Eduardo Carelli: “El modelo colombiano eterniza un fuerte proceso de desigualdad social”

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El profesor y director de la Editorial de la UNSJ se refirió al conflicto en Colombia, a cómo afectará este escenario a la región y a los márgenes de ajuste que tienen los gobiernos en la actualidad. Según Carelli, las explosiones sociales suelen ser inesperadas, pero sus causas son lentas, acumulativas y de larga data.

Por Francisco Lahti

Para el Licenciado Eduardo Carelli, profesor de Historia II en la Licenciatura en Turismo y Director de la Editorial de la UNSJ, las explosiones sociales suelen ser inesperadas, pero sus causas son lentas, acumulativas y de larga data. “Este proceso evolutivo pudo visibilizarse en las crisis sociopolíticas de Chile, Venezuela, Ecuador o Líbano, todas en 2019, y en los actuales acontecimientos que se suceden en Colombia”, indicó.

Según Carelli, la crisis colombiana ofrece similitudes con la chilena, en el sentido que ambos modelos económicos parecían exitosos, encaminados en el largo plazo y que expresaban cierto orden al observador externo, pero que ocultaban altos niveles de disconformidad interna al eternizar un fuerte proceso de desigualdad social.

 

-¿Qué desató puntualmente el conflicto colombiano?

Lo que desató esta vez el conflicto fue un intento de reforma impositiva presentado por el renunciante ministro de Hacienda y Crédito Público, Alberto Carrasquilla, que buscó aumentar la recaudación fiscal en 6300 millones de dólares, algo así como el 2% del PBI. Para ello, el gobierno intentó que se aprobara en el congreso una ley denominada “Ley de Solidaridad Sostenible”, que extendía el IVA a productos de alto consumo como la gasolina, alimentos de primera necesidad como la leche y los huevos y hasta a algunos servicios públicos, al tiempo que aumentaba el pago de rentas.

 

-¿Hubo otros puntos de conflicto?

-A esta amenaza de una sofocante presión fiscal se sumaron otros factores, como el descontento de la población con respecto al manejo de la pandemia, que ya se ha cobrado más de 72000 muertes, y a las medidas asociadas al cierre económico que garantizara el distanciamiento social, lo que naturalmente ha generado recesión, desempleo y más pobreza.

Este cóctel ha provocado grandes manifestaciones sociales que han chocado violentamente con las fuerzas de seguridad, lo que ha generado alrededor de una veintena de muertos y un millar de heridos entre manifestantes y policías.

Las marchas iniciales, realizadas sobre todo en Cali, capital de las mismas, y en Bogotá, que golpearon el sistema de transporte y los edificios públicos, llevaron a que se institucionalizaran cuando el Comité Nacional del Paro, organismo integrado por distintos grupos opositores al gobierno, convocara a nuevos y continuados paros.

 

-¿Esta explosión fue espontánea o tiene relación con otras?

-Es importante dejar en claro que las actuales manifestaciones se pueden considerar una continuidad de otras desarrolladas entre fines de noviembre de 2019 y fines de febrero de 2020 y que solo el inicio de la pandemia pudo contener. Ahora, en el contexto del agotamiento económico y social que ha causado el Covid-19, la disconformidad volvió a las calles.

Los anuncios del gobierno relacionados a que se están registrando los picos máximos de contagio desde el inicio de la pandemia no han logrado disuadir las manifestaciones, las que resultan de la evidente extenuación económica y postración social.

El gobierno, en un intento por retomar la iniciativa política y recomponer la situación social, tomó una serie de medidas inmediatas, todas ellas ineficaces y tardías. Primero se retiró del Congreso el proyecto de “Ley de Solidaridad Sostenible”, luego asumió José Manuel Restrepo como nuevo ministro de Hacienda en reemplazo de un Carrasquilla -que era sindicado como cercano al FMI y al Banco Mundial- y finalmente el presidente Iván Duque intentó iniciar un diálogo personal y directo con el Comité Nacional del Paro, sin mayor efecto.

 

-¿Hubo otras causas para que se agudice el conflicto?

-La agudización del conflicto estuvo asociada también a distintas acusaciones cruzadas que desnaturalizaron la esencia del conflicto. Mientras el oficialismo atribuía a la “intervención externa” la radicalización de las marchas y el conflicto, en clara alusión al supuesto accionar de infiltrados venezolanos, sectores de la oposición dijeron que las reformas solo buscaban una mayor recaudación para pagar los servicios de la deuda externa y acabar con los sectores medios de la sociedad colombiana.

Si las marchas de fines de 2019 e inicios de 2020 denunciaban la desigualdad económica y social, la probable eliminación del salario mínimo y los intentos de precarización laboral por parte del gobierno de Duque, las actuales muestran el descontento frente a un programa económico que empobrecería a los sectores medios sin gravar mayormente a los que más tienen, aunque el gobierno explicara que la reforma buscaba garantizar la continuidad de los programas sociales que tienen por objeto auxiliar a sectores sociales que se encuentran en situación de pobreza extrema.

 

-¿Qué márgenes de ajuste tienen los gobiernos en la actualidad, teniendo en cuenta los conflictos generados?

-Volviendo al principio, lo que está quedando en evidencia es que los gobiernos ya no poseen mayores márgenes para aumentar la recaudación fiscal y las sociedades comienzan a criticar fuertemente la presión impositiva y la corrupción. Por ejemplo, las marchas colombianas, argelinas y libanesas de 2019 colocaban a la corrupción entre las principales motivaciones de las mismas y han delatado la incapacidad de los poderes ejecutivos para encontrarle respuestas al problema.

Esto quedó en evidencia cuando Saad Hariri, el primer ministro libanés, intentó en octubre de 2019 colocarle un impuesto a las llamadas telefónicas mediante internet, como las realizadas desde aplicaciones como WhatsApp, Facebook Messenger y Face Time, lo que terminó desembocando en la denominada “Revolución del WhatsApp” que se dio en Beirut y otras ciudades del país.

En los meses previos a la pandemia Covid-19, las marchas en Sudán, Argelia, Iraq y Líbano hacían presagiar una nueva “Primavera árabe”, pero también se produjeron fuertes manifestaciones en Francia, Hong Kong y las más cercanas de Chile y Ecuador. Quizá el pueblo colombiano también esté deseando su “primavera”, el tiempo lo dirá.