La Tierra no está de fiesta

Comparte

Investigadores e investigadoras de la UNSJ examinan lo que sucede con las acciones del ser humano que repercuten directamente en la salud del planeta. Una mala salud que, por supuesto, por ser todo un ecosistema, arroja una onda expansiva en la vida de sus habitantes y genera preocupación para estos días y los que vienen.

Por Fabián Rojas

La tierra para nosotros es vida en todas sus dimensiones, somos vida porque somos la tierra. Nuestro corazón y alma están en el río, en el cerro, en el cactus y en el canto sublime de los pájaros. No seamos egoístas, soberbios y avasalladores, la tierra te da alimento, medicina y cobijo” (Carina Calivar, cacique de la Comunidad Indígena Cacique Pedro Caligua. Pueblo Diaguita - Valle Fértil).

No es un cumpleaños y no hay festejos. El 22 de abril de 1970, en Estados Unidos comenzó una movida social fuerte para crear agencias, instituciones y, sobre todo, conciencia. Porque ya entonces inquietaba la sobrepoblación y el avance/atropello humano contra el ambiente. Por eso el 22 de abril es una fecha para pensar y actuar, no para festejar. Tiempo después de aquellos ‘70, la marea humana con sus actividades de impacto sobre el planeta empezó a llamarse Antropoceno. No hay muchas precisiones de cuándo comenzó exactamente esta época geológica. “Algunos criterios consideran que el ser humano ha actuado como ‘fuerza geológica’ evidente desde el inicio de la agricultura intensiva, otros consideran que el límite es la Revolución Industrial por la presencia de carbono antrópico en los sedimentos desde esa época y gases de efecto invernadero en muestras de hielo, o desde la Segunda Guerra Mundial”, comenta Aixa Rodríguez, doctora en Geología, investigadora de la UNSJ y CONICET.

Al margen de referencias temporales, lo cierto es que la acción humana sí ha puesto en jaque a la madre Tierra. De hecho, “el aumento de la temperatura global del planeta es desde 1800… lo que aumentó, ya está”, le dijo a Revista la U la geógrafa investigadora del CONICET, Susana Curto. Y sí, el impacto data de muchos años. Como grafica Aixa Rodríguez, esto se manifiesta en los suelos por su sobreexplotación y contaminación por uso de agroquímicos; en la recepción de residuos sin tratamiento; en el aire por la presencia de gases contaminantes por industrias; en el paisaje por las actividades de extracción sin remediación; en el agua por su escasez, su uso poco sostenible, y en la biodiversidad por la extinción de especies. “Si bien hoy se observan prácticas sostenibles -señala Rodríguez-, la Tierra no ha venido recibiendo un buen trato por mucho tiempo, y estos impactos han quedado registrados tanto en su geomorfología como en los sedimentos”.

Nuevas capas geológicas
Sí, esos impactos han quedado registrados. Se dice que el Antropoceno deja sus huellas como capas geológicas. Increíble: ya no se habla de capas de rocas naturales sino de residuos del diario vivir moderno. “La falta de conciencia de las personas hace que se armen numerosos basurales a cielo abierto en sitios cercanos a sus domicilios, y no se molestan en establecer una práctica de separación de sus residuos. Sencillos hábitos como guardar un papel en un bolsillito o en un espacio en el auto en vez de arrojarlo al suelo, y luego desecharlo en casa, pueden hacer una diferencia en nuestro ambiente. Estos últimos casos hacen que ya se encuentren en el registro geológico rastros de residuos como nuevas capas”, muestra Aixa Rodríguez.

Y esto no es sólo una realidad de latitudes remotas presentadas en un documental, también está en San Juan. Aixa señala que el Valle de Tulum muestra numerosos casos del impacto humano. Y enseña la imagen de portada de esta nota: “Por ejemplo en esta foto, se puede recorrer varios metros caminando sin perder de vista una capa de residuos formada por plásticos, huesos, latas, pilas y telas, entre otros residuos, cubiertas por una capa superior de gravillas más finas. Y no sólo ocurre con los residuos, también algunas industrias generan nuevas ‘capas geológicas’”.

Depredación
Deterioro de los ecosistemas. Las fronteras humanas y agrícolas avanzan sobre ambientes naturales y se produce modificación y ocupación del hábitat de distintas especies. Todo conlleva “a un calentamiento global, producción excesiva de desechos, contaminación del suelo, aire y agua”, esboza la bióloga Valeria Campos, de la Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de la UNSJ y del CONICET. “Los seres humanos formamos parte del ecosistema, sin embargo, actuamos como súper-depredadores insostenibles que siguen alterando los procesos ecológicos y evolutivos a nivel global, sin considerar y evaluar las consecuencias que estas alteraciones producen sobre los seres vivos y el ambiente. Además, sin pensar que estas consecuencias también alteran y perjudican al humano por ser parte del sistema”, expresa la bióloga.

Presión en los ecosistemas
El tema es que ambiente y salud están íntimamente vinculados. “En sus orígenes esta vinculación fue una preocupación de los médicos, ya desde Hipócrates (460-370 a C.) hasta la definición de Complejos Patógenos de Max Sorre (1955)”, refiere la doctora Liliana Acosta, del Programa de Geografía Médica, del Instituto de Geografía Aplicada de la Facultad de Filosofía, Humanidades y Artes. ¿Hoy qué factores geográficos y del ambiente se pueden relacionar más con aparición de enfermedades?, consulta esta Revista. “Lo hemos vivido desde 2020, cuando apareció el SARS-CoV-2, un virus de la gran familia de los coronavirus. Pero también ya había pasado en 2009 con la gripe A, que son de origen gripes aviarias, y hay epidemias que afectaron nuestra provincia en el pasado como la llamada Gripe Española en 1918-1919, o la Fiebre hemorrágica argentina, producida por un ratón de campo; la enfermedad de Chagas, el Dengue hemorrágico y muchas otras zoonosis”, explica Acosta.

La especialista había mencionado “Complejos patógenos”. La ya citada geógrafa Susana Curto explica que Maximilian Sorre los define como complejos biológicos formados por organismos con distintos grados de diferenciación y por el hombre. “(Sorre) los califica de patógenos porque su existencia y su actividad concluyen en el hombre con la producción de alguna enfermedad”, indica Curto. Luego expone: “El enfoque holístico de las enfermedades, al considerar al hombre como un integrante más dentro del complejo enfermedad, introduce en la Geografía Médica el estudio del comportamiento y de las pautas culturales, porque el hombre puede actuar sobre el destino del complejo patógeno”. Esto último es crucial. “Cuando en el origen de estas enfermedades existe un animal de por medio (N del R: por ejemplo, en el caso del Covid 19, según varios estudios), en Geografía de la Salud lo conocemos como Complejo Patógeno”, dice Liliana Acosta. Y explica: “El Complejo Patógeno es un sistema. Por ejemplo, en San Juan, con una situación de sequías aparecen especies que se acercan más a los peri domicilios y atacan a las personas. Así luego vuelven a aparecer enfermedades que veníamos dominando, como con las vinchucas que transmiten Chagas. Esto es como ejemplo de Complejo Patógeno a escala local. En la escala mundial, al haber tantas personas (presión sobre el ecosistema) como en China, se busca el consumo de todo tipo de animales y se modifican así las cadenas alimentarias. Entonces, así también vuelven a aparecer gripes aviarias. Todo esto, insisto, como Complejo Patógeno. El cambio climático acelera o retrasa algunos procesos dentro de estos complejos”, manifiesta Acosta.

Sobre la sequía en San Juan y en el país, el doctor ingeniero Oscar Dölling, de la Facultad de Ingeniería de la UNSJ, ofrece su consideración: “Sin duda que el cambio de la temperatura global impacta en el clima, pero es la dinámica solar el mayor forzante que explica hoy fenómenos como la sequía que San Juan y toda la región enfrenta”.

Sensibilización
Dicho todo esto, aflora natural y espontáneamente la idea de que, como dice la bióloga Valeria Campos, la sensibilización ambiental se debe producir en toda la sociedad; pero, como también reflexiona Valeria, “lamentablemente el grado de involucramiento de cada persona depende del grado en que cada uno se sienta afectado”. Por eso dice la investigadora que la responsabilidad de afrontar el cambio global “abarca desde esferas políticas, económicas, sociales, científicas, hasta cada uno de los individuos que componen la sociedad”. “¿Las generaciones futuras verán en el registro geológico los barbijos desechados de la Pandemia y podrán datar que esos sedimentos provienen del año 2020-2021?”, se pregunta por su lado Aixa Rodríguez.

Y en una distribución geográfica amplia en el territorio de San Juan, allí están las comunidades originarias, cuyas voces suenan, cada vez que alguien quiere oírlas, al unísono reclamando respeto a la Pachamama. Por ello esta nota empieza con la voz de reclamo, casi de súplica, de Carina Calivar, diaguita, cacique de la Comunidad Indígena Cacique Pedro Caligua. Desde la UNSJ, Alejandro Salazar, codirector del Programa Universitario de Asuntos Indígenas de la Facultad de Filosofía, Humanidades y Artes, recuerda: “Hay que entender que la Tierra no es solamente un recurso sino un bien patrimonial de la humanidad, y en ese bien las comunidades originarias a lo largo de la historia fueron preservando los espacios donde habitaban. Hoy las comunidades siguen viendo a la Tierra como algo que debe ser preservado y respetado. Se genera hoy una tensión entre una mirada totalmente cosmológica y profunda y una mirada a la Tierra como un recurso a explotar sólo para beneficios. En lugares como Bolivia o Ecuador se habla del buen vivir, algo que tiene que ver con preservar los recursos para convivir con ellos y para las generaciones que vienen después”. Por eso Carina Calivar completa: “Disfruta de la sombra del árbol añejo, saborea de deliciosos frutos del monte, contempla el ocaso en el lago y observa danzar las estrellas. Cambiemos la mentalidad, si cuidas la pacha nuevos retoños crecerán”.

Imagen de portada y de interior del texto: Aixa Rodríguez

El reloj climático

“El reloj climático de Nueva York es sólo una manifestación artística, más que científica. No creo en las visiones apocalípticas climáticas. Son expresiones interesadas que infunden terror e incertidumbre. Yo sólo creo en las ciencias duras y en el estudio del clima en forma completa. Cualquier estudio que excluya al Sol, fuente de toda energía climática, para mi es poco serio” (Dr. Oscar Dölling).