un municipio. Uno de los servicios puede decirle a otro que ha ocurrido algo, o informarles que necesita su ayuda.
Cuando se produce un desastre es difícil identificar un lugar ya que el impacto es de carácter regional porque afecta áreas extensas, como en el caso de un terremoto. El acceso a la zona puede ser complicado o imposible. Habrá fallos o sobregarga en los sistemas de comunicación. Estos tres elementos, la gran extensión de las repercusiones, los problemas de desplazamiento, los cortes en las comunicaciones, crean otro problema: es difícil saber qué ha pasado. Además los problemas pueden superar la capacidad de respuesta. Por lo tanto tiene que existir una coordinación exterior e interior de los servicios de respuesta.
La respuesta inicial no provendrá de la policía, los bomberos y del personal de ambulancia, sino de los sobrevivientes. Son ellos quienes realizan la mayor parte de la búsqueda, rescate y transporte a los centros médicos.
En síntesis podemos decir que los desastres no son grandes emergencias o grandes accidentes, sino un tipo de acontecimiento diferente, que requiere una respuesta diferente.

Están las catástrofes, otra categoría de acontecimiento, que pueden ser tan diferentes de los desastres como éstos de las emergencias.
Los desastres trastornan la vida de las comunidades y crean enormes problemas a los servicios encargados de la respuesta. Las catástrofes no sólo provocan daños en las comunidades, sino también a los servicios de respuesta. La policía, bomberos, el personal de ambulancia y los servicios de socorro se encuentran entre las víctimas.
Podemos hacer más que prevención y mitigación estructural, pero son importantes también las medidas no estructurales como organizar y ensayar distintos niveles de respuesta, y planes de emergencia. Esto implica identificar riesgos y recursos, coordinar y asignar tareas en caso de que ocurra un evento peligroso para responder tanto a nivel familiar, institucional, municipal, provincial, nacional.
La elaboración de planes de Emergencia, en todos los ámbitos, es una acción de preparación que se inicia en la reflexión de situaciones hipotéticas de diferente grado de complejidad al que se le debe dar una respuesta coordinada.
Cada uno de nosotros ¿hemos pensado qué haríamos incomunicados y sin recursos en caso de un desastre?, ¿qué hacemos si no sabemos qué pasa y no podemos trasladarnos? ¿alguien podrá socorrernos? ¿estamos en condiciones de auxiliar a alguien?, ¿de auxiliarme a mi mismo?.

El Departamento de Geografía de la Facultad de Filosofía, Humanidades y Artes está brindando apoyo a docentes que manifiestan su interés en la problemática planteada. Tal es el caso de la profesora Claudia Alcayaga, docente del Colegio Central Universitario Mariano Moreno, que tras informarse por este medio sobre nuestras actividades se acercó por la Facultad de Filosofía para trabajar en conjunto en un proyecto centrado en preparar en la etapa de respuesta a los alumnos de noveno año del Colegio

 

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