Revista de la Universidad Nacional de San Juan | Agosto 2005 | Año II - Nº 15

Aquellos habitantes cordilleranos

Los grupos Ansilta habitaron suelo sanjuanino mucho antes de que lo hicieran los huarpes y de que el imperio incaico avanzara hacia estos territorios. Se asentaron (desde 1800 a.C. hasta 500 d.C.) al pie de la cordillera del mismo nombre y otros cordones que forman la Cordillera Frontal.
El color de piel de sus integrantes era oscuro. Tenían la frente amplia, pómulos salientes, nariz aguileña y ojos de tamaño mediano, no oblicuos. El cabello era lacio, corto y peinado hacia atrás. Tenían una talla que en los hombres difícilmente superaba los 1,60 m de altura y en las mujeres 1,50 m.
Las familias vivían aisladas unas de otras. Habitaban en cavernas naturales o en chozas cónicas, que a veces eran subterráneas para soportar los fuertes vientos y otras veces estaban sobre plataformas para protegerlas de las inundaciones, producto de deshielos.

Se abocaron a la cacería de guanacos y animales menores, recolectaban huevos y los frutos de la algarroba y el chañar. Explotaron la ganadería de la llama, sembraban maíz, quínoa, zapallo y porotos; la grasa animal y las hierbas eran también elementos útiles.
El arma más usada en la caza era lanzadardos o estólica; también utilizaron puñales de hueso y bastones. Las materias primas con las que elaboraron sus instrumentos y vestimentas fueron la madera, piedra, hueso, lana, plumas y fibras vegetales.

La vestimenta usual de los hombres era un cubresexo de cordeles de lana retorcida, sandalias y una manta, que habría sido su abrigo corriente, integrando su ajuar para toda la vida e incluso después de su muerte.
El atuendo de la mujer estaba constituido por una pollera de lana atada a la cintura, un cubresexo, una capa que tapaba la espalda y hombros y que cerraban con prendedores de hueso, madera y espinas.
Los cuerpos de los lactantes estaban envueltos con fajas de lana, polleras o fragmentos de tela. En los niños de más edad se observa un ajuar nuevo y completo, tal vez por la idea de que deberían recorrer un largo camino temporal después de la muerte.

Sus manifestaciones estético-religiosas se evidencian a través de pinturas rupestres de carácter simbólico realizadas con tierras de colores y resinas vegetales; y por pequeñas esculturas que representan en su mayoría animales de la región, como sapos, lagartos, caracoles o ñandúes.
Enterraban a sus muertos en el interior de grutas o en túmulos cubiertos por grandes piedras, envueltos en fardos de tejidos, con mantas de lana de camélidos o fibras vegetales, atadas con cordeles de fibras, lana o cabellos humanos. Se encontraron adornos en los cuerpos que se hallaron en los enterratorios. Fueron los “botones” transfictivos, que se colocaban en las aletas nasales como indicadores de cierta edad y jerarquía. No utilizaron técnicas de momificación. Las condiciones climáticas de las grutas y el PH del suelo permitieron su conservación.

 

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