La “inercia importada” y la suba de precios de los alimentos

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El economista Fabián Saffe, docente de la UNSJ, hace una evaluación del escenario de inflación en Argentina.

Por Fabián Rojas

Imagen de portada: Telam

Luego de la publicación del índice de precios al consumidor de mayo por parte del INDEC, con el dato de una inflación del 5,1 por ciento, el equipo económico del Gobierno nacional se mostró más tranquilo. Sucede que, de acuerdo a los números estadísticos del último bimestre (6,7 en marzo y 6 en abril), esta es la tercera marca en descenso. De esta inflación habla el economista Fabián Saffe, docente de la UNSJ, y sostiene que, “si no se hacen políticas que desacoplen precios, políticas que generen cierto colchón de contención para los sectores humildes, los ingresos de esos sectores pierden más que otros, porque en alimentos es donde más se gasta y son los precios que más suben”.

– ¿Es posible interpretar que la inflación, pese a ser alta, desacelera?
-Teníamos casi 7, después 6, ahora 5.1. Estamos desacelerando mes a mes. Pero si hacemos una lectura anual, las expectativas están arriba del 70 por ciento. En la dinámica de la inflación se puede decir que se encuentra estabilidad en un piso demasiado alto. Se viene con una inercia del 50 por ciento, con un gobierno anterior que la dejó arriba de 50; después, con la pandemia, en un contexto extraordinario no se puede medir; pero luego, si pensamos que esa inercia que estaba en un piso de 50 se transforma en un piso del 70, se encienden las alarmas. Si tenemos una inercia del 70, no estamos desacelerando nada, sino que estamos elevando el piso.

-De hecho, las consultoras del mercado la ubican por arriba de en 70 por ciento…
-Sí, y eso es suponiendo que se estabiliza en un 5 por ciento. Evidentemente la desaceleración no puede ser tan marcada, por lo cual llegaríamos a un piso de 70 por ciento acumulable para lo que queda del año.

Fabián Saffe: «Todavía los alimentos no han subido todo lo que podrían subir si seguimos con esa inercia que viene importada»

– La guerra Rusia – OTAN es protagonista en la suba de precios, ¿no?
-El precio de la carne era un problema ya antes que estallara esta guerra. Hoy, si bien la carne sube en un marco de inflación, lo que más sube son los alimentos en base a harina. Un gran productor de trigo como Ucrania y un gran productor de energía como Rusia están en guerra. Entonces hay represalias del mundo para no comprarle a Rusia; hay problemas de la superficie cultivada de Ucrania que no va a poder venderle al mercado mundial esos granos y hay un problema de la cadena de suministros que, desde la pandemia, no se soluciona. China sigue manejando la pandemia con cierres totales. Hay un mundo complicado. En la última edición de la Revista The Economist se habla de una hambruna mundial. Y eso tiene que ver con la subida de precios de los alimentos.

– ¿Y en Argentina?
– La dinámica propia de la Argentina es complicada y se le agrega esta dinámica internacional. Entonces, si no se hace nada desde aquí… digo, si no se hacen políticas que desacoplen precios, políticas que generen cierto colchón de contención para los sectores humildes, los ingresos de esos sectores pierden más que otros, porque en alimentos es donde más se gasta y son los precios que más suben.

– ¿Una cuestión de mirar hacia adentro?
– Los textiles han subido, el transporte también, hay cuestiones estacionales. Hay frutas que en estos momentos suben menos y es así porque no hay demanda de ellas al no haber oferta. Pero lo interesante es que, en la dinámica de suba de precios internacionales, sobre todo, en los productos que tienen que ver con trigo y harina, hay un techo al que todavía no se llega. Y esto es porque ha subido internacionalmente más del 100 por ciento la cotización del trigo. A ello hay que sumarle la cotización del dólar en Argentina, que impacta también en los precios. Entonces todavía los alimentos no han subido todo lo que podrían subir si seguimos con esa inercia que viene importada.

-Finalmente, es la política…
-El gran problema que tiene Argentina es su fragilidad en cuanto a respaldar su moneda con las reservas que acumula el Banco Central. Esto se arrastra desde 2018, cuando se cortó el crédito externo. A eso se agrega la pandemia; se agregan problemas para poder salir a colocar deuda en el mercado externo. Entonces se emite y lo poquito que se emite ya es imprudente porque hay que respaldar con los pocos dólares que hay. En esa fragilidad propia de esta coyuntura, y de la estructura económica argentina, que es la famosa restricción externa -quedarse sin dólares-, se agrega incertidumbre política por todos lados: un mundo incierto, un oficialismo en desarticulación constante con algunas medidas; una oposición que bombardea con datos que generan incertidumbre en cuanto a cómo se resolverá la deuda en pesos, si se reperfila o se entra default. Eso genera un run run en el mercado, que podría contrarrestarse, pero sale el Ministro a responder a ese rumor y no se le cree. Entonces esos problemas se agrandan desde adentro también.