Ninguna bala parará este tren

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Los Abuelos de la Nada, una de las bandas referentes de la cultura popular argentina, tocó en San Juan. El grupo nació en los años ’60 mediante una “mentira que fue la plataforma para una verdad”, como dijo su líder Miguel Abuelo. Aquí, un repaso por su historia. La banda goza de buena salud. Y Gato Azul, su cantante e hijo de Miguel, lo confirma a Revista la U.

Por Fabián Rojas

   Cuenta el periodista Juanjo Carmona que un día, Miguel Abuelo, entre una fiebre que no cedía y tal vez presintiendo que el final se avecinaba, llegó a preguntarles a sus músicos qué sucedería si él dejaba de vivir. El ya en ese tiempo mítico guitarrista Kubero Díaz narró a Carmona: “Ocho meses antes de que ocurriera lo inevitable estábamos todos reunidos y nos dijo: ‘Muchachos, imagínense: yo quiero saber si ustedes van a seguir con Los Abuelos de la Nada así yo esté o no esté… Si yo voy por la calle y me atropella un camión, ¿ustedes van a continuar?’, y todos dijimos que sí”. Naufragando entre almanaques viejos, ese extraño y simbólico instante aconteció un día de agosto de 1987, ocho meses antes de que el Abuelo, el Capitán Calavera, soltara definitivamente amarras el 26 de marzo de 1988. Y los músicos aquella vez no habían mentido. Tras la muerte de Miguel, con el tiempo, la banda dijo otra vez “vamos al ruedo”. Y tuvieron y tienen altibajos, idas y vueltas. Pero están. En 2021 grabaron «Los Abuelos de la Nada y Amigos! – Grandes éxitos«, en que participan artistas de la talla de Ricardo Mollo, Hilda Lizarazu, Miguel Zavaleta y Javier Malosetti. Tres de quienes más pelearon por la continuidad, ya en los años ‘90, fueron el tecladista Juan del Barrio, el bajista Marcelo “Chocolate” Fogo (Sobrino de Miguel y fallecido en 2020) y, sobre todo, su hijo Gato Azul Peralta.  

35 años después

    En este agosto de 2022, el viernes 5 pasado, 35 años después de aquel viejo agosto de la inquietante pregunta de Miguel al resto de la banda, Los Abuelos de la Nada tocaron en San Juan y demostraron también aquí que el show debe continuar. Hubo fiesta emotiva.  Fue, nadie tuvo dudas, una rémora de las segunda y tercera formaciones de Los Abuelos. La segunda: esa agrupación que surfeaba a toda velocidad entre el inmenso oleaje del rock argentino post Malvinas de los ’80 (y que tocó en San Juan en 1984), con Miguel (voz y percusión), Andrés Calamaro (teclados y voz), Daniel Melingo (vientos), Polo Corbella (batería), Cachorro López (bajo) y Gustavo Bazterrica (guitarra), la que grabó en estudio los discos “Los Abuelos de la Nada”, “Vasos y besos” e “Himno de corazón”, y, en vivo, “Los Abuelos de la Nada en el Ópera”, de 1985, que significó la separación de esa formación, la cual sería la más popular. La tercera: la que empezó a gestarse después de ese histórico recital en el Teatro Ópera (agrupación que al principio se iba a llamar “Miguel Abuelo en Banda”). Esa tercera formación alcanzó a grabar un disco, “Cosas Mías”, dos años antes de la muerte de Miguel, con la voz de Abuelo, Juan del Barrio, Kubero Díaz, «Chocolate» Fogo y Polo Corbella en Batería.

    Hoy la banda lleva al frente la voz de Gato Azul Peralta (en los temas que cantaba su padre, pero Gato exhibe su propia performance) y de Frankie Landon (estéticamente una especie de Jagger, haciendo canciones de Calamaro en su etapa con Los Abuelos); los coros de Catalina Del Barrio y Florencia Beraza; el teclado de Del Barrio; la guitarra del gran Kubero Díaz, viejo amigo de Miguel (Abuelo le dedicó, en su disco solista “Buen día, día” -1984- la canción “Días de Kuberito Díaz); el saxo y algunas voces de Jorge Polanuer; la batería de Sebastián Peyceré y el bajo del sanjuanino Alberto Perrone. Arrancaron con el popular “Cosas Mías” y todo lo demás un repaso por lo más cantado por el público abuelero en el paso de los años: “Tristeza de la ciudad”, “Lunes por la Madrugada”, “Mil horas”, “Sin gamulán”, Costumbres argentinas”, “No te enamores nunca de aquel marinero bengalí”, “Así es el calor” y “No se desesperen” (con la voz del bajista Perrone). Por supuesto, Gato Azul recaló en la eterna belleza de “Himno de mi Corazón”.

 Desde la nada

   Si allá por 1987 Miguel Abuelo, quien había nacido un 21 de marzo de 1946 en el Hospital Tornú de Capital Federal, tal vez presentía que se iba a morir, en la novela «El Banquete de Severo Arcángelo» (1965) de Leopoldo Marechal el personaje Lisandro Farías no tenía dudas de su propia muerte. “– Mi nombre verdadero es Lisandro Farías, y voy a morir dentro de una quincena exacta. –¿Por qué dentro de una quincena? –interrogué yo sin pestañear” (dice Marechal, narrador protagonista en la obra) “–Así me lo anunció Pablo Inaudi –contestó Farías”. En el relato, luego de que Marechal insiste en saber quién es Pablo Inaudi, Lisandro Farías, agonizante desde su cama de hospital de pueblo, le responde: “– ¡Es tan Pablo y tan Inaudi como yo! ¿Sabe cuándo lo descubrí? Cuando una vez, a manera de insulto, me llamó Padre de los Piojos y Abuelo de la Nada. ¡Esas galanuras de estilo no se dan en Occidente!”.

   La Cueva era el reducto de las simientes del rock argentino. Funcionó entre 1965 y mediados del ’67; gran parte, durante la dictadura de Onganía. En esos tiempos, que eran un hervidero de contracultura, de nuevas músicas e ideas, a Miguel, que aún no era “Abuelo” sino Miguel Ángel Peralta (su verdadero nombre), que era uno de los principales navegantes con su poesía y primeros acordes de guitarra a cuesta en aquel mar creativo de los ’60, le sucedió algo crucial. Había acompañado a su amigo periodista y compositor Pipo Lernoud, quien debía arreglar unos papeles de sus obras de autor (como la letra de la canción “Ayer nomás”) en la compañía Fermata. Miguel, en el libro “Tanguito, la verdadera historia”, contó que Pipo y el dueño de la compañía, Ben Molar, se habían olvidado de él mientras hablaban. Pero de repente, el empresario lo miró y le preguntó «¿Y vos qué hacés? ¿vos tenés un grupo?”. Lo que siguió a ese momento lo describió el propio Miguel: “Yo siempre fui un propulsor de la verdad, pero la mentira la tengo en la punta de la boca para lo que haga falta, es una herramienta. Entonces le dije: ‘Sí, tengo un grupo’. El tipo se alarmó porque fui demasiado rápido. Me dijo: ‘¿Y cómo se llama?’. Mi computadora, que caminaba muy rápido, sondeó el fondo de mi alma y encontró una frase del gran Leopoldo Marechal, que fue el más grande maestro que tuve acá en la Argentina, quien me abrió las puertas y me mostró el fondo de mi alma con sus libros y su poética. Esa frase del libro El banquete de Severo Arcángelo decía: ‘Abuelos de la Nada’. Es decir, uno de los personajes le decía a otro: ‘Padre de los piojos, abuelo de la nada’. Una frase que me pegó mucho. Pintó esa frase, y así como me vino la puse en la palma de mi lengua. Y se la puse ante las orejas a Ben Molar (…) Se contorsionó internamente y me dijo: ‘Tienen hora de grabación dentro de tres meses en CBS, Columbia. Averigüen el horario’ (…) Terminó la reunión, le di la mano y nos mandamos a mudar. Ahí le dije a Pipo: ‘Te das cuenta en la que nos metimos?’. Y él me contestó: ‘No te preocupes. Vamos ya mismo a la plaza y encontramos a todos los músicos’”.

   La plaza a la que se dirigieron era la Plaza Francia, lugar de reunión, cuando la policía lo permitía, de la cultura beat del Buenos Aires de la época. Y sí, consiguieron ahí los músicos. Se encontraron con Héctor “Pomo” Lorenzo (batería), Norberto “Pappo” Napolitano (guitarra), Eduardo “Mayoneso” Fanacoa (teclados) y los hermanos Alberto Lara (bajo) y Micky Lara (guitarra). Ese fue el origen de la primera formación de Los Abuelos de la Nada, con Miguel, ya con el apellido “Abuelo”, en voz. Grabaron un simple con los temas “Diana divaga” y “Tema en flu sobre el planeta”. Era el año 1968. Luego, cuando despuntaban los años ’70, Miguel se fue a Europa, grabó un disco solista (“Miguel Abuelo Et Nada”, con una banda francesa) y regresó a la Argentina antes de los ’80. Empezaba la mejor etapa con los segundos Abuelos. “Digamos que la mentira fue la plataforma para una verdad, porque Los Abuelos de la Nada somos gente de trabajo, y también de creatividad”, completó Miguel en el libro del periodista Víctor Pintos.

Miguel Abuelo en 1985, en el Festival Rock&Pop, cuando recibió un botellazo y siguió cantando. Imagen de Wikipedia.

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   Cuando Los Abuelos actuaron en San Juan en 1984, el autor de esta nota de Revista la U tenía 12 años y no fue al recital en el Estadio Cantoni. Era la misma edad que, en ese mismo año, tenía Gato Azul cuando registró su voz de niño a coro con la de su padre Miguel en la canción “Mariposas de madera”, del álbum solista “Buen día, día”, de Miguel Abuelo, en el que tal vez derrama su mayor caudal de latinoamericanismo. Por eso, cuando sabe que ese viernes 5 de agosto de 2022 Los Abuelos tocarían en esta provincia, el periodista se dice que ésa sería la ocasión en que más cerca podría estar, alguna vez, de la banda y del espíritu de Miguel Abuelo que andaría rondando.

Es la siesta. Los integrantes de la banda están cansados y recién están llegando al hotel. Afablemente, Gato Azul se detiene y conversa con el periodista, aunque después de unos cuantos minutos le dice: “¿Querés que continuemos después?”. “No, no quiero molestar. Descansá que esta noche tocan”, le responde quien escribe. Pero Gato Azul Peralta Bogdan, hijo de la bailarina Krisha Bogdan, ya había dejado algunas perlas.   

 

Gato Azul Peralta, llegando al hotel.

  “Yo no tengo el mismo registro de voz que él (se refiere a su padre), lo que yo tengo es buen oído… y afino”, dice. No quiere compararse, y está bien. «Yo toco percusión y canto», suelta, y el periodista le agrega: «Como tu viejo». «Y sí -contesta-, pero igual, yo soy yo. Soy un  medio para transmitir la música de mi padre». Y, era sabido por el periodista, hablar de Miguel no es algo que Gato Azul esté dispuesto a hacer fácilmente: “Yo mucho no hablo de mi papá porque es medio fuerte para mí todavía, aunque no parezca. Tengo buenos recuerdos de él, tenía sus cosas, pero yo disfruté mucho estando con mi viejo”. Luego, ante la pregunta sobre el silbato en forma de cruz que usaba Miguel, marca registrada de Abuelo en el escenario, con la anécdota de que en 1987 lo perdió en una trifulca en Junín, luego de un recital, y que alguien lo encontró y fue a devolvérselo a Gato años después, el cantante cuenta: “Sí, me lo vino a dar. Lo vi y la verdad que no lo pude aceptar. Ahora me arrepiento y espero que algún día me lo dé de vuelta. Sí, fue una pelea en que mi viejo utilizó el silbato de boleadora, y así quedó también. Esa vez Los Abuelos ‘cobraron’ todos”.

Juan del Barrio y su teclado.

    Después habla de la actualidad de Los Abuelos: “Estamos ensayando mucho, preparamos dos temas nuevos que ya los grabamos, “Mi estrella y yo” y “Un río crucé”, que son de Marcelo ‘Chocolate’ Fogo, mi primo. Y seguimos preparando más material y vamos agregando temas. Por supuesto que vamos a seguir, la gente lo necesita y nosotros también”.

Gato se despide e ingresa al hotel de calle Las Heras. Comienza la tarde a desandar el camino hacia la noche en que Los Abuelos de la Nada, una de las bandas referentes de la cultura popular argentina, montada en la alegría colectiva y en la poesía y sarcasmo de Miguel Abuelo, tocarán en el local de avenida España, frente al Cívico. Luego, después de la una de la mañana, es claro que todo sigue. El mismo tema “No se desesperen”, del álbum “Vasos y Besos” (1983), lo afirma: “No se desesperen locos, todo va a andar bien, ninguna bala parará este tren”, canta el bajista sanjuanino cuando el show va terminando. Un halo de Miguel parece andar por el escenario. Y, ante  tanta energía de ir a más, es verdad: ninguna bala parará este tren. 


 

Imágenes: Alejandra Ygonett

Fuentes consultadas:
– “El banquete de Severo Arcángelo”, de Leopoldo Marechal
– “El paladín de la libertad – Biografía de Miguel Abuelo”, de Juanjo Carmona
– “Tanguito – La verdadera historia”, de Víctor Pintos.
-Rock.com.ar, el sitio del rock en la Argentina