La reconstrucción de San Juan: un proceso complejo y complicado

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Al dejar al descubierto la estructura social de la provincia y las necesidades del pueblo sanjuanino –parte de un todo-, el terremoto de San Juan puso en evidencia también el grado de atraso y empobrecimiento que sufría el país en su conjunto después de una larga década de políticas liberales. Las soluciones debían ser no solo humanitarias y edilicias para San Juan sino económicas y sociales para todo el territorio nacional, incluida la provincia siniestrada.

Por Elio Noé Salcedo

A pocos días de producido el terremoto, se planteó una dura discusión por la reconstrucción de la ciudad entre “trasladistas” o “modernistas”, que querían reconstruir San Juan trasladando la ciudad a otro lugar más conveniente y diseñar una nueva sociedad acorde con la oportunidad de cambio que surgía; y los “quedatistas” o “conservadores”, que querían dejar la ciudad donde estaba y, sobre todo, no cambiar las estructuras sociales ni económicas de la provincia ni del país. Al no ponerse de acuerdo y presentar una grave disyuntiva para los que debían tomar decisiones, ese debate postergó la tarea de reconstrucción y obligó a las autoridades a concentrarse en la solución de los problemas más urgentes, como eran, a un mes del sismo, levantar la cosecha y construir viviendas para los que seguían habitando en emergencia.

El transcurrir de los días jugó a favor de los “quedatistas” o “conservadores”, que respondían a las minorías que habían gobernado la provincia en los últimos años y defendían sus intereses privados sobre el interés público y colectivo. Ante el rechazo de las soluciones de fondo y el fracaso del Consejo de Reconstrucción local para conducirla, el ministro de Obras Públicas de la Nación –general Juan Pistarini-, que había quedado a cargo de la reconstrucción de San Juan a partir de su llegada a San Juan el 15 de febrero de 1944 (justo un mes después del trágico sismo), se concentró en las soluciones urgentes mencionadas.

El inicio de la reconstrucción
Había que actuar primero amparando a los verdaderamente necesitados, porque “los ricos habían encontrado refugio en el campo o fuera de la provincia y los pobres estaban sin techo y sin protección”. Pistarini encaró al mismo tiempo la cosecha -acción que favorecía tanto a los sectores viñateros y bodegueros como a los trabajadores de bodega y de viñas y a la provincia en general-, y la construcción de viviendas de emergencia para los más necesitados. La cosecha fue puntualmente levantada y el operativo de viviendas de emergencia fue un éxito: en sesenta días, el Ministerio de Obras Públicas de la Nación hizo más de 8.000 viviendas, más que en un año promedio de construcción en Buenos Aires.

El problema fue -señala el investigador Mark Healey- que “las casas de mampostería, pensadas originalmente para los trabajadores, fueron a los adinerados; las estructuras de emergencia de los barrios más pequeños, a la clase media, y los edificios más austeros de los barrios más grandes, a los trabajadores”. Hasta el diario Tribuna, propiedad de uno de los grandes bodegueros de ese entonces, escribía: “La ausencia de escrúpulos de que han dado repetidas muestras algunos pudientes ha causado gran daño moral a la sociedad y ha herido los sentimientos de la gente humilde, donde (…) el odio de clase está latente y presto a desarrollarse por el abuso y la injusticia” *. Con ese mismo criterio, se podría entender que el odio de clase de los sectores de mayor fortuna –al oponerse a una solución integral de los problemas que había dejado a la vista la destrucción de San Juan-, impedían la verdadera, completa y necesaria reconstrucción de la provincia cuyana.

Llegado a este punto, podríamos concluir que a partir del terremoto de 1944, el gobierno de 1943 tuvo a su cargo dos gigantescas tareas a encarar: la consecución de la reconstrucción política, económica y social de la Argentina, para lo cual había tomado el poder; y, por designio del destino, la reconstrucción de San Juan. Pero pasado un tiempo, la lucha política local, presente a pesar de la tragedia, volvió al centro de la escena, anteponiendo intereses sectoriales y partidistas, para dejar en segundo lugar, tal vez sin quererlo, la urgencia e importancia de la reconstrucción. San Juan –testimonia Healey- “pasó de ser un caso testigo de reformas ambiciosas a un fracaso ejemplar”.
Sin embargo, es dable advertir, que los que le echan la culpa, primero al gobierno militar de 1943, y luego a Perón, por la lentitud y/o ineficiencia de su acción frente a la ciudad destruida, veían la realidad con un solo ojo y no admitían toda la verdad, no haciéndose cargo de las culpas o errores de los sectores y las visiones políticas e ideológicas que retrasaban y/o impedían consciente o inconscientemente avanzar. Hubo varias razones que empantanaron la reconstrucción de San Juan, y no fueron las copiosas lluvias que cayeron por aquellos días agravando la situación de miles de damnificados. Entre esas razones podemos mencionar:


– Demasiado cauto en sus acciones con respecto a tomar la reconstrucción de San Juan en forma “ejecutiva” –motivo de ardua disputa a nivel provincial, con distintos proyectos, en algunos casos contrapuestos- el gobierno militar dejó la resolución de esa controversia, atada a los tiempos y decisiones políticas y técnicas locales.

– Los resultados de la acción gubernamental nacional, si bien promisorios hasta entonces, eran también limitados, pues las viviendas de emergencia, aunque muy apreciadas y numerosas, seguían siendo insuficientes.

– Se habían construido más de 8.000 viviendas en solo dos meses (tanto de emergencia como permanentes), pero por mala administración y decisión del gobierno local que las distribuía, las mejores diseñadas y seguras, aunque estaban destinadas a los trabajadores y sectores más humildes, habían ido a parar a los sectores pudientes que podrían haberlas construido con su propio peculio.

– Ante los problemas que habían surgido dentro del gobierno militar entre el ala ramirista y el ala peronista en pos del liderazgo y orientación de la revolución pendiente, el triunfo político de Perón sobre Ramírez llevó a profundizar la acción política, económica y social en todo el país, mientras San Juan dirimía su presente y su futuro entre los grupos técnicos (ingenieros y arquitectos), políticos (el peronismo todavía no era un movimiento ni un partido), económicos y sociales locales.

– La debilidad y permeabilidad del gobierno local –a cargo del interventor militar Sosa Molina-, que había dejado en manos de los sectores conservadores hegemónicos las decisiones sobre la administración de la tragedia y particularmente sobre la distribución y entrega de viviendas, terminó de agudizar el problema, en lugar de resolverlo o darle curso de solución.

– La oposición local al gobierno nacional, y particularmente contra Perón, se vio favorecida y fortalecida por la multitudinaria Marcha de la Libertad y la Constitución de mediados de septiembre de 1945 en Buenos Aires y la capitulación del gobierno nacional de Edelmiro Farrel frente a las presiones de esa oposición, que produjo la salida de Perón del gobierno y su encarcelamiento el 9 de octubre de 1945.

El proyecto de reconstrucción integral de San Juan, como señala Healey, había fracasado, porque “había sido derrotado por las clases dominantes sanjuaninas”. Pero el 17 de octubre de 1945 cambió para siempre la historia y despejó todas las dudas sobre el rumbo que la mayoría del pueblo argentino y los trabajadores de San Juan y de todo el país querían darle a aquella revolución iniciada el 4 de junio de 1943. Comenzaba la década peronista.

* Obra consultada: Mark Healey (2012). El peronismo entre las ruinas. El terremoto y la reconstrucción de San Juan. Buenos Aires: Siglo Veintiuno Editores S. A.

Imagen de portada: Si San Juan