“Meditación de Barranca Yaco” y la mala educación europea

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En este artículo se cruzan y se unen la inspiración del “genio nativo” y la “cultura facúndica”, que Saúl Taborda -pensador, pedagogo, literato nacional e ideólogo de la Reforma de 1918-, sacó a la luz. En “Meditación de Barranca Yaco” (1935) -texto que aparece en el nuevo libro del autor de esta nota-, Taborda reivindica al caudillo riojano y su lucha por un país mejor y más nuestro, cuyo rescate venimos haciendo en estas páginas.

Por Elio Noé Salcedo

Imagen de portada: www.elescarmiento.com.ar

“Meditación de Barranca Yaco” es, aún en su brevedad y elevación poética, una muestra cabal de la agudeza de pensamiento de Saúl Taborda, no por lo que atañe en sí mismo a la interpretación del crimen de Facundo –que no es en esta oportunidad el motivo de nuestra reflexión-, sino por la estrecha relación, causa o consecuencia que Taborda establece entre ese trágico hecho histórico, la figura que lo protagonizó y la enajenación (alejamiento y negación de la propia realidad) de nuestra cultura.

Dada la encrucijada -entre “internacionalización” o “intereses nacionalistas”-en que se encuentran nuestra cultura enajenada y la educación superior que la sustenta, nos interesa la caracterización que Taborda realiza en dicha “Meditación”, que repercute y condiciona no solo la interpretación de nuestra historia pasada, sino también la manera en la que vivimos y encaramos nuestra historia presente y futura como integrantes de una cultura específica: la cultura argentina y latinoamericana, que padece comunes problemas materiales y espirituales.

Ejemplo de ello es la falta de una profunda y necesaria conciencia nacional, la subestimación, denigración y/o negación de lo nuestro y la subordinación centenaria a la cultura europea (y a la cultura extranjera y/o internacional en general) en la que los argentinos y latinoamericanos hemos educado nuestra mente: de allí esa mentalidad o círculo vicioso extranjero dependiente.

Dicha educación nos impide saber quiénes somos, y cuya consecuencia es no saber ni poder ser nosotros mismos. En esto, Taborda (1935) se adelanta unos años a Arturo Jauretche (fundador de FORJA en 1935) y a la tesis jauretchiana ampliamente desarrollada en “Política Nacional y Revisionismo Histórico” de 1959.

Crimen y Cultura
“Más allá de la leyenda indicadora –advierte Taborda desde el comienzo de su “Meditación”- está el silencio de la llanura, infinito como el silencio de almas… Un silencio grávido de problemas que afectan a los destinos comunes”. Ante ese silencio, indiferencia o apatía de la conciencia nacional, se pregunta: “¿Dormís paisanos?”.

Tan sugerente como su pregunta, es su respuesta: Si “la vida de un pueblo es una realidad tejida de historia y de cultura”, “esa comunidad estaba estructurada y dispuesta como entidad para la historia”; sin embargo, “fuerzas extrañas nos determinaron a proceder de otro modo, y pagando tributo a las sugestiones alucinantes de la civilización europea”, “nos dimos a la tarea de casar apresuradamente doctrinas contradictorias (¡así hemos vivido confundidos!) para plasmar ese hibridismo invital y artificioso (¡así hemos vivido impotentes!)…”, hecho con todo aquello que “se nos ha ofrecido como nuestro genuino y auténtico sistema constitucional”, sin serlo.

“En esta actitud inicial, de evidente negación de nosotros mismos –anota Taborda-, medió, con una eficacia favorecida por la circunstancia del tiempo y por las propias exigencias de la lucha por la independencia, la cultura incipiente y defectuosa guarecida en la ciudad”, y consecuentemente en las modas intelectuales cosmopolitas, el enclaustramiento académico y las teorías y libros importados.

El pensador nacional de Unquillo no se queda ahí y, sin rehuir su destino –como Facundo-, apura los caballos del análisis y de la revisión histórica y desbarata con valentía el silencio al que lo había condenado de antemano la llanura.

“Entusiasmado por la ideología de Rousseau –se percata-, Moreno nos hizo conocer el ‘Contrato Social’, sin alcanzar su contenido y sin percatarse de las consecuencias que apareja, en la práctica, el individualismo abstracto que solo se concreta como ciudadanía en la función del sufragio (Ya hemos visto adónde podemos llegar por el sufragio sin conciencia nacional) y que, en todo momento, exalta el robinsonismo del productor con su industria privada (conocemos ejemplos de ellos en la grave situación de los últimos tiempos) y lo desliga como átomo liberado de la cohesión inherente a todo orden social, de la comunidad a la que pertenece”.

Así, “por el camino abierto por este error, cuya excusa radica en que Moreno quiso hacer de la ideología importada un arma de lucha contra el poderío español (¡como quien quiere hoy internacionalizar la educación como arma contra el atraso, cuando se nos entrega de cuerpo y alma a los ideólogos e intermediarios de nuestro atraso!), hicieron su entrada los errores ligados a los nombres de Alberdi (el primer Alberdi), Sarmiento (“porteño en las provincias” y padre de la madre de todas las “zonceras argentinas” y latinoamericanas: el paradigma de “civilización o barbarie”) y de los pensadores más o menos improvisados de los primeros momentos”.

De ese modo, “obsesionados por el vértigo del baldío, lleno el espíritu de este enorme hueco de la llanura, se apresuraron a colmarlo de cultura (¡pero de cultura importada, inútil, improductiva!). Colmar de cultura nuestro baldío material y moral fue, desde ese instante, nuestro desiderátum…”.

Hoy –con persistente acción de los “medios” e “internacionalización de la educación superior” mediante-, “Europa solo espera una señal para venir a civilizarnos…”. ¿Qué falta?”, se pregunta Taborda. Y a su vez nos preguntamos con Taborda: ¿Falta acaso que “concluyamos de negarnos”, despreciando todo –y despreciándonos en todo lo que tiene sello latinoamericano-, a cambio de una “híbrida y artificiosa” cultura globalizada? ¿Acaso nos negamos a… ser nosotros mismos?

¿“Necesitamos ser una raíz amputada de la raíz de la estirpe…necesitamos negarnos para ser dignos de la civilización prometida? ¿Cómo hacer para negarnos del todo?”. “Europa no espera más que una señal–concluye advirtiéndonos Taborda-. Ella nos ha ayudado a libertarnos de España y reclama su recompensa. Pues no nos ha ayudado por amor a las grandes palabras que llenan el siglo XVIII sino impulsada por las exigencias interesadas del capitalismo acunado en la ideología del laise faire (dejar hacer), que ha perdido el contenido ético de sus tiempos heroicos, y está ávido de conquistar los mercados del mundo” (Y con más avidez que nunca, en este mundo salvajemente conflictivo y competitivo que nos depara el actual orden mundial desigual e injusto).

Por lo que se ve, todavía “la civilización europea (foránea, globalizada) puebla la inmensa superficie de la república”, como ha sucedido en toda nuestra vida histórica, y en particular en cada “década infame” de nuestra historia (cuando recién estamos intentando salir del último nefasto cuatrienio 2015 – 2019). ¿Volveremos a callar o quedar adormecidos, sin respuesta al griterío de los que quieren otra vez confundirnos?

Cabe preguntarse: ¿Vamos a dejar, sin ningún tipo de reacción de nuestra parte, que esa cultura extraña e impropia –impuesta o aceptada a través de los numerosos artilugios de la colonización pedagógica– siga poblando el baldío y el silencio de nuestra alma nacional, sin llenarlo de nuestra propia cultura y de nuestra propia, común y rica historia latinoamericana?

Creemos que no cabe otra respuesta que negarnos a desentendernos de nuestro propio destino y, en línea con ello, enfrentar la misión de encararlo con nuestras propias fuerzas y nuestro propio espíritu, que nos devolverá la dignidad y la autoestima, y con ellas, la capacidad para concebir nuestro bienestar y grandeza nacional para poder integrarnos al mundo, si hace falta, como iguales y no supeditados a sus inciertos designios.


Todas las citas de este artículo corresponden a: S. Taborda (1935). Meditación de Barranca Yaco. Revista Facundo, Año 1, N°1, febrero 16.