Bimodalidad y mutaciones en la forma escolar

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En una encuesta realizada por los autores entre estudiantes de primaria y secundaria, un 83% manifiesta querer volver a la escuela presencial. Reflexiones acerca del privilegio del vínculo humano en el espacio escolar y el cambio que debe darse hoy por la pandemia.

Escriben: Esp. Mariano Andrés Harracá y Dra. María José Vila Costa

En los últimos tiempos hemos asistido a cambios estructurales en los modos de concebir el acto educativo. Cuando se instituyó este espacio en la vida cotidiana, nacía una relación, un vínculo, un lazo humano. Este lazo implicó la presencialidad de los cuerpos, un cara a cara, un recorte de tiempo y espacio compartido con otrxs. Paralelamente al desarrollo de la educación sistemática presencial como dispositivo en casi todos los países del mundo, se ha teorizado sobre ese acto. Por ejemplo, los componentes de la famosa triada didáctica: docente –alumno- conocimiento, tan antiguos como la práctica misma. O los aportes de las perspectivas sociológicas y antropológicas posteriores a la crítica funcionalista. Todos estos estudios han significado un verdadero avance en la Ciencia de la Educación y en las prácticas educativas concretas, retroalimentándose mutuamente.

Contrariamente a este gran circuito educativo de educación presencial, la educación virtual creció en forma lenta pero continua en los últimos años, abriendo posibilidades y coartando otras en los procesos de enseñanza – aprendizaje. Nos podemos arriesgar a pensar que han sido hasta el 2020 intentos por cubrir espacios vacantes de un gran sistema de educación presencial que estaba muy enraizado. Digo hasta este año, ya que la humanidad ha sido empujada, no ya cubrir espacios de vacancia, sino a mudar la puesta en escena, la estética, la forma, la naturaleza, en fin, los aspectos más intrínsecos de esta actividad educativa tal y como la conocemos. Hablamos de la forma escolar entendida como:

la organización del tiempo y del espacio escolar; las modalidades de clasificación y distribución de los cuerpos en la escuela; la definición de las posiciones de saber y no saber; las formas de organización del conocimiento a los fines de su enseñanza; las modalidades de evaluación, promoción y acreditación de los estudiantes (comp. Baquero, Diker, Frigerio, 2007, p. 8).

En este presente tan imponente, se ha cristalizado de manera global y convergente la bimodalidad. Es decir, la modalidad histórica presencial y la modalidad virtual, ambas de la mano, fundidas. Tal como nos anticipan los países que están atravesando la segunda ola de contagios de COVID-19, esta nueva forma escolar llegó para quedarse. No es menor este cambio, viene aparejado con un enorme movimiento instituyente en cualquiera de nuestras vidas cotidianas. Valga aclarar, que se dio de una manera drástica y sin mucho espacio para ordenar y aclarar las fuertes mutaciones a nivel de estructura psíquica.

En este contexto vertiginoso, nos quedamos con la pregunta abierta acerca de si los dispositivos sociales que han cumplido históricamente funciones de contención y socialización, como la escuela, están siendo capaces de llevar adelante esta heroica tarea. Que convengamos es, quizá, la tarea más difícil de todas. En relación a esto, hemos considerado necesario conocer la mirada de algunxs estudiantes cuyanxs de primaria y secundaria respecto de estos procesos de transformación del acto educativo. Motivados por este propósito realizamos una encuesta en el mes de junio de 2020 a ciento cuatro (104) estudiantes. Las mismas revelaron que el 83% SÍ quiere volver a la escuela, mientras que al 17% NO le gustaría hacerlo.

Para quienes respondieron que SÍ quieren volver a la escuela, en primer lugar la motivación está dada por el encuentro con los/las amigos/as (65%), en segundo lugar se menciona el aburrimiento en la casa (32 %) y casi emparejado el hecho de que “les gusta aprender” (28%).

En una primera lectura -siempre subjetiva- de estos datos, observamos que, ante la pregunta por la necesidad de ir a la escuela, la respuesta es rotunda: el SÍ de la mayoría (83%). Este no es un dato menor si nos damos cuenta que aquí se privilegian los vínculos humanos en el acto educativo: con sus pares cuando se argumentan los motivos del por qué volver a la escuela (65%) y con su profesor/a cuando se pregunta si es importante la figura del docente para aprender (97% indica que sí).

Momentos turbulentos vivimos en la sociedad de la pandemia, y por consiguiente en el universo de la educación. Grandes son las preguntas y pocas las respuestas. Es por ello, que este artículo no puede cerrar sentidos que están abiertos socialmente. Estamos en un remolino, su movimiento en el espiral del conocimiento reclama el ascenso a un renglón nuevo, un estadio nuevo en la humanidad, solo posible a partir de una construcción cooperativa. Sabemos que el vínculo presencial en la escuela –y en cualquier lugar del planeta Tierra donde exista el uno y otro, en el aquí y ahora- es irreemplazable. Con mayor fuerza, cuando las condiciones socio- económicas no pueden ni siquiera garantizar la participación del suceso educativo, de ese momento único. Tenemos una gran tarea los docentes, el desafío histórico de acompañar estos procesos de transformación social. El crear un diálogo con los educandos para empezar a nombrar este nuevo mundo.

Bibliografía

Baquero R.; Diker, G.; Frigerio, G. (Comp.) (2007) Las formas de lo escolar. Buenos Aires, Argentina: Del estante.