Cerrar las ciencias sociales

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La última dictadura cívico militar aplicó una política de corte restrictivo en la Universidad pública que incluyó disminución presupuestaria, control ideológico y desarticulación de grupos de investigación. La UNSJ no fue excepción, claro. Ese mecanismo fue impuesto de un modo selectivo hacia dentro de la casa de estudios y en esa heterogeneidad perdían las disciplinas críticas.

Por Fabián Rojas

El documento «Abrir las Ciencias Sociales, informe de la Comisión Gulbenkian para la reestructuración de las ciencias sociales», coordinado por el sociólogo lmmanuel Wallerstein, da cuenta de que esas ciencias históricamente han padecido una definición y un estatuto ambiguos. Hubo diversos intentos, propuestas y líneas para estudiar las cuestiones sociales y los abordajes no “newtonianos” de ese universo eran vistos con sospechas por los cientistas naturales y exactos. El informe dice que en el Siglo XIX Auguste Comte sostenía que la física social “permitiría la reconciliación del orden y el progreso al encomendar la solución de las cuestiones sociales a ‘un pequeño número de inteligencias de élite’ con educación apropiada. De esa forma, la Revolución Francesa ‘terminaría’ gracias a la instalación de un nuevo poder espiritual. Así quedaba clara la base tecnocrática y la función social de la nueva física social”. Era el positivismo de Comte: «Entonces -decía el filósofo-, nuestras investigaciones en todas las ramas del conocimiento, para ser positivas, deben limitarse al estudio de hechos reales sin tratar de conocer sus causas primeras ni propósitos últimos«, cita el informe.

No conocer causas primeras ni propósitos últimos, era la tarea. Ya venía ocurriendo desde el derrocamiento del presidente Perón en 1955 y con «la noche de los bastones largos» de Onganía en el ’66. Pero venía la coronación del terror. El gobierno de facto que asaltó la institucionalidad en Argentina desde el 24 de marzo de 1976 también demostró y reforzó una lógica concomitante a ese imperio del olvido de causas y propósitos últimos, con una gestión tenebrosa atravesada de ese sino trágico para el conocimiento crítico de la realidad. Las universidades nacionales lo supieron. La Universidad Nacional de San Juan, también, claro. “Diversos accionares del gobierno militar replegaron la investigación en ciencias sociales y humanidades, forzándolas a reconvertir tanto sus itinerarios de producción como circulación de conocimiento científico. Pero, además, tendieron a fortalecer las áreas ya tradicionales al interior de la universidad, tales como diversas disciplinas pertenecientes a las Ingenierías y a las Ciencias Exactas”, apunta el Dr. Víctor Algañaraz, sociólogo, director y compilador del libro “El desarrollo de la investigación científica en la Universidad Nacional de San Juan. Una mirada en clave histórica y sociológica”.

Abonar el terreno
En el capítulo “Entre la institucionalización y la reestructuración autoritaria: el desarrollo de la investigación científica en los primeros años de la UNSJ (1973 – 1983)” de ese texto, Algañaraz describe que en agosto de 1974, poco después de la muerte de Juan D. Perón, asumió como ministro de Educación de la Nación Oscar Ivanissevich (en lugar de Jorge Taiana, quien renunció días antes), cuyos objetivos fueron, como medidas iniciales, depurar los centros de altos estudios de vestigios críticos o de izquierda. A raíz de ello la mayoría de las facultades fueron intervenidas e, incluso, cerradas por varios meses. Además, fueron clausurados centros de estudiantes. Carlos Graffigna, entonces decano de la Facultad de Ingeniería, relataba: “Con la llegada de Ivanissevich se anticipaba ya una etapa caracterizada por la intolerancia y la violencia. Desde la Nación nos mandaron a rectores y decanos un formulario que teníamos que llenar de cada docente; nos pedían documentos de identidad, orientación política, ideas personales, etc., para hacer un análisis y luego echarlos”.

Luego de esto, en diciembre de aquel año, el delegado organizador de la UNSJ, Julio Millán, renunció. Entonces la Universidad fue intervenida y el cargo de rector interventor recayó sobre Antonio Lloveras, cuyos esfuerzos “estuvieron dirigidos especialmente a reducir la despolitización estudiantil y desmovilización parcial de los agentes que integraban los distintos estamentos de la UNSJ”. Por supuesto, el 24 de marzo de 1976 la joven UNSJ (creada en 1973) fue intervenida militarmente y en su seno se sucedieron acciones de terror material y simbólico, sobre todo en las unidades relacionadas con las ciencias sociales y las humanidades. El delegado militar al frente de Rectorado fue el capitán Jorge Fernández Monjes.

Dr. Víctor Algañaraz: «No es que solamente se aplicaba la represión. Hubo un desarrollo y un plan de investigación para las universidades y sectores de ciencia y tecnología. Cuando se aplicaba la represión, se lo hacía con un sentido:  disciplinar a algunas áreas.»

“Esos libros iban a ser quemados”
La Biblioteca Central de la Facultad de Ciencias Sociales de la UNSJ fue centro de uno de los sucesos tétricos de aquel período inconstitucional. En el libro que dirige Algañaraz lo relata así Delia De La Torre, ex directora del Instituto de Investigaciones Socioeconómicas y ex directora del Departamento de Ciencias Políticas: “Un día, a principios del golpe de 1976, vino el ejército con camiones a sacar libros. Entraron los militares, no me dejaron ir, ni me dejaron mover. Me hicieron firmar el acta como testigo del procedimiento, a mí, a Daniel Illanes que estaba como encargado de la biblioteca y a otra persona más. Yo sabía que esos libros iban a ser quemados, eran camiones llenos de libros los que se llevaron de la biblioteca”.

Debilitar carreras
La Facultad de Ciencias Sociales (FACSO) fue el blanco predilecto de la intervención militar a la UNSJ, sobre todo en los primeros años de la dictadura cívico militar. Fue clausurada durante dos años la inscripción a la Licenciatura en Sociología, que ya contaba con una extensa trayectoria que inició con la Universidad Provincial Domingo Faustino Sarmiento. Víctor Algañaraz escribe que así también fue desplegada una etapa de depuración académica que llevó al vaciamiento del claustro docente, al tiempo que se produjo la persecución sistemática de estudiantes con la consecuente clausura del Centro de Estudiantes de la FACSO.

“Para el caso específico del cuerpo docente, los representantes de la junta militar dieron a conocer a través de los medios de comunicación de masas un listado de profesionales de la Facultad de Ciencias Sociales que serían cesanteados de sus cátedras por cuestionamientos ideológicos, entre ellos se encontraban el Dr. Leopoldo Allub, el Lic. Carlos Yanzón y el Prof. Daniel Illanes. En paralelo, se desmantelaron las organizaciones estudiantiles, siendo varios de sus referentes desaparecidos/as. Aquella persecución al estudiantado conllevó también cierto proceso de autocensura por parte de quienes no habían sido víctimas de los mecanismos de persecución dictatorial”, manifiesta el libro “El desarrollo de la investigación científica en la Universidad Nacional de San Juan…”.

Otro dispositivo de vigilancia
El texto de marras indica que otro dispositivo de vigilancia de esos años de plomo fue la implementación de un estricto seguimiento de la asistencia de personal de investigación a su lugar de trabajo. Pero además, hubo otras prohibiciones en cuanto al desenvolvimiento social de la actividad investigativa. Delia De La Torre detalla para el libro: “Era muy difícil investigar, en muchos aspectos, algo muy complicado en esa época eran las reuniones de equipo ya que estaba prohibido juntarnos más de cinco personas. Algo cotidiano era llegar a la reunión y empezar a contar y elegir; hoy te vas vos, mañana me voy yo, era un desastre”.

Asimetrías
Algañaraz cita que en el período del autodenominado Proceso de Reorganización Nacional hubo una expansión en materia de proyectos de investigación, pero también se caracterizó por su heterogeneidad y asimetría. “Las facultades de Ingeniería y Arquitectura, así como la de Ciencias Exactas, específicamente, fueron las que dinamizaron de un modo contundente su actividad científica cristalizada en proyectos o programas de investigación”. El autor indica que todo ello llevó a profundizar asimetrías en materia de ciencia y tecnología de la UNSJ “potenciando a las disciplinas tradicionales (Ingenierías y Ciencias Exactas) mientras que los mecanismos de persecución y contracción concentraron su accionar, principalmente sobre las Ciencias Sociales y Humanas”.

El libro muestra algunos números respecto de un crecimiento en la planta de docentes y personal de investigación en la UNSJ: pasó de 165 docentes, investigadores e investigadoras en 1977 a 234 hacia el año 1982. “Este crecimiento puede ser entendido como etapa de despliegue selectivo: del total de 69 investigadores/as incorporados/as durante el período, 48 pertenecían sólo a la Facultad de Ingeniería. Además, si los datos son leídos en clave comparativa, puede apreciarse que los procesos de persecución y cesanteo de investigadores fue más profundo en Facultades como Ciencias Sociales y Filosofía”. Mas adelante, Algañaraz señala que si el foco se coloca en la distribución presupuestaria según las Facultades que conformaban la UNSJ durante la última etapa de la dictadura, se advierten otras asimetrías: “En efecto, las dos Facultades que históricamente han ocupado una posición de privilegio al interior de la estructura universitaria (Ciencias Exactas e Ingeniería y Arquitectura) acumulaban el 89% del financiamiento destinado a investigación mientras que Sociales y Filosofía, entre ambas, alcanzaban un 11%.”

El sentido

Consultado por Revista la U sobre el alcance de la represión ideológica y simbólica de la última dictadura, Víctor Algañaraz es claro: «No es que solamente se aplicaba la represión. Hubo un desarrollo y un plan de investigación para las universidades y sectores de ciencia y tecnología. Cuando se aplicaba la represión, se lo hacía con un sentido:  disciplinar a algunas áreas. Y las ciencias sociales eran el blanco para disciplinar. Había que adecuarlas a esta lógica represivo – autoritaria que impartía la dictadura».  

Con todas sus ciencias

El informe de la Comisión Gulbenkian «Abrir las Ciencias Sociales» refiere que ya en el Siglo XVIII “los filósofos sociales empezaron a hablar de ‘física social’, y los pensadores europeos comenzaron
a reconocer la existencia de múltiples tipos de sistemas sociales en el mundo cuya variedad requería una explicación. Fue en ese contexto como la universidad (que en muchos sentidos había sido una institución moribunda desde el siglo XVI, como resultado de haber estado demasiado estrechamente unida a la iglesia antes de esa fecha) revivió a fines del Siglo XVIII y comienzos del XIX como principal sede institucional para la creación de conocimiento”. Eso sí, la Universidad con todas sus ciencias.

 

Imagen de portada: Puesta en funciones del delegado militar Dr. Jorge Fernández Monjes como Rector de la UNSJ (Diario de Cuyo – 30 de marzo de 1976).

La huella de la dictadura

Según el libro “El desarrollo de la investigación científica en la Universidad Nacional de San Juan. Una mirada en clave histórica y sociológica”, en el ámbito de la UNSJ se recuentan aproximadamente sesenta docentes y personal de administración cesanteados; una treintena de personas detenidas por motivos políticos y al menos dieciocho personas secuestradas – desaparecidas, principalmente estudiantes de Ingeniería y Sociología.

Fabricaciones deshechas

Fabricaciones Universitarias” fue un gran emprendimiento de gran envergadura científica y alcance social ejecutado desde la Facultad de Ingeniería de la UNSJ durante la gestión del Ing. Carlos Graffigna como decano. Fue un proyecto para el desarrollo tecnológico y la constitución de unidades productivas en la provincia. Trabajó vinculada al Instituto de Energía Mecánica y fue dirigida por el Ing. Domingo Leonetti. Se puso en marcha a mediados de 1974 y en abril de 1976 las autoridades militares ordenaron su clausura. Entre los proyectos que ejecutó, se cuenta la fabricación de piezas para aviones.

Techo de cristal

En materia de dirección de proyectos de investigación, la asimetría de género se acentuaba en años de dictadura cívico militar de manera categórica. La única Facultad con mayoría de directoras era la de Filosofía, que alcanzaba un 54%, mientras en la de Ciencias Exactas sólo llegaban al 11%. En Ingeniería no había científicas encargadas de ejecutar proyectos de investigación. En la Facultad de Ciencias Sociales, la mayoría de su plantel de investigación era femenino; sin embargo, hacia 1982 no hubo registro de que las mujeres lograran desempeñarse en la dirección de esos proyectos.