Comedor Universitario: Escenario de luchas en dictadura y pandemia

Comparte

Si bien los contextos de dictadura y pandemia son completamente diferentes, las y los estudiantes sufrieron en ambos escenarios vulnerabilidades socioeconómicas que tomaron como empuje para reclamar por los derechos de alimentación que la Universidad Pública se comprometió a cumplir.

Por Belén Ferrer

En esta nota pretendemos realizar un acotado recorrido histórico sobre la participación política y militante del Comedor Universitario de San Juan, participación que es y fue fundamental para mantener y velar aquel derecho.

En orden cronológico, uno de los primeros golpes que sufrieron las y los estudiantes de la Universidad Nacional de San Juan fue la dictadura cívico militar de 1976. En ese año, desapareció un actor crucial para la historia de luchas del Comedor Universitario que, justamente, desde el 2019 lleva su nombre: “Compañero Juan Antonio Gutiérrez Zazhú”.

El desaparecido
Hace un tiempo, la hermana de Juan, Rosario Gutiérrez, nos comentó un poco de su historia: “Allá por el año 1975 mi hermano fue elegido presidente, por unanimidad, de la Comisión del Comedor Universitario por la Juventud Peronista. Nosotros teníamos en mi casa un bazar, por eso la primera acción fue cargar el rastrojero de vasos, jarras, platos, ollas, teteras, etc. Además, de ese mismo bazar salió la plata para pintar las paredes del comedor”.

Rosario indicó que en el gobierno de Estela Martínez de Perón subieron los aranceles del ticket para comer: “Era imposible para los chicos poder acceder al comedor, entonces se hizo una olla popular en la calle. Mi hermano medía poco más de dos metros (se destacaba de la muchedumbre por su altura) y, al salir en muchos medios por el tema de la olla popular, a la semana lo detuvieron. Yo vivía en Mendoza, pero nos vinimos con mi papá, el Dr. Yanzón me ayudó, puso un auto a mi disposición y pude sacarlo de la cárcel. Después, nos volvimos a Mendoza en tren”.

Ya cuando derrocaron el Gobierno constitucional y los militares tomaron a la fuerza el poder, cuenta Rosario que muchas personas empezaron a advertir a Juan del peligro y él con total convicción expresaba siempre: “Yo no he matado a nadie, ni he puesto bombas”.

El 29 de septiembre de 1976 se dirigió hasta la Comisaría 7ma de Godoy Cruz para preguntar por una compañera desaparecida: María Luisa Alvarado Cruz. Ahí los policías lo secuestraron y mantuvieron cautivo hasta hacerlo desaparecer. Hay testimonios que señalaron que pasó por el Centro Clandestino de Detención CCD – D2 de Mendoza. También fue visto en el Penal de Chimbas, según algunas declaraciones, pero nunca más apareció.

Dando un enorme salto en la historia, la lucha del Comedor Universitario se intensificó nuevamente con la llegada de la pandemia y con Juan de estandarte. Curiosamente, un año antes de la pandemia se aprobó en el Consejo Superior el nombramiento del Comedor Universitario como “Juan Antonio Gutiérrez Zazhú”.

Pandemia
Como se sabe, en la pandemia se agudizaron los problemas, pero también las luchas. Sobre esos recientes turbulentos años, hablamos con uno de los integrantes de la Comisión Interna del Comedor Universitario Sanjuanino (CICUS) y estudiante de Astronomía, Emiliano Tello, para que nos contara cómo fue la lucha.

Como primera medida, ante la incertidumbre, las y los integrantes de la CICUS comenzaron a crear estrategias mientras salían del encierro en los únicos momentos donde lo tenían permitido: la hora del almuerzo. Es así que retiraban la comida en sus tuppers y planeaban próximas tácticas en ronda, tomando distancia y con barbijos: “Desde un principio teníamos la preocupación de que cerrara el Comedor. Entonces tratamos de que eso no sea una incertidumbre y pedimos una respuesta clara y concisa al Rector de ese momento, porque veíamos que los comedores de las universidades grandes cerraban. Al ser la única dependencia de la Universidad que se mantuvo trabajando, nos permitió establecer con los estudiantes la única relación que iban a tener durante mucho tiempo. Eso nos ayudó, nos fortaleció y permitió que se sumara mucha gente a la organización”, indicó el estudiante.
Bajo el lema «Con hambre no se puede pensar», lograron que el Comedor siguiera funcionando y que se implementaran las medidas de seguridad correspondientes para el personal de trabajo.

Otra de las incertidumbres era que el Comedor podía cerrar inminentemente, no por decisión política de una autoridad, sino por contagios en el personal que trabaja ahí: “En ese sentido, planteamos lo que en otras universidades estaban haciendo: pensar para esa emergencia un módulo alimentario. Vimos que el Gobierno provincial gestionaba eso, pero no había nada institucional, entonces sabíamos que iba a tener un letargo para gestionarlo. Lo que se hizo en la emergencia fue comunicarnos con la vicerrectora Mónica Coca y fue otorgado con fondos que ella dispuso. Luego de un mes y medio de restricciones, pudimos entregar esos primeros módulos. Para nosotros fue muy importante porque fue una política que sostuvimos y que va a seguir para siempre, ya no por un fondo otorgado por la ex vicerrectora, sino gestionado en conjunto con la Secretaria de Extensión, que en ese momento estaba a cargo de Eliana Perniche, y el Ministerio de Desarrollo de San Juan”, explicó Emiliano.

Ante la notoria brecha tecnológica, siguió el pedido de becas de conectividad a las distintas Facultades y de donación de recursos informáticos para que integrantes de la CICUS y colaboradores puedan armar Frankensteins (computadoras armadas con distintas piezas de otras computadoras) que solucionarían momentáneamente los problemas de conectividad de algunos/as estudiantes: “Luego de retomar la presencialidad pudimos hacer talleres de informática para personas adultas mayores, y un seguimiento a los dispositivos que entregamos”, dijo.

Otra de las acciones fue crear un plan de acompañamiento a las y los contagiados o aislados por Covid-19 dirigido por ellos mismos. Luego se estableció, mediante el aviso a Salud Universitaria, que el Comedor y un estudiante de CICUS entregara las viandas correspondientes en las casas, bajo los protocolos, para que ningún palomarino/a se quedara sin comer. Ante esto, Emiliano comentó: “Todo eso dejó una huella y fue un símbolo para nosotros, todo lo que hicimos por los estudiantes de la Universidad”.

“El papel de Juan y su historia dice mucho de lo que fue su solidaridad con sus compañeros, el armado de apuntes, fotocopias, lo que cuenta su hermana. Para nosotros/as fue seguir dando esa contención que da el comedor a chicos/as que por ahí vienen de lejos, que no tienen su núcleo familiar cerca. Nosotros nos paramos en la base de la Comisión que fue esa historia, de alguien que fue desaparecido por ayudar estudiantes; con eso de base no dudamos mucho y dijimos acá hay que actuar”, expresó el integrante de CICUS.

Reencontrase
Luego, pasadas las restricciones, el trabajo de CICUS empezó a tomar un carácter diferente. Las y los estudiantes tenían otras necesidades, la de encontrarse en espacios, divertirse y compartir la cercanía que no pudieron tener por varios años. Es así que la Comisión gestionó un espacio de estudio en el mismo Comedor, ahora no solo se come allí, sino que también se estudia, se realizan trabajos en grupo, se charla con mate individual de por medio. También llegó la organización de festejos y los eventos a El Palomar: momentos para olvidarse de todos los problemas, tan necesarios a veces, para cargar energías, fortalecer vínculos y seguir en lucha.

Sigue la lucha
En la actualidad, el trabajo sigue siendo constante según las palabras de Emiliano: “Vamos por la segunda asamblea donde se ha tratado el caso de los intoxicados e intoxicadas, desde un primer momento se pidió una respuesta para los chicos y chicas, un seguimiento. Nos agarró muy de sorpresa, tuvimos que hacer un abordaje, llamamos a todos los sectores y espacios de representación estudiantil. Luego de la segunda asamblea, se le pidió al Consejo Superior una respuesta y una comunicación ante toda la comunidad. También pedimos respuestas por el Comedor del CUIM, eso es algo que queda por lograr, porque se van tratando puntos específicos de porqué tarda tantos años. Eso sigue siendo una lucha y lleva el nombre de Juan por algo, porque ahí atrás está la lucha estudiantil de él y de todos/as las que le siguieron; siempre seguimos las bases”.
Finalmente, el estudiante comentó: “Otra cosa que queda por lograr es seguir manteniendo esta organización a lo largo del tiempo. Más allá de la pandemia tenemos que seguir poniéndole el cuerpo a luchas como estas, seguir organizados, seguir entregando módulos, seguir conteniendo a los estudiantes bajo esas premisas”.