“El teletrabajo viene para quedarse, pero no todas las profesiones están hechas para él”

Comparte

Un estudio realizado por Margarita Moscheni, investigadora de la UNSJ, revela dificultades de docentes e investigadores /as para trabajar desde la distancia del confinamiento obligatorio. “El proceso de enseñanza aprendizaje tiene una dimensión social y de compromiso que no puede ser soslayada por sistemas educativos tecnológicos”, asegura la científica.

 

Por Fabián Rojas

Desde el 20 de marzo pasado, docentes e investigadores/as de la UNSJ realizan sus tareas en conexión vía internet desde sus hogares. Es decir, aquel día ingresaron oficialmente en el mundo del teletrabajo debido al aislamiento preventivo y obligatorio por el Coronavirus. Y en eso siguen. “A partir de ese contexto empecé a conversar con amigas, con colegas, con gente del equipo de investigación y vi que evidentemente nos está pasando algo como docentes, como investigadores, y se me ocurrió que era necesario de alguna manera sacar una foto de eso que estamos atravesando”, comenta la doctora Margarita Moscheni, investigadora Conicet – UNSJ, quien se desempeña en el Instituto de Investigaciones Socio – Económicas de la Facultad de Ciencias Sociales de esta Universidad. Para tomar esa “foto” confeccionó un trabajo con una encuesta online, titulado “Situación de trabajo y aislamiento en tiempos de Covid -19. Estudio de caso en la Universidad Nacional de San Juan”, que abarcó las cinco Facultades, los tres Institutos Preuniversitarios, la Escuela Universitaria de Ciencias de la Salud y los Institutos de Investigación. Obtuvo un total de 314 respuestas (alrededor de un 10 por ciento) de entre algo más de tres mil docentes e investigadores e investigadoras existentes en la UNSJ, cantidad surgida del Informe de Autoevaluación Institucional de esta casa de estudios, que fue realizado en 2011. Moscheni aclara: “La muestra fue de tipo no probabilística, siendo voluntaria su devolución. Por ello, siempre hablo sobre esas 314 respuestas; afirmar que los resultados aquí mencionados pueden generalizarse a todos los miembros de la comunidad universitaria, sería un error”. La encuesta fue realizada entre el 12 y el 22 de mayo.

 

La foto

Una de las consultas de la encuesta fue si docentes e investigadores realizan teletrabajo para investigar o dar clases durante la cuarentena. Un 94,9 por ciento respondió que sí, frente a un 5,1 que lo negó. “De los/las que afirmaron estar trabajando durante el aislamiento, un 50,2% expresó que está cumpliendo con todas las actividades que tenía antes de comenzar el Covid, y un 49,5% dijo estar realizando sólo algunas de ellas”, indica el informe. El relevamiento también deja sentado que “con el correr del tiempo y la extensión de la cuarentena un 33,5% afirmó sentirse menos motivado/a que al principio y un 9,9% afirmó estar desmotivado/a”.

Según el trabajo, ¿qué es lo que está pasando a docentes e investigadores/as? “Si bien los/las profesores/as universitarios e investigadores del ámbito local en su mayoría están desarrollando sus tareas a distancia, existen dificultades en la organización y conciliación de los tiempos laborales y domésticos, en la infraestructura y la conectividad disponible y en el dominio de las plataformas tecnológicas”, dice el informe. “Los docentes que viven en espacios más chicos son quienes más han sido afectados por esto. Esto se suma a toda la dinámica doméstica que se vive en la casa: niños que juegan, que demandan, etc.”, agrega Moscheni en diálogo con Revista la U. Sobre el uso de plataformas del Sistema Institucional de Educación a Distancia (SIED) de la UNSJ, el trabajo marca que “el 49,5% no hace uso de la misma hasta el momento, frente a un 32,5% que afirmó estarla usando en este momentos”. Ante la pregunta del porqué no se usa el SIED, los datos de la encuesta dicen que “un 41,5% lo calificó como de aprendizaje complejo y difícil de abordar”.

La encuesta también muestra que “el 35% de los docentes e investigadores de la UNSJ no puede hacer uso exclusivo de la computadora de su casa porque ese recurso es compartido por otros miembros. En cuanto a las condiciones de conectividad, un 4% de los encuestados manifestó haber instalado el servicio de internet a partir de la declaración de la pandemia, y casi el 50% paga entre $1000 y $2000 por el servicio y un 35,6% paga entre $2001 y $3000. Ello equivale aproximadamente a un 10% del sueldo bruto de un Jefe de Trabajos Prácticos con dedicación simple o semi exclusiva, con poca antigüedad, que desempeña sus funciones en la docencia universitaria”.

Otros datos revelan que “casi el 63% de los encuestados combina su trabajo con el cuidado de niños/as, adultos mayores y/o personas enfermas. Para una gran mayoría dicha combinación es agobiante. Sólo para el 9% esa situación es gratificante”. La encuesta también habla de sensación de agobio, “coincidente con un universo de personas en el que la mayoría afirma trabajar más horas de las habituales en tiempo de aislamiento, respuesta que comprende un 60% de los/las encuestados/as”. “No obstante esa situación –detalla el trabajo- casi el 60% logra desconectarse del trabajo a lo largo del día, frente a un 38,3% que tiene dificultades para hacerlo”. Respecto de síntomas y enfermedades durante la pandemia, el informe dice: “Un 85% de los encuestados afirmó haber sentido angustia o ansiedad en algún momento”. Moscheni sobre este punto refiere que los síntomas con mayor frecuencia fueron “la irritación o tensión, la angustia y ansiedad y los dolores musculares. En menor medida algunos/as manifestaron haber sufrido dolores de cabeza, malestares digestivos y enfermedades oftalmológicas”.

La investigadora también muestra una realidad inquietante en el ítem salud: “Es curiosa la falta de reconocimiento de enfermedades laborales, ya que frente a la pregunta si sufrió alguna enfermedad durante el confinamiento, el 83,1% respondió que no, pero al indagar sobre síntomas concretos que afectan la labor educativa y de investigación los porcentajes positivos fueron altos. Es probable que pocos/as reconozcan que muchos de aquellos síntomas son consecuencia del estrés originado en las condiciones y medio ambiente de trabajo propio del home office”.

 

Una cuestión heterogénea

“Es cierto que el teletrabajo viene para quedarse, pero también es cierto que no todas las profesiones están hechas para el teletrabajo. Ni todos los humanos estamos hechos para el teletrabajo. Yo creo que acá hay que mirar con cierto ojo diferencial. El proceso de enseñanza aprendizaje tiene una dimensión social y de compromiso que no puede ser soslayada por estos sistemas educativos tecnológicos. No todos los docentes son iguales, no todos los docentes tienen las mismas condiciones materiales de acceso a la tecnología o a la conectividad. No todos los docentes tienen conocimientos previos que les permitan abordar una plataforma”, razona Margarita Moscheni. Además, repasa los resultados de la encuesta y señala que “el 87 por ciento de quienes respondieron convive con otros miembros, de los que se hacen cargo o no. Pero el 45 por ciento de esos miembros son niños en edad escolar, por lo que es muy probable que tengan que hacerse cargo de ellos. Entonces, ¿ese docente o esa investigadora tienen tiempo para sentarse con los tutoriales?, no lo sé. Me parece que no hay que pensar la enseñanza – aprendizaje como una cuestión tan homogénea. De todas maneras, el 65 por ciento de las personas ha dicho que se ha capacitado durante la pandemia en algún curso o software, en algo que sea para dar clases o para hacer investigación en equipo. Esto demuestra un grado de compromiso”.

 

Propuestas

El trabajo elaborado por Moscheni contiene una serie de propuestas enunciadas por docentes e investigadores/as frente a la modalidad de teletrabajo. Sólo algunas de ellas son:

-Incluir al teletrabajo en el Convenio Colectivo de Trabajo, tanto de los/las profesores/as como de los/as investigadores/as de la UNSJ.

-Regular horarios laborales, tanto para la atención de estudiantes como para la comunicación y reuniones con los superiores o compañeros/as pares.

-Capacitar transversal y obligatoriamente en programas que sean utilizados para dar clases en vivo o no, editar videos, reuniones directas, trabajo en equipos que escriben de manera paralela, evaluar a distancia, etcétera.

– Conocer y usar las redes de mayor dominio por los/as estudiantes.

– Agilizar el SIED o habilitar el uso y capacitar en plataformas fáciles.

– Establecer un sistema dual de trabajo (virtual y presencial) de manera permanente.

– Atender situaciones concretas de docentes con niños, personas enfermas o demás familiares a cargo.

– Asegurar la conectividad, garantizando el acceso libre a internet para estudiantes, profesores e investigadores/as.

– Posibilitar la compra de dispositivos digitales a un precio accesible para estudiantes, profesores e investigadores/as.

 

Preguntas finales

La investigadora concluye el informe con un cúmulo de preguntas que quedan para la reflexión de quien quiera atender: “Los resultados expuestos pone a la comunidad universitaria en el desafío de repensar nuevamente los fines de la educación y la ciencia”, afirma Margarita Moscheni. Y pregunta: “¿La universidad para qué? ¿La universidad para quiénes? ¿Cómo significamos a la educación y a la ciencia? ¿Cuáles son los desafíos que tenemos como estudiantes, docentes, investigadores y autoridades? ¿Podría pensarse a la educación –igual que otros sectores laborales- sólo desde la modalidad virtual para siempre? ¿Qué grises hay entre la virtualidad y la presencialidad educativa? ¿Qué condiciones son necesarias para que alguien ‘opte’ por la virtualidad en este ámbito? ¿Cómo reemplazamos la observación participante a través de una pantalla? ¿Puede la educación virtual reemplazar el vínculo pedagógico presencial que se establece entre profesor-estudiante?”. Tal vez un asomo de ensayo de respuestas a tantas preguntas comience con la frase que dio el título a esta nota: “Es cierto que el teletrabajo viene para quedarse, pero también es cierto que no todas las profesiones están hechas para el teletrabajo”.