El fenómeno de la persuasión coercitiva

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Dada la importancia y actualidad del tema, el autor de esta nota realiza algunas otras reflexiones que coadyuvan a entender un fenómeno por demás complejo y de mucha gravitación en nuestra época.

Por Elio Noé Salcedo

Imagen de portada: nacionmx.com

En el proceso de persuasión coercitiva, que algunos autores del mundo occidental no rehúsan en llamarle, alegórica o directamente, “lavado de cerebro”, la idea se forma por la invasión de información. Así, todo lo que se ve y se oye a través de los medios o su replicación en las redes sociales, se dirige hacia (in) la formación de esa idea, facilitada por la hegemonía cultural que le brinda, entre otras cosas, la monopolización de los medios, que incluyen en su grilla: desinformación, negatividad permanente, repetición hasta el cansancio de hechos atroces, etc., combinada con una buena dosis de banalidad, superficialidad y toda clase de exabruptos, a falta de profundidad.

Si como sucede con los medios hegemónicos -en realidad monopólicos- “hay muchas personas que constantemente te dicen lo mismo y no hay nadie que te ofrezca algo distinto, la realidad se convertirá para ti en lo que esa gente te diga. No hay nada más, no hay opciones, no hay fuentes alternativas de información”. Por esa razón es importante, además de detenerse a pensar sobre lo que los medios transmiten, poseer un pensamiento crítico. Aunque no basta con éste: hace falta una verdadera conciencia política y social. En un país colonizado económica y culturalmente, eso significa adquirir una verdadera conciencia nacional, fundamentada en una verdadera conciencia histórica, ya que, si por el lado del presente somos manipulados por los medios de comunicación masiva e individual, en lo que a nuestro pasado histórico concierne, hemos sido manipulados por la historiografía oficializada, que ha impuesto una visión porteño céntrica, parcializada, europensante y tergiversada de nuestra historia.

Algunos estudios sobre esta temática

No son ajenos a este tema los estudios realizados por Stanley Milgram, famoso psicólogo social que trabajó sobre los conceptos de autoridad y sumisión en los grupos humanos («Obediencia a la autoridad», 2006). La investigación de Milgran demostró que dos tercios de la población puede comportarse de un modo cruel y maligno por el simple hecho de que una autoridad se lo ordene. Tratándose de una investigación del mundo anglosajón, acostumbrado a la crueldad de la guerra y de las invasiones punitivas a países más débiles, no nos llaman la atención sus resultados. Sin embargo, debemos tener en cuenta también, que nosotros pertenecemos a ese mundo debido a nuestra más que centenaria dependencia cultural, nunca desmentida ni superada, desde Sarmiento a Borges y, en los últimos años de nuestra existencia, por la desmalvinización operada en nuestra conciencia histórica y nacional, con todo lo que ello implica.  

De acuerdo a estos estudios, se puede ejercer presión sobre los individuos y la obtención de las consiguientes repercusiones psicológicas a través de distintas estrategias de manipulación mental. Por ejemplo, a través del control de la información que llega al individuo (máxime en una situación de monopolización de medios como la existe todavía en la Argentina) o la creación de un estado de dependencia tal del grupo de influencia (control ambiental), por la que se limita la capacidad de libre elección del individuo o de desarrollar adecuados criterios de selección y decisión hasta desvirtuar su sentido común para no contradecir el grupo de pertenencia y quedar aislado de ese grupo que le sirve de sustento psicológico y social. El miedo o terror al aislamiento social es alimentado a su vez por el miedo o terror a la identificación social con el grupo denostado por los medios. También, el individuo puede ser manipulado a través del gozo o del miedo, la culpa y la ansiedad (control emocional), mediante una arbitraria y selectiva aplicación de premios y castigos (psicología conductual), creándole a su vez una intensa dependencia emocional. Otra técnica de manipulación psicosocial es el control cognitivo, que recurre a la denigración del pensamiento crítico, el uso de la mentira y el engaño o la exigencia de identificación con el grupo. A través de la denigración del pensamiento crítico se inhiben los procesos de razonamiento priorizando el sentir sobre el pensar. Por supuesto, el método de manipulación mental y la eficacia de sus estrategias dependen en última instancia de cada individuo, aunque se debe tener en cuenta que se trata de un método inconsciente, en la que el adoctrinado no sabe que es adoctrinado. En suma, se ha descubierto -y ello puede ser aplicado a nuestra realidad- que el secreto para entregarse al odio discriminatorio (social, político, racial) es desprenderse de la responsabilidad: libre del sentido de culpa, aparece el lado más oscuro de la naturaleza humana.

Lo sucedido repetidas veces en la historia argentina, en la que las clases medias manipuladas se vuelven cómplices de golpes de Estado o furgón de cola de intereses antinacionales y antipopulares y luego se arrepienten por las consecuencias nefastas del curso que toman los acontecimientos, es ya bastante conocida en la Argentina como para recurrir a otros ejemplos. A propósito, dice la profesora Kthleen Taylor del departamento de Fisiología de la Universidad de Oxford (2004), “la gente subestima hasta qué punto su cerebro y su yo pueden cambiar; el lavado de cerebro (o brainwashing) no es más que una de estas modificaciones”. Coadyuva a esa conclusión el hecho de que el cerebro es un sistema dinámico y modificable: para bien o para mal. Si no fuera así, el hombre se hubiera estancado en la Edad de Piedra (¿estaremos involucionando?), sin desconocer que, en alguna medida, la pertenencia a una clase social y a una “cultura” determinada (hegemonía cultural dominante) determina la conciencia social.  

En cuanto a la afirmación de que son los gobiernos solamente los que pueden mantener “un control social firme de los medios de comunicación de masas y utilizar la propaganda en una escala particularmente intensiva, con efecto global que puede lavar el cerebro a secciones grandes de la población”, ella ha devenido en abstracto desde la época del neoliberalismo (políticamente autoritario y económicamente concentrado), cuando los medios de comunicación pasaron a manos privadas de grupos monopólicos y la Ley de Comunicación Democrática no pudo con ellos. Esa realidad no ha cambiado: los medios monopólicos privados siguen ejerciendo el control social gracias a la inercia de una situación de hecho que se arrastra y al guiño de la propia Justicia para mantener esos privilegios y, consecuentemente, la distorsión de la realidad que se opera en la mente de los consumidores de esos medios. 

Según Humberto Trujillo, profesor de Psicología Social de la Universidad de Granada que analiza este fenómeno, la “persuasión coercitiva” crea en la víctima “debilidad, desasosiego y dependencia. Si esa comunicación se produce en los momentos oportunos y con las fases adecuadas, la víctima caerá en la manipulación mental, o en otras palabras, se le habrá lavado el cerebro, para lo que se necesita que esté en una situación de estrés máximo”. Si pensamos en la negatividad y miedo difundido por los medios en forma intensiva y permanente, podemos imaginar hasta qué punto esto es posible. El debilitamiento emocional de la víctima permitirá que se le vaya comiendo terreno y se la pueda ir manipulando, volviéndose las personas cada vez más vulnerables, sugestionables y dependientes.   

Algunos estudios reconocen que la manipulación mental realizada por los medios de información sobre la población puede efectivamente tener a largo plazo el efecto de imponer el punto de vista de los medios y que, el mejor medio de evitar el control de información es utilizar varias fuentes dentro del posible espectro informativo. Eso, en un sistema monopólico de medios, resulta lisa y llanamente imposible. En ese sentido, la desmonopolización efectiva de los medios de comunicación, acompañada de una política de “nacionalismo cultural” amplio (argentinización y latinoamericanismo), debería coadyuvar a hacer realidad esa posibilidad, para contrarrestar el adoctrinamiento contrario a los intereses nacionales y sociales que sufren los propios ciudadanos.