El padre de la Patria

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No hay duda de que San Martín es el padre de la Patria. No obstante, una visión infantil y a la vez tergiversada de su figura, nos impide verlo, conocerlo y apreciarlo tal y como quien es: no el padre de esa patria que la historiografía oficial nos quiere mostrar, circunscripta a los actuales límites de la República Argentina, sino de una verdadera Patria Grande por la que el gran general combatió y que él mismo reivindicó como suya.

Por Elio Noé Salcedo

Imagen de portada: Telam

Es tal la indiscutible dimensión y singularidad del general José de San Martín que, en la biografía de Tomás Guido, del historiador peruano Federico Barreda, citada por el historiador argentino de Firmat Gustavo Battistoni, aparece retratada la verdadera identidad sanmartiniana y la extensión y dimensión de su auténtica nacionalidad.

Al relatar el encuentro en Londres a comienzos del siglo XIX entre San Martín y Tomás Guido (a partir de allí su amigo entrañable de toda la vida), varios años antes de que San Martín viajara a América para ponerse a disposición de sus paisanos, Barreda nos permite ingresar al sentimiento, del más tarde gran general, en el encuentro con sus compatriotas en Londres, poseídos todos de un espíritu americano: “San Martín sentía -dice Barreda- no como porteño ni provinciano (era correntino), sino como americano”.

Cabe recordar que de esas mismas reuniones que participó el Gral. San Martín en Londres -además de Tomás Guido, Carlos María de Alvear, Manuel Moreno (hermano de Mariano) y José Zapiola-, habían participado también o participarían los venezolanos Francisco de Miranda, Simón Bolívar, Andrés Bello y Antonio José de Sucre, y el chileno Bernardo de O’Higgins, camaradas de San Martín en los ejércitos americanos.

A partir de las “Memorias” de Tomás Guido -también citadas por Battistoni en su inspiradora nota-, es que podemos enterarnos de la táctica del general San Martín para vencer a los realistas en Chile y Perú y liberar medio continente, detalles que surgen de la conversación en Saldán, Córdoba, en 1814, entre los dos ya grandes amigos: “La ocupación del Reino de Chile es el objetivo principal que a mi juicio -dirá el gran estratega- debe proponerse el gobierno a todo trance y a expensas de todo sacrificio: 1) Porque es el único flanco por donde el enemigo se presenta más débil. 2) Porque es el camino más corto, fácil y seguro para libertar a las provincias del Alto Perú. 3) Porque la restauración de la libertad en aquel país puede consolidar la emancipación de América”. De la misma manera, el Libertador le confiaría a su amigo Guido: “Usted sabe que no pertenezco a partido alguno; me equivoco, yo soy del partido americano”.

Gobernador de Cuyo por voluntad de su pueblo

Otra característica que perfila a nuestro gran padre de la Patria, además de su espíritu americano, es su compenetración con los ideales populares de su tiempo: sin ser federal, adhirió al Congreso Federal de Córdoba de 1821, hecho fracasar finalmente por su gran enemigo porteño: Bernardino Rivadavia.

Asimismo -fiel a su objetivo americano-, rechazó y desobedeció las órdenes del Directorio de enviar al Ejército de los Andes para reprimir a las montoneras federales del Interior, que luchaban contra Buenos Aires para lograr la igualdad de derechos políticos, económicos y sociales y la propia libertad en la patria naciente.

Aunque previo a todo eso, es bueno rescatar los pormenores de su reelección como Gobernador de Cuyo, una vez que él había pedido su reemplazo por estar en desacuerdo con el Director Supremo Carlos María de Alvear (que también había sido en el pasado su amigo y camarada).

Efectivamente, el intento de renuncia como Gobernador por parte de San Martín y la decisión de su reemplazo por parte del Directorio produjo una gran indignación en los pueblos de Cuyo que, de esta manera, como explica el historiador Roberto A. Ferrero, “veían anularse todos los planes de reconquistar Chile para el comercio local, peligrar su propia seguridad ante los realistas trasandinos y retrasarse la hora de la independencia de América”. Medio millar de ciudadanos y otro medio millar de milicianos se reunieron en la plaza el 16 de febrero de 1815 para rechazar la intentona porteñista. De igual modo, “la parte sana del vecindario” se congregó en Cabildo Abierto para expresar la voluntad municipal en ese mismo sentido. Ambas asambleas populares -frente a la presencia del propio San Martín, que compareció para pedir prudencia- resolvieron no aceptar otra autoridad que la del futuro Libertador y comunicárselo al Directorio. En San Juan ocurrió otro tanto: un Cabildo Abierto se pronunció también en contra del reemplazo de San Martín, haciéndoselo saber a Alvear mediante un petitorio avalado por numerosas firmas.

Ante el pronunciamiento soberano del pueblo de Cuyo, el Directorio dio marcha atrás con su decisión autocrática, y el general San Martín quedó ratificado como Gobernador Intendente de Cuyo por la voluntad del propio pueblo cuyano. Fue ésta “la primera revolución autonomista triunfante” en el territorio de las Provincias Unidas del Río de la Plata -así la llama el historiador Ferrero-, adelantándose de hecho al alzamiento del Litoral y a los “fermentos artiguistas” de las demás provincias mediterráneas.

Siendo ya Gobernador de Cuyo, refiere por su parte Gustavo Battistoni, “administra la provincia de Cuyo con una eficacia que la hace próspera y poderosa en un lapso de tiempo breve”. Y ante la mezquindad y falta de compromiso patriótico y americano de Buenos Aires (las clases adineradas de nuestro país parecen no haber cambiado nada), “impone, además, un tributo extraordinario sobre las grandes riquezas para financiar la campaña continental”.

El cruce de los Andes

El cruce de los Andes y sus victorias posteriores en Chile y en Perú, lo colocan sin duda entre los grandes generales de la historia. A pesar de su humildad, que estimaba el camino por Chile el “más fácil”, no obstante, aquello significaba la más grande epopeya militar jamás vista e intentada.

Ciertamente, el aspecto desconocido de tremenda proeza, es que el cruce de los Andes resultó una dificultad mayor que para el gran general cartaginés Aníbal el cruce de los Pirineos primero y de los Alpes después para atacar a Roma; y que la del mismo Napoleón Bonaparte al cruzar los Alpes para invadir el norte de Italia y sorprender a sus enemigos: esos cordones montañosos europeos son de mucho menor altura que la Cordillera de los Andes, lo que en este caso constituía una dificultad insuperable para trasladar un gran ejército, dificultad que convenció a los españoles de la imposibilidad de realizarlo.

Sin embargo, en superar esa dificultad con el tesón, la organización y el espíritu patriótico de sus soldados, estuvieron basados los cálculos del gran militar americano, confundiendo, sorprendiendo y venciendo finalmente a los españoles instalados en territorio chileno y peruano, parte entrañable de esa Nación grande y común de la que se sentía su hijo dilecto el Padre de la Patria.

 

Obras consultadas:

Gustavo Battistoni. La grandeza de San Martín. El Correo de Firmat (Santa Fe). Edición Digital N° 902 del 15/08/2022.

Roberto A. Ferrero (1996). La saga del artiguismo mediterráneo. Córdoba: Alción Editora.

Elio N. Salcedo (2022). San Juan, su historia. De la fundación a las presidencias provincianas (Inédito).