El nacimiento del “Federalismo Mediterráneo”

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De la mano de Alfredo Terzaga y de Roberto A. Ferrero, dos historiadores revisionistas que han realizado estudios reveladores sobre el federalismo argentino, nos introducimos en un tema que nos compete en particular como provincianos e integrantes del interior profundo, y que el autor de esta nota presenta sintéticamente con fines didácticos.

Por Elio Noé Salcedo

Imagen de portada: www.ellitoral.com

Inspirados por «el saber facúndico»*, que es tradición, memoria histórica, conciencia nacional e intuición provinciana de tierra adentro, nos proponemos descubrir los pormenores y circunstancias del nacimiento del “federalismo mediterráneo”, que como provincia y como pueblo integramos en la década del 20 y subsiguientes del siglo XIX, hasta la conformación del país federal que nos dio la Constitución de 1853, comienzo de otra época que deparó otros partidos, otros movimientos u otras etapas de los fenómenos analizados.

Para introducirnos brevemente en el tema, conviene saber con Alfredo Terzaga que “lo que llamamos Partido Federal –en realidad- no nació entero de la noche a la mañana ni se mantuvo como algo homogéneo o idéntico a través de nuestras peripecias civiles”. En efecto, “circunstancias diversas de tiempo, de lugar y de coyuntura política –factores que condicionan en última instancia su carácter y sentido histórico- fueron determinando que el pabellón federal recubriera muy distintos programas, muy diferentes matices y a veces hasta muy opuestos intereses”.

En ese mismo sentido, advierte también Roberto A. Ferrero respecto al fenómeno federal, que “solo con posterioridad (a 1820) y pausadamente fue constituyéndose como un cuerpo de ideas”, de tal manera que, “las primeras proclamas de los caudillos y las instrucciones iniciales de los Cabildos de provincia planteaban principalmente la exigencia del gobierno propio, la necesidad de la protección para determinadas industrias artesanales y la cesación de las expediciones punitivas contra los pueblos”. En cambio, “la problemática de la nacionalización de la Aduana porteña, la coordinación de las autonomías locales con las facultades del poder central, la discusión doctrinaria sobre las ventajas y los males del librecambio en Pedro Ferré, son todos temas que van a apareciendo con posterioridad al año XX”.

De allí que el federalismo no sea uno ni el mismo en el espacio ni en el tiempo. De hecho se pueden ver esquemáticamente, y a grande rasgos en el tiempo, tres etapas o períodos políticos del federalismo entre 1810 y 1853: artiguismo, federalismo provinciano o del Interior argentino y federalismo bonaerense o santa federación. Y a la vez podemos ver que se expresan en el espacio territorial o geopolítico argentino a partir de 1820, el federalismo mediterráneo (con Juan Bautista Bustos, Felipe Ibarra, Juan Facundo Quiroga, Alejandro Heredia), el federalismo del Litoral (con López a la cabeza, primero, Pedro Ferré y otros, y luego con Justo José de Urquiza) y el federalismo bonaerense (primero con Dorrego y luego con Juan Manuel de Rosas).

Si seguimos la línea temporal histórica que describe Ferrero en La saga del artiguismo mediterráneo (1810 – 1820), nos encontramos con que se manifiestan, aparte del movimiento artiguista principal de la Banda Oriental (Artigas) y el Litoral argentino (Andresito Artigas de las Misiones, Ramírez de Entre Ríos y López de Santa Fe), algunas expresiones autonómicas tierra adentro: tal el caso de lo que podríamos llamar autonomismos artiguistas o de influencia artiguista directa –previo a 1820- en la región de Córdoba, el Norte y Cuyo, como el de José Javier Díaz y Juan Pablo Bulnes en Córdoba, el de Juan Francisco Borges en Santiago del Estero, Domingo Villafañe en La Rioja y José Moldes en Salta. Así también hay un autonomismo provinciano –no necesariamente artiguista, y antes de la conformación de eso que aceptamos en llamar Federalismo Mediterráneo, cuyos casos más destacados son: el del mismo general José de San Martín en 1814, relegido en Cuyo por el propio pueblo cuyano, protagonista de la primera revolución autonomista (Ferrero) contra la voluntad y decisión del Directorio, que prácticamente había abandonado a su suerte al Ejército de los Andes y a las provincias cuyanas, y el de Martín Miguel de Güemes en Salta –“al frente de un gobierno autonomista de facto” contra “la sorda resistencia de la oligarquía salto-jujeña” (1815 – 1821)-, dado que Güemes no aceptará el federalismo como fuerza y sistema político hasta la sublevación de Arequito.

En esta oportunidad nos interesa hacer foco en el nacimiento de uno de esos movimientos o expresiones del federalismo argentino que se dieron en el tiempo y en el espacio con originales características y determinados caudillos, que nos compete como sanjuaninos y parte efectiva de ese movimiento: el federalismo mediterráneo.

Crónica de un nacimiento
El año XX, “por una cruel ironía de la historia” –señala Ferrero-, es al mismo tiempo el año de la derrota de José Artigas y el de la victoria de sus lugartenientes (López y Ramírez) y caudillos provincianos, es decir del nacimiento de lo que Terzaga postula como la siguiente etapa federal, que podríamos llamar en nuestro esquema temporal, el segundo federalismo argentino. Sin embargo, la derrota y la traición estaban a la vuelta de los planes y las buenas intenciones del “Protector de los Pueblos Libres”. No obstante, sobreponiéndose a las vicisitudes de su destino, como dice Ferrero, “volcó sus últimos esfuerzos sobre Bustos y las provincias mediterráneas para apoyarlas en la tarea de constituir la unidad federal de la Nación, siempre resistida por Buenos Aires”. Así, Artigas –junto a Bustos- coadyuvó al nacimiento de uno de sus hijos dilectos -el federalismo mediterráneo-, sin poder disfrutar los halagos de su paternidad-maternidad y de su esfuerzo a lo largo de su concepción.

Si López (Santa Fe) y Ramírez (Entre Ríos) triunfaban sobre el Directorio y Buenos Aires el 1° de febrero en la Batalla de Cepeda, terminando con su poder omnímodo, veinte días antes, Bustos (Córdoba), Paz (Córdoba), Heredia (Tucumán) e Ibarra (Santiago del Estero) habían sublevado el Ejército del Norte en Arequito contra los planes de represión del Directorio a los movimientos anti porteños en las provincias. Por eso creemos ver en la sublevación de Santa Fe de la madrugada del 8/9 de enero de 1820, encabezada por Juan Bautista Bustos, secundado por el tucumano Heredia y el santiagueño Ibarra –los tres serán gobernadores de sus respectivas provincias por voluntad de sus pueblos- el nacimiento del Federalismo Mediterráneo (Paz no será de la partida y tomará otro rumbo).

Efectivamente, a través de su Proclama del 3 de febrero de 1820 (Convocatoria al Congreso Federal de 1821), Bustos hacía saber a López (Santa Fe), Güemes (Salta), Araoz (Tucumán) y Díaz (Córdoba) sobre los sucesos de Arequito, y el 16 de febrero –mostrando su innata condición de liderazgo militar, político e intelectual en ese frente- se comunicaba con el “Protector de los Pueblos Libres”, a través de un largo oficio en el que “analiza la frustración de la alegre perspectiva de Mayo”, “critica al Directorio que usaba las fuerzas destinadas a enfrentar el enemigo realista para combatir a sus mismos hermanos y arruinar las mismas Provincias”, explicando a su vez la memorable jornada de Arequito. Llamaba además a la unión de todos los patriotas y le expresaba a Artigas la esperanza de que el gran caudillo federal le diera a la Proclama de Arequito la importancia que ella merecía.

En otro oficio al día siguiente, Bustos le mostraba al caudillo oriental –referente principal del federalismo argentino hasta ese preciso momento- su fidelidad al clamor popular y se justificaba de su silencio anterior a la sublevación federal de Arequito, “porque las circunstancias no me permitían otra cosa y aun no se había generalizado bastantemente la opinión pública a favor del sistema federal”.

Asimismo, pasando del dicho al hecho, le explicaba a Artigas -el gran organizador del Congreso Independentista de los Pueblos Libres de 1815- sobre la convocatoria al Congreso Federal que estaba programando en Córdoba para 1821, invitando a las demás provincias “para que a la brevedad envíe sus diputados a ésta, que es la que me parece media mejor las distancias, a efectos de que cuanto antes se organice el Estado por medio de una Constitución General que conciliando los intereses de todos, fije y establezca la administración general…”.

En un tercer oficio al gran federal americano, refiriéndose nuevamente al Congreso que organizaba en Córdoba, Bustos le solicita su cooperación para “su más pronta formación”, asegurándole que, “con este paso acabará su V.E. de afianzar para siempre su reputación en la opinión pública y estas provincias y el mundo entero reconocerán en la persona de V.E. al Whashington de ellas y de Sud América”.

Sin embargo, la derrota frente a los portugueses y la traición de Ramírez en connivencia con Buenos Aires desarmarían a Artigas y lo acorralarían definitivamente en su exilio paraguayo. De hecho, por necesidad histórica y a la fuerza, nacía el federalismo argentino en su nueva etapa, uno de cuyos vástagos era el federalismo mediterráneo, que pronto reuniría, además de Córdoba, a las provincias de Mendoza, San Luis, San Juan, La Rioja, Catamarca, Santiago del Estero, Tucumán, Salta y Jujuy con sus respectivos caudillos provinciales y/o regionales que se irían incorporando a ese gran movimiento.

* El “saber facúndico” –“lo facúndico”- la concepción facúndica, tal cual es reivindicada por Saúl Taborda -uno de los ideólogos de la Reforma de 1918, gran pensador y pedagogo nacional de provincia y precursor de la izquierda nacional- “no es sino una enérgica reivindicación de la idiosincrasia argentina y la cultura nacional-popular”, tal como señala Ferrero en “Saúl Taborda. De la Reforma Universitaria a la Revolución Nacional”, y cuyo concepto y práctica hacemos nuestra.

Bibliografía consultada: Alfredo Terzaga (2014). Federalismo Nacional o Federalismos Regionales. Córdoba: Edición del Compilador; Roberto A. Ferrero (1996). La saga del artiguismo mediterráneo. Córdoba: Alción Editora.