Universidad Nacional de San Juan - Argentina - Abril 2006 - Año III - Nº 19

    Principal
    Editorial
    Agenda
    Libros
    Equipo
 

Escríbanos
Nombre
E-mail
Confirme su E-mail
Mensaje

Exilio e insilio
Una mirada sobre San Juan,
su universidad y las herencias del proceso

ESCRIBE
Chango Illánez
Facultad de Ciencias Sociales - UNSJ
(Intervención en el panel sobre el 24 de marzo en la
Facultad de Ciencias Sociales, el 22 de marzo del 2006)

El exilio casi no necesita definición, siempre y cuando se precisen sus alcances y sus límites. No hay exiliados por razones de trabajo, por causas económicas y sociales. El exilio es una posibilidad de la política. Quienes van a otro país para trabajar no son exiliados, son emigrados que se transforman en inmigrantes. Su realidad es diferente, porque su memoria es diferente, y lo es también su motivación para volver. No vuelve del mismo modo el exiliado que el inmigrado. No elaboran del mismo modo ni la nostalgia ni su visión del mundo, ni sus retornos.
El insilio sí requiere una caracterización: se trata de aquel estar sin ser dentro de la propia patria de uno que a uno se le presenta enajenada, pero no enajenada exclusivamente en lo socioeconómico sino en el sentido, en lo destinal, en el adonde va todo.
El insilio se caracteriza por el silencio. A veces ese silencio es casi total. A veces es un discurso traducido, malversado, revisado al extremo para que no revele huellas de la impronta original y su fundamento. A veces ese silencio es alterado por una cierta expresión que se extiende de un modo sutil y corre siempre el riesgo de ser descubierta.
El insilio es una identidad vulnerada porque es una memoria reprimida. Pero esa contención acumulativa tiende a liberarse y entonces se transforma en cultura, es una conciencia extrañada.
El exilio es una identidad expansiva porque es una memoria liberada, aunque mediada por la nostalgia (nostos en griego es estar lejos de la patria). Es una memoria larga y sustanciosa, pero difícilmente transmisible porque los oídos son casi incompatibles. El exilio no es un éxodo, no es una diáspora.
El insilio no ha sido sólo tener que soportar el peso del intento de legitimación deportiva del golpe y el Proceso, ha sido insilio soportar la democracia controlada y la entrega del Estado al neoliberalismo y los privatizadores.

El insilio se trata de aquel estar sin ser dentro
de la propia patria. es una identidad vulnerada porque es una memoria reprimida.

Circunscribirnos solamente al 24 de marzo nos acotaría demasiado porque queda algo muy complejo para responder: qué pasa con la continuación del Proceso por otros medios. Hasta dónde la principal motivación del golpe y del Proceso fue realmente vencida. El insiliado lo está respecto de los autoritarios y los despóticos, y también respecto de su propio pueblo en mayor o en menor medida.
Lo insiliático no siempre es lo popular, o mejor, casi nunca puede ser popular. No hay que confundir los términos. Lo insiliático es lo profético que no puede expresarse por los medios habituales que están a disposición del poder y que el poder utiliza en la tarea de confinación y encapsulamiento de lo insiliático.
En el exilio se tiene la ventaja y la desventaja de sentirse extranjero. En el insilio se tiene la desventaja de ser nativo, de compartir ciertos códigos comunicacionales. El insiliado está en su propia tierra en calidad de desterrado. Desde el insilio se puede decir que lo que parece propio es ajeno. No se sale del insilio con sólo recuperar lo simbólico.
El insilio no es la consecuencia de una simple conculcación de derechos, ni es una sensación pasajera, es una cultura, es decir, abarca el campo de lo expresivo, y es fuente de conductas políticas, sociales, etc. La superación del insilio es la explicitación pública de la memoria, no sólo individual sino colectiva, muchas veces de modo estético, no siempre de manera política. Lo que hoy se considera progresismo es también una forma de insilio, una expresión de éste pero en el marco de una reconversión forzosa.
La Argentina vivió formas de insilio y de exilio combinadas. La persistencia es singularmente fuerte en San Juan. La historia del Proceso es la historia reciente de San Juan. En San Juan, el Proceso no está situado en el pasado. No terminó en 1983. Al contrario, ganó las elecciones de 1983, de 1987, etc. Y se mantuvo.
No hay, no hubo dos demonios. La militancia popular, con todos sus defectos en cualquiera de los sentidos, no fue demoníaca. Era un conflicto social y político perfectamente claro y evidente.
La Universidad tiene la obligación de autocriticarse y de pedirle disculpas a la Sociedad. Porque aquí también continúa el insilio y parece que no hubiera cambiado nada desde entonces a hoy.
Fue el Proceso el que estructuró una Universidad que no mirara y que no marcara a fuego sujetos reales e inocultables. Esa situación se mantuvo hasta el punto de mantenerse por muchos años insiliada en el miedo, a veces mirando sin ver.
La Universidad tiene que autocriticarse por haber engendrado intelectualmente tecnoburócratas que fueron funcionarios calificados de la dictadura. Y tiene que hacer las investigaciones necesarias para poner en claro que fue lo que pasó. Y tiene que descubrir cuáles son los orígenes de sus propios miedos. Está muy bien que la Universidad homenajee a sus caídos en la lucha. Pero ello recién cobrará la magnitud que merece cuando se diga cuáles fueron los responsables de la política científica oficial en esos años.
No se trata de un simple golpe de Estado, o de un mero hecho conspirativo, con todo lo grave que eso significa. Se trata de un genocidio similar al de Aushwitz o Treblinka, sólo cuantitativamente en escala menor, pero igual, de la misma magnitud en lo cualitativo.
La provincia y la Universidad tienen que desprocesisarse, obligando a la autocrítica pública institucional y personal de quienes estructuraron en ella una máquina colaboracionista que todavía se mantiene. Hoy no lo es con los militares, pero sí lo es con negocios transnacionales peligrosos. La misma Universidad del pozo de Gastre (aquél basurero radiactivo en el que trabajaban científicos de la Universidad) es la que colabora con los proyectos predatorios y presta su consentimiento a ellos.
Desprocesisar es terminar con una ciencia fría y extinguidora que suprime especies y margina clases y se mantiene en un concepto utilitario e individual-posesivo del conocimiento.

 

Copyright © 2004 Revista la U | Universidad Nacional de San Juan | Todos los derechos reservados | revista@unsj.ed.ar