Epistemología y sociedad: Las ciencias sociales y los cambios en la visión de mundo

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Reflexiones desde la Filosofía y las Ciencias Sociales sobre un cambio de paradigma para mirar y pensar el mundo post-pandemia.

 

Escriben: Esp. Mariano Andrés Harracá y Dra. María José Vila Costa
Docentes de la carrera de Ciencias de la Educación de la FFHA- UNSJ

En los últimos meses muchos han hablado de un verdadero cambio de paradigma, algunos más conscientes de lo que esa palabra significa, otros en menor medida. Lo cierto es que en todos los casos se evoca un cambio en la visión del mundo contemporáneo. Incluso desde el sentido común parece ser algo obvio. Claro, en los últimos meses hemos asistido a lo que han llamado el estado de excepción, caracterizado por el aislamiento masivo a partir de la propagación del Coronavirus COVID-19. Se refieren a una mutación en la organización del espacio y tiempo, ahora confinado a los límites del hogar. Praxis social que tiene sus particularidades dado que el aislamiento no es el mismo en el medio de una montaña o en un barrio donde se palpa la pobreza estructural.

En el ámbito de la historia de la ciencia, Kuhn atribuía el cambio de paradigma a una transformación en la Gestalt (forma, proceso, configuración, cosmovisión o espíritu en idioma alemán); podemos decir, en la percepción del mundo que nos rodea. Asemejaba esta mutación a una crisis religiosa, ya que los científicos de una comunidad dejaban de tener Fe en dicho paradigma, muchas veces defendido a lo largo de toda una vida profesional. Podríamos pensar análogamente y decir que esto es en parte lo que está sucediendo en la actualidad. Dado que un paradigma es considerado por este autor como inconmensurable o incomparable, cuando el aislamiento por fin concluya, este cambio debería ser estructural construyendo nuevas formas de nombrar al mundo, de habitar el espacio y percibir el tiempo. Sin embargo, existe la posibilidad de que se intensifiquen las formas y lógicas que ya se venían dando. Es decir, volver a la “normalidad”, a lo instituido, como decían algunos pensadores que ponían luz sobre este tema.

Si acordamos con la primera opción, es decir, que acontece este cambio radical, podemos pasar a un segundo nivel de profundidad en el análisis y preguntarnos ¿Cómo se dio este cambio? Contestar esta pregunta requiere de una complementariedad de perspectivas que excede este trabajo. Aún así, reconocemos que la Filosofía y en particular las Ciencias Sociales han colaborado en esta mutación o cambio de paradigma que venimos nombrando, demostrando su capacidad reflexiva en el abordaje de un conjunto de aspectos, como por ejemplo: crisis económica, normalidad y normalidades, desigualdades sociales, control de los cuerpos/cuerpas, vulnerabilidad de la especie, ecología, educación y tecnologías, organización del tiempo de vida. También se ha escrito y pensado acerca de las consecuencias psico- físicas de los sujetos que han pasado por el cuerpo las medidas gubernamentales de aislamiento en las más diversas circunstancias, tantas como personas en el mundo. Podemos decir que este momento histórico de aislamiento preventivo a nivel mundial, ha revalorizado a estas ciencias al mostrar la necesidad de una actividad reflexiva para generar nuevas formas de consciencia.

En el marco de estas reflexiones de la Filosofía y las Ciencias Sociales, la vieja tensión epistemológica entre individualismo y holismo es algo que vuelve a ponerse en juego. La divergencia entre la perspectiva global propia del holismo y local propia del individualismo adquiere una marcada relevancia. Desde la primera, las explicaciones acerca de este fenómeno pondrán el acento en las fuerzas sociales colectivas, mientras que las otras, harán hincapié en razonamientos más singulares. Lo interesante aquí, y que no podemos dejar de pensar, es cómo en un mundo donde crecía a pasos agigantados la disolución del Estado en lo global del mercado, se abrió paso al trazado de las fronteras nacionales y subnacionales con tanta fuerza.

En virtud de los acontecimientos y de las reflexiones que de allí se desprenden, podemos afirmar que, si verdaderamente estamos asumiendo un cambio de paradigma, se debe en gran parte al papel fundamental de las Ciencias Sociales en los procesos de cambio de cosmovisión del mundo. Queda abierta la pregunta acerca de la magnitud y alcance de estos cambios y en qué medida constituyen un salto cualitativo en todos aquellos aspectos en los que ha hecho foco el análisis social. Ante un nuevo contexto de descubrimiento, la emergencia de reflexiones en este campo se ha visto alimentada, allí donde parecía que el análisis se agotaba en un mundo híper estudiado en fragmentos desde diversas perspectivas. Si bien un cambio en los modos de ver el mundo implica nuevas prácticas sociales instituidas a partir del derrumbamiento de viejos paradigmas, esto lleva un tiempo lógico de institucionalización. En la medida en que vamos  ensayando nuevos modos de relaciones humanas entre las personas y con el planeta Tierra, el cambio irá tomando fuerza. Esto implica un nuevo quehacer científico por añadidura, más orgánico y acorde al presente que nos toca a partir del año 2020. ¿Por qué pensamos en una ciencia orgánica? Porque el eje central o preocupación debe ser cómo puede ser apropiada por el conjunto de la sociedad, cuestión que ha sido imposible con la lógica que ha mantenido hasta ahora. La misma debe convertirse en un conocimiento vivo, con referencia en el presente y capitalizado de manera particular, una versión actualizada de la ciencia siempre en función de la realidad. Las Ciencias Sociales allanan ese camino.

Para concluir es importante decir que, ante el nuevo escenario mundial, es necesario abandonar viejas discusiones epistemológicas acerca de qué es y qué no es ciencia, cuál es la legitimidad de algunas metodologías e incorporar a partir de lógicas inclusivas y globales, una mirada nueva sobre los procesos sociales que nos tocan profundizar. Tratamos de esbozar aquí un pensamiento que hemos elegido llamar complementario, ampliando aquello que se presenta como dicotómico, propio de un pensamiento moderno.

La epistemología, habiéndose configurado como metalenguaje de la ciencia, ha funcionado como una lógica determinante de las prácticas. Así su histórica mirada dicotómica y binaria de la realidad ha dado pie a discusiones que consideramos es momento de superar: el par holismo vs individualismo tomado anteriormente, u objetividad vs subjetividad, contexto de justificación vs contexto de descubrimiento, o cualitativo vs cuantitativo, lo verdadero y lo falso, entre otros, son ejemplos de estos fundamentos. La misma clasificación de las ciencias más difundida y popular, en fácticas y formales, en naturales y sociales, fragmenta una realidad en cientos de objetos de estudio que han sido minuciosamente analizados, pero que son imposible de conjugar en su totalidad. En la medida en que estos campos sigan funcionando como fragmentos individuales, el progreso de la humanidad seguirá el rumbo errático de caos social, económico y ecológico. Esta coyuntura espacial, este oasis en el tiempo administrado de la cuarentena sanitaria, son intersticios donde podemos establecer nuevas formas de relacionarnos entre los seres humanos, entre los humanos y las otras especies, y por último entre el ser humano y su representación – más o menos ampliada- del espacio y su lugar en el mismo.